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Sobre este blog

Cuaderno Común propone debatir en torno a las múltiples formas en las que el procomún está apareciendo en la sociedad red.

En este blog escribe un grupo de colaboradores de Medialab-Prado y del Laboratorio del procomún: Floren Cabello, Alberto Corsín Jiménez, Javier de la Cueva, Adolfo Estalella, Sergio Galán, Carolina García, Juan Gutiérrez, Antonio Lafuente, Tíscar Lara, Rubén Martínez, María Ptqk, Margarita Padilla, Jara Rocha y Jaron Rowan. Si alguien está interesado en publicar una contribución puede escribir a commonlabbook [a] gmail.com

De lo inmaterial libre a lo material libre

Red social

Carolina García

La Red es múltiple y se extiende. Hasta hace unos años, pensábamos la red como esa red social que cuando vas andando por la calle hace que espacios públicos y privados sean reconocibles y accesibles, permite reconocer a amigos y extraños, entender los códigos de una comunicación que se ha ido construyendo poco a poco, con el roce, con el estar, donde los cuidados y los afectos son la base de la red.

La Red también es Internet, un montón de cacharros conectados en red de forma descentralizada y horizontal que permite una comunicación bilateral, cualquier puede ser nodo, es decir, emisor y receptor en la red. Una red basada en compartir el conocimiento, donde toma peso lo cognitivo, donde la comunicación da un paso adelante, todos hablamos con todos, se producen narraciones de la vida que nos ayudan a entender qué pasa por todas esas cabecitas que pueblan el planeta, no importa donde se esté, todos pueden acceder y contar. Internet es una Red donde se desdibujan las relaciones, donde no se produce el roce, donde se convierten en amigos aquellos que no conoces, se crean relaciones que pasan por otros caminos.

Hasta ahora ambas redes han estado bastante distantes. Las personas se podían o no mover por ambas, pero el cruce entre el mundo físico y el virtual ha sido esporádico. Lo que pasa en el ciberespacio pertenece al ciberespacio y lo que pasa en el mundo físico pertenece a él ... pero el contacto entre uno y otro ha sido minoritario y se ha mantenido básicamente en el ámbito de la comunicación.

La expansión de la red de Internet va de la mano del software libre, de la filosofía libre, de la búsqueda de la libertad en el espacio virtual tal y cómo pensamos que debería ser también en el físico. Ahora, aunque sin tirar cohetes, podemos decir que la presencia del software libre está bastante asentada, que su filosofía se va difundiendo y va siendo llevada a cabo por mayor número de gente. Todavía queda un largo camino por recorrer y por eso conviene dejar claro que debemos hablar de “software libre” y no “open source”

A su vez el software libre ha abierto otros debates asociados a contenidos, como el tipo de licencias de las obras artísticas, Creative Commons, Copyleft, Artlibre, GFDL... pero ese debate se ha mantenido en el territorio de la propiedad intelectual, a quién pertenecen las ideas de las cosas, con lo cual surgen dos debates asociados: qué significa “propiedad” y el vínculo entre “propiedad y supervivencia”, ya que en muchos casos se defienden las licencias privativas en nombre de la supervivencia de la persona, pero eso es mezclar dos debates ... todavía enmarañados, todavía por resolver.

Por otro lado, las posibilidades de reducción de costes en procesos que antes sólo podían ejecutarse con un alto coste (grabación, publicación, edición de música, libros, etc.) facilita la autogestión por parte de los creadores, ya sean músicos, escritores, desarrolladores, artístas, pues gracias al uso de ordenadores pueden optar a gestionar la producción y distribución de su propia obra. Juan Palomo ha hecho su aparición, los creadores pueden independizarse de los intermediarios si así lo quieren, las licencias libres han demostrado ser un gran aliado de los creadores que optan por ellas, pues facilita la difusión y distribución de la obra a bajo coste.

Pero hasta ahora el debate venía porque lo material (un libro, un disco, un CD, una revista) se convertía en “inmaterial” (un puñado de bits) y su multiplicación tiene practicamente coste cero. Sin embargo, la mayoría de los productos siguen generándose de la forma tradicional. La gran industria, pese a que esté siendo automatizada o robotizada, es la proveedora de la mayor parte de los elementos que nos rodean (coches, herramientas, mobiliario, textiles, plásticos, etc.) y en esos procesos industriales la mayor parte del tiempo del ser humano se invierte en procesos mecánicos (pon una tuerca, envuelve un pollo, dale al botón rojo, etc.). La creatividad en dichos procesos es mínima.

Pero una de las características principales del ser humano es la creatividad y en un mundo en crisis, el cambio y la evolución de las tecnologías van abriendo posibilidades. Estamos en las puertas de poder provocar otro gran cambio: la desaparición de la gran industria, y dar paso al taller altamente tecnológico, gestionado de forma colectiva, en cada barrio, en cada plaza...

La microrobótica será la alta industria especializada en la esquina de la calle, entre la carniceria y el bar, desde hardware libre , impresión de objetos 3D (zapatos, piezas, vajillas...), el abandono del consumismo hacia el consumo creativo, tras el paso por la obsolescencia programada se está volviendo a la reparación y mejora de lo existente, en definitiva hackear el mundo físico.

A esos hackers también se les llama “makers”, los que hacen, los que construyen en el sentido físico. Los “makers” (y las “crafters”) es un movimiento asentado en USA, es un fenónomeno muy anglosajón, de cultura del garaje, de pasar el tiempo pensando cómo mejorar algo que ya existe.

No es un fenómeno que sólo se de en países “desarrollados”, diría que en países denominados del “tercer mundo” son más makers que cualquiera, porque no hay abundancia de cosas físicas con lo cual hay abundancia y agudeza de ingenio... La diferencia con el concepto “maker” viene dada por el acceso a la alta tecnología, como en el caso de Wisconsin, un espacio colectivo donde puedes construir un coche electrico, un dron, arreglar tu portatil o inventarte eso que echas de menos.

En un futuro no tan lejano, podremos construir todo aquello que seamos capaces de imaginar, la tecnología de alta precisión estará al alcance de cualquiera pero como siempre merece la pena que apostemos porque sea libre, porque tenemos el conocimiento y juntos podemos decidir cómo emplear la tecnología para el bien común.

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