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'100 años': un libro ilustrado con cápsulas de sabiduría popular para reflexionar sobre la vejez

Ilustración de Valerio Vidali para '100 Años, lo que la vida te enseña'

Francesc Miró

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Heike Faller tuvo algo parecido a una revelación antes de escribir y publicar 100 años: lo que la vida te enseña. La escritora y editora de la revista Zeit estaba observando con atención a su recién nacida sobrina. La niña, desde su cuna, miraba con una curiosidad ilimitada y los ojos bien abiertos todo lo que la rodeaba. Como si quisiese aprender de cada detalle, de cada movimiento. Como si supiese que lo tenía todo por hacer.

Un día, la pequeña se asustó por el paso de un coche cerca de su casa. Al día siguiente, el ruido de los coches ya no la asustaba. Había aprendido que no le podían hacer daño aquellas máquinas, que no pasaba nada. “Había empezado el recurrente proceso de sorprenderse, evaluar y desechar que contribuye a que las personas no nos veamos abrumadas por los estímulos”, cuenta Heike. En aquel preciso instante, la periodista decidió que iba a escribir sobre el imparable proceso de aprendizaje vital asociado al crecer y, también, al envejecer.

Un trabajo que la llevaría a conversar con infantes y personas nonagenarias. Con personas de toda clase y condición: desde un antiguo director general de una importante empresa de la extinta RDA, hasta una familia de inmigrantes sirios en un sótano de Estambul. A todos les formuló la misma pregunta: “¿Qué te ha enseñado la vida?”.

El resultado es 100 años100 años, un libro ilustrado publicado por Salamandra, inteligentemente acompañado de dibujos del artista italiano Valerio Vidali. Un recorrido por las vidas de personas muy distintas, que encierra una reflexión sobre el paso del tiempo y sus consecuencias, y su vez es una colección de pensamientos y sabiduría popular de espíritu universal.

Aprender, pero también aprender a desaprender

100 años se estructura como un viaje por instantes de la vida de muchas personas. Anónimas y sin rostro: este es un libro sin protagonistas. Cada página representa un año en la vida de estas personas, magnífica y sencillamente representadas por el pincel de Valerio Vidali, pero también un aprendizaje concreto y único asociado a ese año, a esa edad.

“Todo empezó como un poema, uno que le escribí a mi sobrina”, cuenta Heike Faller a este periódico. Pero en algún momento, el poema fue tomando otra forma. Su intención era no quedarse solo con las experiencias de su sobrina sino recoger pensamientos de otras muchas personas. “Tenía colgado un papel en la pared de mi oficina, en el que iba escribiendo las ideas que tenía. Luego, el proceso de escritura me llevó a entrevistar a personas que me ayudaron a hablar de los años más avanzados de la vida”.

Durante un tiempo, Faller se vio inevitablemente impelida a preguntar a quien conocía en sus viajes, allá donde fuese, qué habían aprendido con la edad que tenían en el momento de conocerlos. “Un estudiante de Lagos, Nigeria, me respondió, por ejemplo, que a los veintidós años aprendió que 'cuando quieres alcanzar algo consideras hasta el más mínimo paso que debes dar para conseguirlo'”, cuenta Faller.

“La historia que más me conmovió”, confiesa Faller, “fue la de una refugiada siria en Estambul, madre de seis hijos”. Se trataba de una mujer que acababa de perder a dos sobrinos, que fallecieron ahogados en un accidente. Toda su familia vivía en un sótano húmedo, lo único que se podían permitir.

“Recuerdo cómo me hablaba en un pequeño patio trasero. Estaba tendiendo la ropa cuando me dijo que si algo había aprendido de la vida es que no hay lugar en el mundo para las personas pobres”, cuenta. Entonces la señora miró al cielo y, a pesar de todo lo que había tenido que sufrir, “me sonrió y me dijo: 'pero la vida sigue siendo hermosa y deberíamos disfrutarla'”.

La edad y otras escuelas

Las lecciones de vida que Heike plasma mediante sucintas frases, acompañadas de un epílogo explicativo, dialogan de forma muy especial con las ilustraciones de Vidali. El acabado formal de 100 años, las texturas y colores que el artista italiano utiliza, entroncan con una interpretación muy particular de cada frase. Y reconstruyen una historia,  microrrelato visual, en cada página.

Unas veces era Faller la que le proponía a Vidali la frase, otras era el ilustrador quien le enviaba una obra y ella la adaptaba a sus escritos. “¡A veces me enviaba cuadros que no encajaban, pero yo cambiaba la oración! Fue un constante viaje de ida y vuelta, con muchas discusiones, pero muy productivas”, cuenta sobre el proceso.

Con todo, lo que más sorprende de 100 años no es su equilibrio entre forma y fondo, ni la habilidad de Vidali para concentrar en muy pocos recursos grandes discursos. Es su sensibilidad para abordar el paso del tiempo desde la cercanía y el respeto por la ancianidad y lo que conlleva, acompañada de una reflexión no ausente de apuntes críticos.

“Una pintora de Berlín”, describe Faller, “hablando de la época en la que su marido empezó a padecer demencia senil (una experiencia muy dura que en el libro se asocia a los 87 años), me dijo que el trato con quienes cuidaban a su esposo, gente sencilla con la que no tenían mucho en común, pero que le pareció llena de sabiduría, había supuesto todo un descubrimiento hasta el punto de cambiar la idea que tenía del ser humano”.

Pese a todo, Heike Faller sostiene que por muchas experiencias que se vivan, las personas poseen algo que se mantiene inmutable. “Lo entendí al conversar con una escritora londinense de 94 años que ha escrito un libro juvenil celebrado en todo el mundo. Cuando le pregunté qué había aprendido en la vida, me dijo: 'A veces me siento como la niña que una vez fui. Me pregunto si realmente he aprendido algo'”.

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