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El tipo que escribe bonito desde los sitios más feos

Barcelona. Foto: Jordi Masague / Flickr

Pedro Bravo

Contar las cosas feas de la forma más bonita posible. Carlos Zanón es un novelista, un poeta y, también, un tipo con este superpoder. Carlos es capaz de fascinar al lector con historias tristes protagonizadas por personas bien cabronas en los contextos más sucios. Zanón sabe cómo retratar todo eso de una manera precisa y al mismo tiempo bellísima, de forma que a uno se le queden pegadas al espíritu sus palabras, sus relatos. Otra vez lo ha hecho, ahora con una colección de cuentos navideños llamada Marley estaba muerto (RBA, 2015) que viene a ser la prueba de que su poder está por encima de los formatos literarios.

Reyes magos que huyen con la pasta de negocios extraños, matones que no quieren matar en fechas tan señaladas, peleas entre amigos en callejones oscuros, maridos que vuelven a casa por Navidad para hacer lo peor, un Papa Noel que trae los regalos en agosto y con un subfusil... Catorce historias de este otro lado que no se ve en los anuncios de Freixenet. Catorce cuentos entre lo hiperrealista y lo surrealista, entre el delirio y la memoria, entre lo cómico y lo patético. Catorce relatos, como siempre, en el sitio más chungo y bonito que existe entre el bien y el mal.

“No me apetecía empezar a excavar hacia abajo con una novela -cuenta en su visita a Madrid para la presentación del libro-. Tenía la sensación de que, hiciese lo que hiciese, iba a parecer Yo fui Johnny Thunders segunda parte y, además, quería probar otras cosas... Me apetecía jugar a equivocarme y sabía que ahora me lo podía permitir”.

Claro que se lo puede permitir. Con Yo fui Johnny Thunders (RBA, 2014), su cuarta novela, no sólo se ha llevado premios como el Dashiell Hammett 2015, sino que ha demostrado que, incluso en estos tiempos en que la literatura ya no importa ni a los que la editan, se puede ir a más escribiendo, puliendo el estilo, construyendo una carrera de escritor clásico en unos tiempos demasiado contemporáneos para esto. Y sí, su estilo hasta ahora ha sido narrar bonito lo feo. La pregunta obligada: ¿es así porque lo impone la mirada o lo saca en el momento de narrar?

“A mí ese mundo me duele y hasta me repele, como a cualquiera, pero lo construyo de esa forma bonita en la narración como una manera de ir más allá, de dar dignidad a esas personas y a esos ambientes. Hace unos días estaba sacando dinero de un cajero y había dentro una señora mayor durmiendo. Tenía sus cosas en orden, sus kleenex, sus zapatitos... En ese momento quería salir corriendo de allí, estaba incómodo, pero al mismo tiempo me imaginaba a esa mujer de joven, que seguro tuvo un novio que estuvo loco de amor por ella. Prefiero contar estas historias, encuentro en ellas cosas que no encuentro en un ejecutivo cogiendo el AVE a primera hora para hacer negocios en Madrid”.

Relatos de la realidad

Marley estaba muerto está lleno de flechazos de ternura entre la inmundicia. Como esa mirada del autor a las uñas rosas de Lola, un personaje mucho más allá del margen al que, con ese detalle, otorga una humanidad a la que se puede agarrar el lector para sentirla cerca. “Claro, esa mirada quiere dar dignidad a esos personajes porque la tienen, porque son seres humanos que, de hecho, no están muy lejos de mí. Lo que no hago, en ningún caso, es retratar a Lola ni a ninguno de los personajes como un ángel. El hecho de ser una persona incluye que puedas ser un hijo de puta mezquino”.

Y en Navidad también, claro. Carlos cuenta de forma muy divertida -Carlos, de hecho, es un tipo muy divertido contando cualquier cosa- de dónde le viene su gusto por la Navidad a pesar de tener un abuelo tan anarquista que no quiso hacerle los agujeros en las orejas a su madre porque era cosa de esclavos. Sin embargo, a esa madre le acabaron fascinando las películas de romanos y el hijo heredó la manía que hoy le ha traído a escribir catorce cuentos del ramo. “Me gusta la Navidad, sus dos caras. Mi infancia fue feliz y también lo fueron las Navidades, pero al mismo tiempo fueron tristes porque cada año se iba muriendo alguien. Pero es que, además, la Navidad es una buena caja de resonancia para los personajes de mis novelas, todo es más jodido en estas fechas. Por eso me metí en esto. Por eso y porque me interesa esa necesidad de redención que tenemos todos”.

Pero que estemos hablando de su estilo, de sus personajes y de su forma de contar no quiere decir que Marley estaba muerto sea más de lo mismo. Ya se dijo antes que Carlos avanza con cada libro y en éste se ven cosas que al lector le hacen querer esposarle a su mesa de trabajo y que no pare la producción. Por ejemplo, el estilo Zanón es siempre muy poético porque él es poeta antes que novelista, pero en esta ocasión la prosa tiene más ritmo de canción que de poesía -“en realidad, debajo de cada cuento había una canción; en algunos la he sacado a la luz y en otros no”-. Nada raro, en cualquier caso, en un tipo que, según la clasificación Kiketurmixiana, es de los del Louie Louie.

También se perciben más detalles que vienen de experiencias personales, más introspección, que no autoficción. Se lo pregunto y su respuesta es un curso de escritura apretado en un párrafo. “Es que ése es un poco el juego de la creación. No me quiero poner estupendo, pero se trata de ir cavando más y más abajo. Tienes que dar más de ti. Ahí está la clave de escribir. No se trata sólo de contar una historia entretenida, tienes que saber más de ti. También, a medida que te vas sintiendo más seguro, vas teniendo la sensación de que eso que encuentras puede llegar a importar a alguien más que a ti mismo”.

Barcelona, ciudad inventada

Por lo demás, Zanón sigue escribiendo en Barcelona y con Barcelona como escenario, ya sea el Guinardó, su barrio, o los juzgados, donde también ha pasado horas por su oficio de abogado. “Yo no amo especialmente a Barcelona, vivir en mi barrio era como vivir en un pueblo fuera de la ciudad, pero me interesa el escenario de la metrópoli por sus dos caras, la del anonimato pero también la de la soledad. Al final, todos los escritores, cuando retratamos una ciudad, nos la estamos inventando”.

Por cierto, Carlos sigue en este libro encerrado en una etiqueta, la negra, que a algunos nos parece que le queda corta aunque él nunca habla mal de ella. “Sin la etiqueta no habría tenido tanta repercusión pero ahora, después de este libro, me gustaría tomarme unas vacaciones de este género”.

Y, por último, Carlos Zanón sigue siendo el escritor español más interesante ahora mismo. Y puede que esta frase sea una exageración para cerrar a lo grande un texto periodístico. Pero también puede que sea una verdad como un templo. Basta leerlo para salir de dudas.

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