A la sombra de los focos: los pequeños grandes conciertos del Cruïlla
Querían consolidarse como el tercer festival de la capital catalana y van camino de convertirse en algo más. Parece ser que la cantinela de que el Sónar y el Primavera Sound siguen sin tener rival, puede terminar por revertirse más pronto que tarde si el Cruïlla sigue la senda que ha confirmado este año. Un festival de considerables proporciones, que ofrece un cartel para todos los gustos y cuenta con una organización a la altura.
Esto último, que parece baladí, no lo es tanto cuando compruebas hasta qué punto casi todo funciona como un reloj en cuanto a servicios se refiere. Sigue sorprendiendo que en un festival de 46.000 asistentes, puedas sentarte en el suelo de cualquier rincón gracias a la rapidez de los servicios de limpieza. Que puedas descansar en gradas amplias y cómodas, tirarte en el césped a comerte unos nachos o bailar como un loco en pogos, sin miedo a molestar o a que te pisen. Ni que no hagas colas para comer, beber, ir al baño o comprar merchandising. Algo imposible de imaginar en festivales de un tamaño e influencia parecidos como, pongámos, el Alrumbo de Cádiz.
Uno de los principales culpables de la no-existencia de colas, suponemos, debe ser su sistema de pagos sin dinero en metálico, que ahorra colas para la espera del cambio o el cobro o malentendidos de todo tipo. El Cruïlla fue el primer festival full-cashless del país, un sistema de pago personalizado que se realiza mediante una pulsera en la que recargas el dinero que necesitas. Un sistema que, por ejemplo, ha adoptado la reciente edición del Mad Cool de Madrid.
Pero todo esto no tiene nada que ver directamente con la música, que es lo esencial aunque la experiencia se componga de otras muchos otros elementos. La combinación perfecta sería una identidad clara en lo musical, un ejército de personas encargadas de la producción técnica y nombres que ofrezcan directos memorables. Parece de perogrullo, pero son cosas que los grandes festivales a veces olvidan en su incesante voluntad por vender cada vez más entradas.
De actuaciones memorables, el Cruïlla tuvo unas cuantas. Aunque no en todos los casos fueron las que más afluencia de público tuvieron, ni las de los artistas más famosos. De hecho, éstas son las que decepcionan con más facilidad. De los grandes se hablará mucho de Crystal Fighters, Damien Rice, Rudimental, Alabama Shakes y, por supuesto, Robert Plant. Pero echémos un vistazo a los nombres que estuvieron en escenarios menores, en actuaciones contraprogramadas a la sombra de los aquellos. Una sombra que aún ilumina hoy la resaca de semejante fiesta.
Esperanza Spalding
Fue, prácticamente, la primera actuación del festival con permiso de Pribiz. Pero eso no significa que lo que ofreciera la contrabajista de Portland sucumbiera al olvido. Cierto es que sonaron pocos temas de sus dos grandes discos, Chamber Music Society y Radio Music Society, pues su actuación en el Cruïlla estuvo casi enteramente dedicada a Emily's D+Evolution.
No obstante, el directo de su último álbum se confirmó como lo que pretende el disco: una performance que actúa sobre los resortes del jazz para ofrecer un espectáculo totalmente inesperado. Spalding subió la apuesta de los directos anteriores a Emily's D+Evolution con un una actuación sustentada en una escenografía que produce un ambiente angustioso lleno de pseudo-símbolos religiosos y material de estricto academicismo. En base a éste, sus coros aportan claridad y luz, mientras ella carga las tintas de oscurantismo jazzístico y extraño de temas como Good Lava o Earth to Heaven. Y no es hasta sus solos interminables que lleva con un estilo de aúpa, que su actuación se eleva hasta lo más grande con Funk the Fear. Una pena que, por ahora, no vaya a volver a nuestro país.
Seeed
Otros que parece que no van a venir en una larga temporada y que ofrecieron un directo de lo más impactante. Seeed tocó en el mismo escenario que Esperanza, el Time Out, segundo más pequeño del festival. Y su concierto estaba contraprogramado exactamente a la misma hora que Crystal Fighters, que tocaba en el más grande. Además de hacerlo en un horario clave, las 23:30, cuando los que acaban de llegar al festival se saben preparados para aguantar hasta las cinco y los que llevan desde primera hora de la tarde ya han cenado. Parecía que estaba todo cuadrado como para que en su concierto hubiese poco público.
Seeed aguantó un bajo nivel de afluencia, al que no están para nada acostumbrados, tirando de un repertorio de clásicos pertenecientes a sus ábumes Music Monks, Next! o New Dubby Conquerors. Sonaron casi todos los temas que les han hecho grandes: Dancehall Caballeros, What You Deserve Is What You Get o Schwinger aunque algunos echamos de menos temas más modesto como Papah Noah. También hubo concesiones a los fans tardíos, con versiones muy instrumentales de singles como Molotov, Wonderful Life, Beautiful o unaa potente versión de Augenbling con la que abrieron su concierto.
Las sorpresa llegó con la aparición de Cold Steel, una banda de drumline absolutamente increíble que se alió con Peter Fox, uno de los líderes de Seeed, cuando empezó su carrera en solitario. No sólo tocaron su tema Alles Neu, sino que hicieron el acompañamiento sonoro de gran parte del concierto a partir de salir por sorpresa. Una oportunidad absolutamente única para descubrir hasta dónde pueden llegar adoptando estilos esta banda de reggae alemán que, desde ya, fue de lo mejor del Cruïlla. Increíble.
Snarky Puppy
Con Snarky empezó el segundo día. Bajo un sol de justicia, esta banda de jazz fusión ofreció un directo absolutamente encantador basado, casi por entero, en su último disco del que se encuentran en pleno tour promocional. Culcha Vulcha, así se llama, salió en abril y desde entonces los de Brooklyn no han parado quietos.
Michael League, su líder, estuvo exhultante a pesar del calor. Feliz de estar en Barcelona, quiso envalentonar a sus músicos y cederles a ellos los grandes momentos del concierto, haciendo de su directo un recital de talento que abraza lo más movido del funk actual hasta el pop más alternativo. Momentos estelares, que tuvieron su cúlmen con los solos de Chris Bullock y Shaun Martin. Por suerte, aun hay posibilidad de verlos. A finales de este mismo mes estarán en el Jazzaldia de San Sebastián. No hay que perdérselos.
Emicida
Fue, seguramente, de los conciertos más divertidos del Cruïlla que menos gente vió. Emicida se enfretaba al directo de James y al de 091, programados a esa misma hora, y lo hacía en el escenario más pequeño del festival con sólo tres músicos a sus espaldas. Pero no nos engañemos, el directo del rapero de São Paulo trajo al festival la mezcla más original de un género tan duro como el rap, con los ritmos más variados de la música tradicional brasileña.
El MC ofreció un concierto festivo, dejándose llevar por lo que el público pedía, un directo relajado lleno de buen humor y vibraciones sin aparcar la dosis de denuncia política. Más de veinte años rimando con un micro le han llevado a un conocimiento profundo de las posibilidades de estilos como el tropicalismo en las bases, melodías más cercanas a la lambada e incluso al manguebeat. Un directo muy particular que no parece que vayamos a poder ver próximamente en estas tierras.
Shantel & the Bukovina Orkestar
Con Shantel despedimos el festival. Acompañado de la Bukovina Orkestar, el músico fue el principal causante de la fiesta por todo lo alto que se montó hasta casi salir el sol de Barcelona. Su celebérrimo Disko Partizani abrió y cerró su concierto, en el que decenas de personas subieron al escenario para decir adiós al Cruïlla a ritmo balcánico.
Su particular visión electrónica de la música balcánica le granjeó la fama como DJ y productor que dejó de lado en directo. Su actuación, quiso ahondar en sonidos más tradicionales y sustentarse sobre vientos y ritmos más propios de orquesta que de concierto dance de sala. Y con él, despedimos otro grande que tuvo menos repercusión de la merecida. Aunque suele ser habitual verle montar una de sus fiestas en Barcelona o Madrid, por donde pasó no hace mucho. Si no, siempre podemos esperar hasta la próxima edición del Cruïlla para descubrir a esos grandes músicos a los que los la fama de otros roba público en directo. Pero no calidad, ingenio y energía.