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La vida en verso

Luis Pastor. Foto. Rtve.es

Montero Glez

Hagamos memoria. Hubo un tiempo en el que los cantautores pusieron banda sonora a nuestra vida y, por extensión, a nuestra lucha. Franco estaba dando su último boqueo y en las catacumbas de la resistencia se entonaban cánticos que servían para avivar conciencias.

Era lo que entonces se conocía como canción protesta y que se divulgaba por lo bajini y con el magnetismo encubierto de lo prohibido. Discos de cantautores exiliados, como Paco Ibañez, llegaban a España ocultos entre los ponchos y las trencas de quienes se atrevían a cruzar con ellos la frontera, jugándose la libertad e, incluso, la vida. Por menos te fusilaban. Eran tiempos difíciles, donde el peligro acechaba a la vuelta de cada esquina; tiempos de lecturas prohibidas y de acciones encubiertas con música de fondo a la que nunca faltó sordina. Entre todos aquellos cantautores, destacaba Luis Pastor -el Luispas- debido a su originalidad a la hora de poner quejas por escrito y hacerlas canción. Oriundo de Cáceres y vecino de Vallecas, el Luispas se entregaba en cada recital como si fuera el último. Hay que advertir que la mayoría de los cantautores de la época no cuidaban para nada la música, es más, primero hacían la letra y luego se dejaban acompañar por los tres acordes de siempre, dando igual el elemento armónico. Pero con Luis Pastor, el asunto era diferente. Investigador de las raíces de nuestro folclore de secano, Luis Pastor lo fertilizó con lluvia de los trópicos, hasta conseguir un sonido único que se convirtió en su sello personal.

Regresamos a Vallecas

reanudamos nuestra vida

con la lección aprendida

y las ganas de luchar

transformar la realidad

que sangraba por la herida.

Las comparaciones son injustas, pero, llegados aquí, es de ley hacerlas entre el Luispas y los demás, ya que, no sólo había una diferencia en lo musical, sino también en la conciencia crítica, o mejor dicho, en la falta de la misma. Baste el ejemplo de los Víctor Belenes y las Anas Manueles, estómagos agradecidos que igual le hacían una oda a Franco como que se ponían de cabeza de cartel en los festivales comunistas.

Se diluyeron los sueños

y también las utopías

lo que mis ojos veían

no era sólo blanco y negro

el reflejo de otro espejo

el paisaje ensombrecía.

Así les fue a unos y así les fue a otros y otras. Mientras los Belenes y las Manueles eran bendecidos por una industria fonográfica que aún conservaba tufo a cera Pascual, al bueno del Luispas se le fue orillando del circuito comercial. Su lucha tuvo -y tiene- un precio que sale caro en un país como el nuestro, donde los herederos del franquismo se refugiaron en los partidos políticos al igual que las cucarachas se refugian bajo los muebles de la cocina cuando enciendes la luz: “¡Mírala, mírala, mírala, mírala!”

De estas cosas y de otras, pero contadas en verso, va el libro que se ha marcado el Luispas y que salió hace ya unos meses en una edición conjunta de Nórdica con Capitán Swing, dos de las editoriales de referencia actuales. El libro se titula ¿Qué fue de los cantautores? y es todo un muestrario de sentimientos, memoria y harapos de banderas rotas. Ahí van otros versos:

La música popular

la que cantaba a la vida

la canción comprometida

sonaba en todos los frentes

y en las lenguas diferentes

aunque fuera perseguida.

De aquellos tiempos gris marengo, donde escuchar a Luis Pastor sumaba siglos de condena, hasta hoy, han pasado muchas cosas; tantas que, bien miradas, vienen a ser las mismas. Los hijos del franquismo se reconvirtieron a la doctrina neoliberal y las gallinas de los escudos de entonces pasaron a ser gaviotas. Nos cambiaron el yugo por otro más holgado, pero los hijos y nietos de los perdedores de la guerra seguimos denunciando las mismas fatigas.

Cada uno en su trinchera

haciendo de la poesía

nuestro pan de cada día.

El libro de Luis Pastor nos cuenta la vida de un hombre que vivió la censura, los porrazos de goma de los grises, los pescozones de la industria fonográfica, el vacío de falsos compañeros y la instrumentación de una casta política que siempre buscó la foto; en definitiva, la vida de un hombre comprometido con la causa justa que vivió -y por eso sigue vivo- cantando y contando su vida en verso. Lean el libro del Luispas. No se arrepentirán.

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