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Europa, ausente

Ricard Pérez Casado

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Nueve de mayo, día de Europa, Día de la Victoria contra el fascismo en la mayoría de los pueblos europeos. Acompaño a mi amigo Vicent Garcés, Presidente de la Fundación Asamblea de Ciudadanos y Ciudadanas del Mediterráneo (FACM), un instrumento de la sociedad civil para la tolerancia, la paz y la comprensión de las diferencias culturales y religiosas de los pueblos del Mediterráneo entre otros objetivos. El día 11 se constituirá el Círculo de la ACM en Sarajevo, el primero en Bosnia-Hercegovina tras los constituidos en Eslovenia, Croacia, Montenegro, Albania y Grecia. La FACM cierra así el mapa de su presencia en todos los países bañados por el Mediterráneo El 10 visita a Mostar, al Centro por la Paz y la convivencia multiétnica, acompañados por Alija Behram y la arquitecta profesora Maja Roso.

Emociones reavivadas, sentimientos encontrados. La reconstrucción avanza no siempre al paso que sería deseable, las ruinas permanecen, señales indelebles casi veinticinco años después.

Visitas. Al estudio-taller de Alija Kucukalic, con su hija Esma y su nieto hispano-bosnio Ali. Un escultor de reconocido prestigio internacional, asesinado a los 52 años, cuando pese al asedio volvía de la Facultad de Bellas Artes a este mismo estudio. Autor de la conmovedora estatua del abandonado Memorial a las ejecuciones ahora en territorio de la Republika Srpska. Estatua mutilada, que sobrecoge además en su sobrio gesto: el brazo amputado añade mayor tragedia, agrega la saña de la especie por la destrucción. Puede que esté en manos de algún coleccionista. Murmuro que si un día se recupera el Memorial que no se reconstruya la estatua como homenaje a todas las víctimas.

El “paredón” de Sarajevo. Más de 11 000 nombres. Una familia con 22 ejecutados, de los 16 a los 70 años, 1942. Nombres. Montijo, Pérez, los antiespañoles según el deseo del Dictador y su cuñado. Simples Rot-spanier, apátridas, en la jerga del socio nazi. Verdugo, Toledano, Espinosa, los nombres de los sefarditas. La llama encendida por la celebración europea, cuatro coronas, una de la OSCE, pequeñas lámparas y ramilletes de flores silvestres al pie de las losas con el nombre de algún familiar. Y ahora otros 11 000 cuyos nombres no figuran.

En el corazón de Europa, a una hora de vuelo de Viena.

Mostar. Un millón de turistas deambulan anualmente por el puente reconstruido, el Stari Most, por las callejas de la Stari Grad, la ciudad antigua convertida en bazar, incluida la morbosa contemplación de los edificios con los impactos de obuses, granadas, balas de fusil, en ruinas, por nadie recuperados en la orilla Oeste, la frontera invisible con la comunidad croata cuyos ciudadanos tienen derecho a pasaporte de la República de Croacia, por tanto de la Unión Europea. Otros miles, creyentes católicos, se encaminan a Medjugorje, prosternados ante una aparición de la Virgen sobre la que tuvo dudas el obispo -- mariólogo además-- de Mostar en 1996 y sobre la que no se ha pronunciado de modo definitivo el Vaticano. Parece que una parte de esta multitud ha tenido sus efectos en los seguidores de la extrema derecha local, española y valenciana.

La suave brisa del Neretva no impide escuchar palabras estremecedoras. “Aires de guerra”, esta estrecha franja de tierra y gentes entre la OTAN de Croacia y Montenegro, y los ecos de la Rusia de Putin. En medio. Sin instituciones, que los Acuerdos de Dayton (1995!) y las gestiones del Alto Comisionado, de la UE, no han conseguido más que la permanencia de clanes rejuvenecidos que pertenecen a los mismos que se enfrentaron en la guerra. Eso sí, con provechosos resultados para sus economías sumergidas. A nadie parece interesar salvo al salafismo saudita que construye mezquitas, impone sus rigores y eleva centros comerciales para que algunos de sus hipócritas creyentes pasen el Ramadán lejos del desierto.

El Círculo ACM de Sarajevo se constituyó. Gente noble, culta, sin mácula de confrontación. Spahic, un referente de cultura europea, con relaciones entre nuestros intelectuales, los Goytisolo por ejemplo; el profesor Hadzimejlic, restaurador del patrimonio de Bosnia. Gente joven, una abogada políglota y de ocupaciones universales; la joven directora de un museo nacional y del asedio de cuatro años con amplias raíces ciudadanas, sin financiación porque el Estado BiH, las dos entidades de Dayton, no se ocupan de estas cosas. Contra la memoria, a favor del olvido. Imposible evitar el recuerdo de la vecindad española, de buenos y malos.

De vuelta escucho a un candidato a eurodiputado argumentar la imposibilidad de Escocia de permanecer en la UE si se independiza. “A la cola, como Serbia”, con el aire de quién además de reforzar su perfil derechista estigmatiza a todos con una Serbia apestada. Apestada y como los demás olvidada también.

Ya no hay portadas de periódico, pantallas de TV ensangrentadas. No son noticia. La semilla del odio no se ha erradicado, permanece como el bacilo de Camus a la espera, agazapada en el miedo de las gentes silenciosas. Las que esperan que la UE, que la mal llamada comunidad internacional, impulse una coalición por la paz, y no la sarta de coaliciones para la guerra que asoló esta hermosa tierra y ahora emprende aventuras, nuevamente, en el Mediterráneo oriental, en Siria, como ya hiciera en Irak, y con los “aliados” de regímenes transparentes en Yemen. Esta UE y comunidad internacional que cierra los ojos ante al autoritarismo egipcio y otros, o que impidió a Turquía incorporarse definitivamente al espacio que deseó su fundador, Atatürk.

El candidato de la euroderecha expresó su convicción profunda. El amo está al otro lado del Atlántico, lejos del Mediterráneo y de sus gentes, sus subordinados como él mismo en los bien retribuidos refugios de Bruselas o Estrasburgo.

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