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Emancipación tardía y precaria

María Rodríguez Alcázar

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Mi amigo Luis nos contaba con gran alegría en uno de nuestros encuentros navideños que por fin se va a emancipar. Lejos de irse a una casa recién reformada en la ubicación de sus sueños, se muda a la casa de su abuela. Ella, que ya está mayor, se va a casa de uno de sus hijos y le deja a Luis el hogar donde ha vivido siempre. El trato con el que abre su proyecto de vida en solitario a los 27 años es que cuide de la casa, la mantenga intacta y pague las facturas. Yo ya había estado allí antes: es esa típica casa de abuela, empapelada de arriba abajo con fotos de hijos y nietos en momentos importantes, candelabros y cortinas horteras, a juego con el gotelé de la época de la polca.

En el grupo de amigos nos reíamos al imaginar la próxima fiesta en casa de Luis, brindando junto a la foto de graduación de su madre. “Lo que tenéis es envidia, que yo al menos me puedo ir de casa”, nos decía. Y lo cierto es que razón no le faltaba. El resto seguimos soñando con nuestra emancipación, aunque no era esa exactamente la forma en la que la imaginábamos.

Hablando estos días sobre la noticia de Luis, con frecuencia escuchaba comentarios del tipo: “Si es que en casa de vuestros padres vivís muy bien, los jóvenes de hoy en día no os queréis emancipar”. No os digo yo que no haya casos, pero os aseguro que la situación es bien distinta. España se sitúa a la cola europea de la emancipación juvenil. Según Eurostat, mientras que la media en la UE para salir de casa son los 26 años, en España nos emancipamos ya cumplidos los 29. No porque no queramos, sino porque no podemos.

El Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España nos da algunos datos: mientras que en el último año (!) el precio de los alquileres ha aumentado casi un 8%, no lo hace al mismo ritmo el salario que recibe una persona joven, que es de 930€ de media. Esto hace que una persona joven, para poder emanciparse en solitario, deba invertir en alquiler el 94,4% de su salario, muy por encima del 30% recomendado por el Banco de España como umbral de sobreendeudamiento. Dicho de otra forma, acceder a una vivienda siendo joven es una misión imposible.

El caso de Luis no es una excepción: el 12% de las personas jóvenes que se emancipan en España lo hacen por medio de la cesión de una vivienda. Acceder a una hipoteca es inalcanzable para una persona joven. Por su parte, alquilar un piso no es compatible con la precariedad laboral que vivimos: trabajamos menos horas de las que querríamos, con salarios que rozan el mínimo legal o encadenando contratos temporales de siete días, un mes o, con suerte, un año.

Pese a que han aumentado quienes buscan alquilar o comprar una vivienda, más del 80% de las personas jóvenes en España no pueden marcharse de la casa de sus padres. Y quienes sí, ¿en qué condiciones lo hacen? La juventud es el colectivo de edad con mayor riesgo de pobreza y exclusión social. De hecho, una de cada cinco personas jóvenes que trabaja es pobre, lo que hace que la emancipación además de tardía, sea precaria. Pisos compartidos cuando nos gustaría vivir en solitario, habitaciones sin ventanas, cuchitriles de 8m2, problemas para pagar las facturas, dieta de dudoso aporte nutricional… Eso es lo que hay detrás de ese 18% de la juventud emancipada. En conclusión, las personas jóvenes nos emancipamos tarde y de forma precaria.

Así que bueno, la conclusión de mi grupo de amigos es que Luis ha tenido mucha suerte y, en realidad, nos alegramos bastante: al menos él se puede emancipar y emprender su proyecto de vida en solitario –no sin la generosidad de su familia, dicho sea de paso. Ahora aún le cuesta llegar a final de mes, pero quizás en unos años pueda plantearse alquilar algo o entrar en una hipoteca, dependerá de su trabajo. Pedirle al 2020 parques públicos de vivienda y políticas contra la precariedad laboral juvenil no parece excesivo. Las personas jóvenes nos queremos ir de casa, queremos desarrollar proyectos de vida independientes y emancipadores, y los queremos con garantías de estabilidad, sin depender de la suerte o del colchón familiar.

*María Rodríguez Alcázar, vicepresidenta del Consejo de la Juventud de España

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