La comunidad LGTBI del Líbano, convertida en chivo expiatorio de la grave crisis socioeconómica
Cuando los extremistas cristianos de Soldados de Dios amenazaron recientemente un bar del barrio de ocio nocturno de Beirut durante un espectáculo de travestis, dejaron un mensaje escalofriante para sus clientes: “Os hemos advertido cientos de veces... esto es sólo el principio”. El grupo, cuyos miembros a veces van armados, ha amenazado en repetidas ocasiones lugares vinculados con la comunidad LGTBQ+, acusándolos de “promover la homosexualidad” en medio de un aumento de la retórica homófoba por parte de los políticos del país.
Hasta ahora, Líbano ha sido considerado un bastión de cierta tolerancia en comparación con otros países de Oriente Medio, con clubes y bares de ambiente gay en algunas zonas de la capital, además de organizaciones de la sociedad civil.
Estos espacios, relativamente seguros, florecieron a pesar de la creciente presión de los sectores conservadores de la sociedad libanesa. Sin embargo, las personas LGTBI afirman que han pasado de un ambiente de tensa tolerancia a ser el chivo expiatorio de los problemas del país.
En lugar de arreglar la maltrecha economía o exigir justicia tras la explosión mortal en el puerto de Beirut de agosto de 2020, algunas de las figuras más conservadoras del Líbano han apuntado a las personas LGTBI.
Desviar la atención pública
El activista Tarek Zeidan no puede evitar contestar con ironía a la pregunta de qué le parece el nuevo afán de los políticos por atacar a su comunidad. “¿Quién destruyó la familia libanesa, fuimos nosotros? O han sido las políticas económicas las que han provocado la completa disolución de la familia libanesa, muchas de las cuales se ven ahora obligadas a abandonar el país para trabajar en otros lugares”, dice Zeidan. “¿Quién ha destruido el tejido social? ¿Nosotros, que formamos parte de la sociedad desde sus inicios, o ellos?”.
Zeidan, director ejecutivo del grupo de defensa de los derechos LGTBI, Helem, añade: “Se está inventando un pánico moral para justificar la represión y desviar la atención pública de sus impopulares políticas”.
El líder del poderoso grupo chií Hezbolá, Hassan Nasrallah, ha criticado en varios discursos recientes a la comunidad LGTBI, declarando que los homosexuales deberían ser asesinados, acusando a grupos de la sociedad civil de promover la homosexualidad y describiendo a la comunidad como una “amenaza inminente para la sociedad”.
Tras el incidente, Human Rights Watch denunció un aumento del número de amenazas on line, lo que llevó a la aplicación de citas Grindr a tomar medidas inmediatas para proteger a sus usuarios.
Este verano, el ministro de Cultura en funciones del Líbano, Mohammad Mortada, ha liderado una campaña en contra del estreno de la superproducción Barbie, que ha recaudado más de 900 millones de euros en todo el mundo y ha hecho las delicias del público en otras partes de Oriente Medio, incluida Arabia Saudí. Según él, la película debería prohibirse por “promover la homosexualidad y la transformación sexual”, así como por “contradecir los valores religiosos y la moralidad”.
El veterano activista Georges Azzi, cofundador de Helem y de la Fundación Árabe para las Libertades y la Igualdad, que vive en el exilio tras ser acosado por su defensa de los derechos humanos, califica las declaraciones de Nasrallah como una forma de “escenificar un ataque contra nuestra sociedad y crear una guerra que puede ganar” su grupo.
En su opinión, los comentarios de Nasrallah buscan distraer a la opinión pública, especialmente del aniversario de la catastrófica explosión ocurrida hace tres años en el puerto de Beirut, que causó más de 220 muertos, miles de heridos y destrozos en varias zonas de la capital. “Cualquier tema que pueda distraer a la gente de esto, lo van a aprovechar”, afirma Azzi.
En los últimos años, Nasrallah ha criticado repetidamente a los homosexuales y a quienes se oponen al matrimonio infantil, afirmando que los homosexuales están “destruyendo las sociedades” y que los grupos que trabajan para combatir el matrimonio de los menores están “sirviendo al diablo sin saberlo”.
Sus recientes comentarios han suscitado una nueva movilización por parte de conservadores religiosos de múltiples confesiones, que afirman defender los valores tradicionales de la familia.
Criminalizar la homosexualidad
Un thinktank vinculado a Hezbolá ha publicado un proyecto de ley que prohibiría mencionar la homosexualidad en todas las instituciones, incluidos los medios de comunicación, y exigiría penas de cárcel por mantener relaciones homosexuales. Por su parte, un diputado libanés suní de la ciudad septentrional de Trípoli ha declarado estar preparando su propio proyecto de ley para criminalizar la homosexualidad.
El patriarca cristiano maronita (Iglesia católica de Oriente) supervisó recientemente una reunión ministerial a la que asistió el primer ministro interino, Najib Mikati, en la que abordó lo que para ellos son amenazas a la familia tradicional y advirtió de la existencia de una “narrativa revestida de modernidad, libertad y retórica de derechos humanos, que contradice los principios religiosos y éticos”.
Por su parte, el ministro Mortada -que intentó evitar el estreno de Barbie- ha proclamado repetidamente en las redes sociales su oposición ante lo que ha calificado de “promoción” de la homosexualidad y ha discutido con un pequeño grupo de diputados progresistas que proponen derogar una vaga cláusula del código penal libanés que penaliza la homosexualidad, castigada con hasta un año de cárcel.
Los verdaderos problemas
Activistas y grupos de defensa de los derechos humanos señalan lo que, en su opinión, son los verdaderos problemas a los que se enfrenta el país. Desde 2019, la mayoría de los ciudadanos libaneses no pueden disponer de sus ahorros en medio de una crisis bancaria y financiera paralizante. El bloqueo político y el descontento generalizado con los parlamentarios reinan en el país, que lleva casi un año sin presidente.
“Líbano se hunde”, afirma Ramzi Kaiss, de Human Rights Watch. “A lo largo de este año, el Gobierno y las autoridades libanesas han desviado la atención de su responsabilidad de gestionar esta crisis y de la necesidad de aplicar reformas muy necesarias, tanto en el poder judicial como en la economía, y han recurrido a un chivo expiatorio. En primavera fueron los refugiados y ahora son las personas LGTBQ+”.
El activista señala que “todo esto se produce en el contexto de un Estado que se desmorona, una crisis económica masiva, crisis en la educación, la sanidad y en el sistema penitenciario. Pero no son un problema para el Gobierno, en su lugar tenemos a políticos y funcionarios públicos tejiendo cortinas de humo como forma de desviar la atención de los problemas reales.”
Zeidan traza un paralelismo entre la escalada de la homofobia en el Líbano y las tácticas empleadas por gobiernos de todo Oriente Medio: un parlamentario iraquí propuso recientemente un proyecto de ley que podría castigar con la pena de muerte a los condenados por relaciones homosexuales, y encarcelar hasta tres años a los acusados de “imitar a las mujeres”.
“Inventar este tipo de pánicos morales puede reportar fáciles dividendos políticos”, afirma Zeidan. “Así, se aleja la atención de problemas como el suministro de electricidad y agua, la devaluación de la libra libanesa y la crisis que atraviesa Líbano para hablar de una amenaza intangible e invisible de personas con una conducta desviada y la homosexualidad que podría dañar a tus hijos”.
Traducido por Emma Reverter.
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