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Biomasa: la renovable neutra para las instituciones que las asociaciones ecologistas califican de “energía negra”

Biomasa forestal

Iván Fernández

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En el año 2019 las renovables crecieron un 10,7% y batieron récord histórico de megavatios vertidos al sistema eléctrico. La eólica y la fotovoltaica fueron las protagonistas principales, pero hay un personaje secundario que también ha crecido considerablemente. Se trata de la biomasa, una renovable “gestionable” que no depende de si hace sol o viento y que buscar ser complementaria al resto, pero que no tiene el respaldo necesario del Gobierno en comparación con otros países europeos. España es el tercer país del grupo comunitario por recursos biomásicos y el octavo por consumo.

A través de la quema de los desechos forestales, agrícolas y ganaderos, la biomasa es capaz de generar energía eléctrica y térmica. A priori, una práctica sostenible (la UE y el Gobierno la consideran neutra en emisiones), pero la sombra de la sospecha se cierne sobre ella. Desde el sector aseguran que el CO2 emitido se compensa con el capturado por las plantas y árboles durante su ciclo de vida. Sin embargo, las asociaciones locales de las regiones productoras y varios estudios aseguran que no es una energía limpia ya que por sus chimeneas emiten gases nocivos para la población y la naturaleza.

“Hacen un truco contable. Para fomentarla se dice que se va a entrar con una contabilidad cero emisiones, pero sabemos que no es real. Todo el proceso de extracción, gestión y transporte y, cuanto más grande sea la central, se basa en emisiones fósiles”, comenta Javier Andaluz, responsable de energía y clima en Ecologistas en Acción. “Si tu haces una gestión forestal pequeña, con recursos sostenibles y en relación con el medio ambiente, lo que producirías de emisiones sería casi despreciable. ¿Cuál es la realidad? Peletizados y arboles enteros, muchos de ellos importados con lo que supone la emisiones del transporte”, declara.

Para Margarita de Gregorio, directora de la asociación empresarial APPA Biomasa, esto no es así. “Esta energía es muy buena porque está ahorrando dinero para ministerios y consejerías, para el medio rural, para la prevención de incendios, para economía circular, para las emisiones y para la gestión de residuos”, explica. De Gregorio cree que el auténtico desafío del sector es que se llegue a considerar la biomasa en todo su conjunto, algo que de momento no han conseguido.

Una “energía negra” y “tóxica”

La semana pasada más de un centenar de asociaciones locales se agruparon para remitir una carta al Gobierno para que parara las incineraciones. “Exigimos al Gobierno de España que, tras la Declaración de Emergencia Climática aprobada por el Consejo de Ministros, incluya de modo claro y explícito en el proyecto de Ley de Cambio Climático la prohibición de la incineración. No es coherente ni admisible que se estén anunciando 100 medidas urgentes contra el calentamiento global y al mismo tiempo se permita una práctica industrial tóxica, que atenta gravemente contra la salud de las personas y del medio ambiente”, rezaba el texto remitido a Pedro Sánchez, Teresa Ribera y Pablo Iglesias

Dentro de las incineraciones incluían la generación de bionergía a través de biomasa. “Es una energía negra, usar como combustible biomasa (tanto agrícola y forestal como industrial o derivada de residuos) no es energía limpia ni sostenible. La incineración de biomasa no solo emite a la atmósfera dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero, sino otros componentes tóxicos como partículas en suspensión, dióxido de nitrógeno, azufre e hidrocarburos que perjudican gravemente la salud humana, animal y vegetal. Además supone un desincentivo al compostaje y abre una puerta de entrada a la incineración”.

Desde el movimiento anti-incineración aseguran que se basan en estudios internacionales como La mortalidad por cáncer en municipios y ciudades situadas en las proximidades de incineradoras; y el más reciente, de 2015, La mortalidad por cáncer en las ciudades en las proximidades de las instalaciones para la producción de cemento, cal, yeso y óxido de magnesio. “Estas investigaciones constatan mayor riesgo de muerte por cáncer en los municipios en un radio de 5 kilómetros”, aseguran.

Cuatro nuevas plantas y 200 MW más

Desde el sector y las instituciones, la biomasa se considera un elemento clave para la descarbonización de la industria y su transición hacia un modelo más sostenible. Una segunda vida para las plantas de carbón, gas o incluso nucleares. Es el caso de alguna de las plantas que se han puesto en marcha en los últimos meses gracias a la subasta de biomasa eléctrica celebrada en 2016 y que entró en vigor en 2019. 200 megavatios (MW) de bioenergía que se reparten en las plantas ya en funcionamiento de Ence en Puertollano (Ciudad Real) y Huesca y las que se espera que en los próximos dos meses arranquen: la planta Greenalia en Curtis (A Coruña), y Forestalia en Cubillos del Sil (León). Una vez activos, la biomasa pasará de una producción anual de 518 MW a 718 MW.

“Están planteando proyectos de centrales con capacidades energéticas muy grandes que requieren abastecimientos que van mucho más allá de la extracción sostenible de la madera”, denuncia Andaluz. “Se tiene que apostar por la biomasa en usos domésticos. Modelos muy locales y asociados a los recursos reales que se den en el territorio. Convertir la biomasa en una de las fuentes principales de energía eléctrica es un error, tenemos la energía eólica y fotovoltaica”, opina.

Desde la Coordinadora Estatal de Plataformas contra la Incineración de Residuos consideran la transición hacia una combustión de recursos biomásicos como una estafa de la que se se lucran las industrias cementeras, térmicas y demás incineradoras que reciben cuantiosas subvenciones por los derechos de emisión de CO2. “Con el pretexto de paliar el cambio climático, en realidad las Administraciones están pagando por deshacerse como sea de sus toneladas de basura, que no saben cómo gestionar”.

Uso térmico alternativo al gas

Entre los hogares, la biomasa es la renovable más usada por su capacidad de generar energía térmica. Según el Perfil Ambiental de España elaborado por el Ministerio de Transicción Ecológica, la biomasa es la energía renovable más usada por los hogares con un 91%. Mientras que el informe anual de Indicadores de 2018, elaborado por el Ministerio de Agricultura, refleja que la biomasa que se emplea principalmente es leña y es mayoritariamente utilizada en los hogares para la calefacción, con el 89,1%, mientras que para el agua caliente sanitaria se utiliza el 9,9% y para cocinar el 1,1%.

Pero su uso térmico no solo se limita a hogares, desde lo público también están fomentando su uso como alternativa al gasoil o gas. En el borrador del Plan de Energía y Clima del Gobierno una de las medidas es el “aprovechamiento de la biomasa en instalaciones públicas”. Según la Asociación de Empresas de Redes de Calor y Frío (ADHAC) en España hay 310 redes de calor alimentadas por biomasa. Una de las más grandes es la que opera desde 2015 en la Universidad de Valladolid. Con tres equipos de combustión de biomasa de parrilla fija y uno de parrilla móvil que proporcionan una potencia de 19 MW, se abastecen de agua caliente y calefacción a 28 edificios a través de unas tuberías que alcanzan los 12 kilómetros de longitud.

Tras la última ampliación, que conectó el suministro al Hospital Clínico, el consumo anual alcanzó las 11.000 toneladas de astilla forestal. El uso de esta tecnología ha logrado evitar la emisión de 9.740 toneladas de dióxido de carbono al año. El proyecto fue financiado por el BEI (Banco Europeo de Inversiones) y los Fondos FEDER y fue adjudicado por 5 millones de euros más IVA.

Pero las redes no solo son para edificios públicos, hay varios proyectos que buscan abastecer barrios enteros. Uno de ellos es el que se está llevando a cabo en Móstoles (Madrid) para dar servicios a casi 7.500 viviendas que antes utilizaban gas natural o gasoil. Esto supondría una reducción de emisiones de 30.840 toneladas de CO2 anuales, una cifra que supone un 7% de los compromisos de reducción adquiridos por la ciudad con la firma del Pacto de los Alcaldes, según estima el ayuntamiento.

A pesar de estos proyectos pioneros, España aún está lejos de los países de su entorno. En el estudio Biomasa en España, publicado por Fedea, se resalta que la producción de energía térmica a partir de biomasa ha ido progresando lentamente en España y actualmente se consumen en torno a 4.000 kilotoneladas equivalentes de petróleo, mientras que en otros países europeos de características similares como Francia o Italia están en torno a 10.000 kilotoneladas y 7.100 kilotoneladas, respectivamente.

Un generador de empleo para las zonas rurales

El Gobierno reconoce en el borrador del Plan de Energía y Clima que la biomasa conlleva elementos de valor añadido además de su potencial exclusivamente energético. “En particular permiten la dinamización del entorno rural y mitigan el riesgo de despoblación, así como favorecen una mejor adaptación de determinados territorios a los efectos del cambio climático. La biomasa puede desempeñar asimismo un papel instrumental en el ámbito de la transición justa”, reza el texto.

En el mismo sentido se muestra Margarita de Gregorio, directora de la asociación empresarial APPA Biomasa: “En los pueblos donde hay plantas casi todo el mundo vive de ella. Si no es tu marido es tu primo, si no trabaja en la instalación lo hace en la recogida o el traslado”, afirma. “Hasta las gasolineras nos decían que los camioneros que van allí se paran a comer. Para un pueblo es muy bueno, es como una onda expansiva. Genera mucho empleo indirecto”, comenta la directora del lobby de la biomasa.

Varios estudios apuntan que por cada MW se generan 27 empleos. Si tenemos en cuenta los últimos 200 MW introducidos en la red, serían 5.400 empleos repartidos de la siguiente manera: 1.350 en Puertollano, 1.269 en Huelva, 1350 en Cubillos del Sil y 769 en Curtis. Esto es una estimación que tienen en cuenta los empleo directos e indirectos. Según anunció Forestalia en la presentación de su planta en Cubillos del Sil, generarían 450 empleos directos. Desde Ence no aclaran exactamente el número de empleados y se remiten al ratio MW/empleos y Greenalia estima que crearían alrededor de un centenar de empleos directos.

La capacidad de generar empleo, según apunta un estudio realizado por Ence, podría ser de 90.000 puestos de trabajos nuevos si se utilizará toda la biomasa excedentaria para instalar 3,4 GW de generación.



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