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El mercadillo financiero en el que inversores comercian con los préstamos rápidos y usureros

Publicidad de una de las empresas que vuelca sus préstamos en Mintos y permite invertir a particulares

Analía Plaza

Un señor albanés de 53 años pide un préstamo personal de 1.200 euros. Acude a Kredo, una empresa de créditos rápidos de su país, y lo firma a doce meses con una tasa anual equivalente (TAE) cercana al 97,5% — es decir, que cuando termine de pagarlo habrá devuelto a la empresa un total de 2.370 euros, casi el doble de lo que pidió. A 3.000 kilómetros de distancia, en Madrid, un joven español se abre cuenta en una web, transfiere diez euros y los invierte en el préstamo del señor. No es el único: con sus diez euros, acaba de unirse a otros 41 inversores individuales que han colocado entre diez y cuarenta euros cada uno. Cada vez que el señor ejecute su pago mensual, parte de los intereses (céntimos, en muchos casos) se repartirán entre todos sus prestatarios.

El señor no tiene ni idea. Si todo sale bien, en un año el joven habrá ganado 1,25 euros, un 12,5% de rentabilidad anual. Es una cifra muy alta, lejana a la que ofrecen algunas de las cuentas bancarias actuales (que llegan como mucho al 5% anual el primer año, aunque la mayoría es muy inferior), a la que ofrece la inversión en vivienda (en los distritos más rentables de Madrid está al 5% o 6% anual) o a la que ofrecen algunos gestores que invierten en fondos indexados, que se mueven en torno al 3%. Como en toda inversión, a más rentabilidad más riesgo: la probabilidad de que el señor albanés y Kredo no paguen es alta. Al menos así lo indica Mintos, la web en la que todo esto sucede y que en pocos años se ha convertido en el furor de su sector.

“Mintos es un supermercado financiero. Lo que hace es ofrecer los préstamos que dan los demás”, resume Eladio Delgado, presidente de la Asociación de Crowdlending Española (ACLE). La empresa, fundada en 2015 por dos ex-consultores financieros de Letonia, empezó siendo una plataforma de préstamos entre particulares clásica —donde uno pide cierta cantidad y cada uno le deja un poquito— pero rápido se dio cuenta de que había mucho más negocio en agrupar los préstamos de todos las empresas de préstamos rápidos del mundo y permitir a inversores participar. Es ya una empresa rentable (raro para ser una 'startup' con cinco años de vida) que ha captado poca financiación ajena para crecer: solo siete millones de euros de un fondo de capital riesgo letón. Hay otras similares (Twino o Grupeer), pero por el volumen que financia Mintos gana por goleada.

Así, en la web es posible encontrar préstamos emitidos en países como Letonia, Rusia, Moldavia, Rumanía, Vietnam, Armenia, México, Colombia, Reino Unido o España. Los inversores (182.500 hasta la fecha) proceden de lugares “con capital disponible, cultura de ahorro e inversión”, según el CEO, Martins Sulte. Entre los que menciona están Suiza, Alemania, Holanda y también España. “Mintos es popular en España”, dice Sulte. “Hemos ganado tracción”.

Los ricos prestan a los pobres... y se llevan comisión

Begoña Vicente es especialista en fintech (tecnología financiera) y nuevos modelos de banca digital. “En España nos puede parecer abusivo. Si aquí un préstamo te lo dan al 5% en el banco y al 10% en una financiera, en uno de estos países del norte de Europa pueden darlo al 25% o 30%”, comenta. “Los sueldos son distintos, las economías también. Hay que tener estómago, porque hay quien considera que es usura. En cualquier caso, esto es una inversión de riesgo y microsegmentada: algunas inversiones van a corto plazo, otras a medio, otras son préstamos para agricultura... Las empresas cogen todos sus préstamos, financian una parte y el resto lo meten ahí”.

Para el CEO de la compañía, el producto con el que comercian responde simplemente a la llamada del mercado. “Desde la perspectiva del consumidor, es gente que dice: necesito dinero y no tengo otra opción. Los intereses pueden ser superiores al 50%, pero es porque al ser préstamos pequeños y pasar la cuota al porcentaje anual, sale un número alto”. El prestatario tipo es aquel que no tiene liquidez, que necesita unos cientos de euros prestados para afrontar la vuelta al cole, un imprevisto, una multa o unas vacaciones.

Hasta la fecha, el mercadillo ha financiado 3.284 millones de euros en préstamos, casi la mitad de ellos personales y el resto a corto plazo, para la compra de coches o, en menos ocasiones, hipotecas. Entre los emisores, las empresas que dan préstamos, hay varias que prestan a clientes españoles: Fireof, Dindin, Lendrock, Creditstar, Dineo, Rápido Finance e ID Finance, que opera con las marcas MoneyMan y Plazo. Los préstamos emitidos en España suponen un total de 194 millones de euros, un 1,5% del total.

Son todas de préstamos rápidos, de esas en las que solicitas por teléfono, Whatsapp o web entre 300 y 1.000 euros para devolver en poco tiempo con condiciones abusivas (en Dindin ponen como ejemplo un préstamo de 100 euros a 30 días con intereses de 29,90 euros, lo que equivale a una TAE del 2311,29%). Es decir: que si usted ha pedido un préstamo a una de estas compañías en los últimos años, sepa que es posible que haya terminado troceado en esta web, con inversores de todo el mundo financiándolo y llevándose parte de la comisión.

Para ellos, es incluso posible revender los trocitos en el mercado secundario, conseguir liquidez y especular, porque se pueden vender más caros de lo que se compraron. No todos tienen intereses tan altos, aunque no son difíciles de encontrar. “Un 97% es usura y en España tendrían problemas”, considera el responsable de forofintech.org, una web especializada en el tema. “Es cosa del originador”.

¿Qué gana un emisor de préstamos volcándolos en la web de un tercero y dejando que otros inviertan? Dinero fresco para seguir prestando. “Estamos encantados de trabajar con Mintos porque para nosotros es una fuente de liquidez”, apunta Dmitry Gorokh, director de comunicación de ID Finance, una de las empresas que más préstamos vuelca y que tiene sede en España porque su mercado principal está aquí y en Latinoamérica. “Tenemos créditos 'revolving', inversión en 'equity' e inversión de capital riesgo. Esto es una forma de titulizar nuestros préstamos”. Habitualmente, la entidad que origina el préstamo paga un pequeño porcentaje y los particulares el resto. Titulizar significa convertir activos, generalmente préstamos, en valores negociables en el mercado.

La excesiva titulización de hipotecas de alto riesgo ('subprime'), el nombre técnico de esta herramienta empleada por bancos y entidades financieras para obtener liquidez, fue el origen de la crisis de 2008. Primero, la gente dejó de pagar sus hipotecas porque no tenía dinero; después, los inversores (que en este caso eran empresas dedicadas a la banca de inversión, como Lehman Brothers) dejaron de meter dinero en esos productos. Finalmente, el sistema se vino abajo.

Los inversores de Mintos se sienten respaldados en tanto que muchos de los préstamos que se ofrecen en la plataforma llevan una “garantía de recompra”: si a los 60 días del vencimiento del pago el señor albanés de turno no ha pagado, la empresa emisora del préstamo te devuelve el dinero junto a los intereses. Es lo que en finanzas se conoce como 'credit default swap' (CDS), un contrato entre comprador y vendedor que protege a este último a cambio de un poco menos de rentabilidad. Los CDS también jugaron un papel importante en la propagación de la crisis: cuando la gente dejó de pagar sus hipotecas, todo el mundo empezó a preguntarse quién iba a asumir esos costes y a desconfiar del mercado.

Una forma interesante de ver Mintos es como una herramienta para entender cómo funcionan los mercados de deuda y cómo se forjó la crisis. “En realidad, en esta plataforma haces lo que siempre han hecho los inversores profesionales pero sin el conocimiento de un profesional”, considera Patricia Suárez, presidenta de la asociación de usuarios financieros ASUFIN. “Hay una parte que puede ser interesante, pero falta educación financiera para saber discriminar los chiringuitos de las plataformas serias. Puedes perder todo el dinero invertido”.

Breve historia del 'crowdlending' español

El 'crowdlending' —que viene del inglés crowd, multitud, y lending, préstamo— no es nuevo en España. La pionera fue Comunitae, que también empezó dando préstamos de particulares a particulares y poco después pasó a dar préstamos de particulares a pymes a través del descuento de pagarés (muchos pequeños inversores adelantaban el cobro del pagaré a una empresa a cambio de cierta rentabilidad). Tras diez años de actividad, Comunitae cerró repentinamente dejando a decenas de inversores tirados. La causa del cierre tuvo que ver con un fraude dentro de la empresa, donde distintos emisores colocaron pagarés falsos a nombre de varias empresas con la complicidad de uno de los trabajadores, el analista de riesgos.

Desde entonces, han surgido varias compañías similares, casi todas enfocadas a préstamos empresariales: Colectual, Circulantis, October, MytripleA... “Esto nace en Estados Unidos a mediados de los años 2000 para colectivos que tienen menos acceso a la banca. Sumada esa ausencia de oferta al entorno en el que estamos, de tipos de interés casi cero, nacen el 'crowdfunding' y 'crowdlending' para mezclar oferta y demanda. Para un ahorrador, la rentabilidad es muy atractiva porque la que da el depósito de un banco es muy baja”, señalan desde ACLE. “Paradójicamente, el caso de Comunitae fue positivo para el sector en España. En la asociación se impulsó el código deontológico con normas estrictas para asociados. Tienes bancos que han sido rescatados: creo que no es comparable”.

En España, el conjunto de plataformas de 'crowdlending' mueve 120 millones de euros anuales, muy poquito al lado de lo que mueve Mintos y aún menos al lado de lo que mueven las grandes internacionales, como Lending Club (Estados Unidos) o Funding Circle (Reino Unido).

“Mintos es Champions League”, indica José María Ferrer, fundador de Colectual (préstamos colectivos a empresas). “Aquí va más lento de lo que debería, en gran parte debido a las restricciones que ha impuesto la CNMV al negocio. Funding Circle vino a España, estuvo un año y se fue porque la CNMV no la autorizó. Debería ser algo que las autoridades potenciaran por varios aspectos: porque existe mucha concentración bancaria y porque las empresas tienen pocas puertas a las que llamar cuando necesitan financiación. Pero por parte de los reguladores existe cierto proteccionismo a las entidades financieras”.

A vueltas con la regulación y la usura

Hay dos cuestiones que evitan que el 'crowlending' florezca en España y que hacen que al mismo tiempo el mercadillo de Mintos sea considerado el maná de la inversión. Por un lado, la regulación de las plataformas. La ley 5/2015 de fomento de la financiación empresarial excluye el descuento de pagarés (lo que hacía Comunitae), lo que hace que muchas de las compañía de este tipo nacidas en España operen fuera de su supervisión.

“Como no es un préstamo, se ha quedado al margen. Y no es lo mismo que tú le digas a la gente que estás habilitado por la CNMV que no”, dice el responsable de forofintech.org. “Circulantis funciona muy bien, pero se ha quedado fuera”. Entre las plataformas autorizadas, menos de 30, hay varias de inversión colectiva en vivienda, como Housers o Urbanitae: un promotor publica su desarrollo y mucha gente puede meter un poquito de dinero a cambio de rentabilidad.

Mintos tampoco está autorizada en España. Ni en Reino Unido, donde el regulador rechazó su solicitud el pasado mes de marzo. Es de origen letón, pero en Letonia aún no hay regulación, así que solo sigue “un código de buenas prácticas”. La legislación española también pone límites al inversor no particular y te prohíbe invertir más de 3.000 euros en una operación si no eres un “inversor acreditado”. Pero como la empresa no se rige por nuestra normativa, esos límites no aplican a sus usuarios. Y cualquiera puede meter 3.000 euros o más.

“Es la niña bonita”, concluyen desde forofintech.org. “Está ejecutada por dos tíos muy brillantes que han conseguido que la gente ponga su dinero ahí. Es una plataforma seria, pero es un sector donde la letra pequeña es compleja. Mintos es letona y está captando a inversores españoles aunque la ley española diga que el máximo es de 3.000 euros”.

Eso por un lado. Por otro, está el tema de la usura y el tipo de préstamos que entran buscando financiación. En España hay una Ley de la Usura que data de 1908, que sigue vigente y que establece que “será nulo todo contrato de préstamo en que se estipule un interés notablemente superior al normal del dinero y manifiestamente desproporcionado con las circunstancias del caso o en condiciones tales que resulte aquel leonino”. Una sentencia del Supremo de 2015 la aplicó y anuló un préstamo al 24% al considerarlo usurario.

“El Supremo dijo que usura era al menos el doble del tipo medio al que se están concediendo los préstamos. Se suele ir a la página del Banco de España y verlo. Si los préstamos personales están concediéndose al 6%, un 12% es usura”, señala Iván Metola, abogado de la empresa especialista en reclamaciones Indemniza.me. ¿Por qué hay entonces empresas en España que ofrecen préstamos de hasta el 2.000%, como Dindin? “No todas las entidades que conceden préstamos están sometidas al control del Banco de España. Esta gente escapa a su control. Hace falta que una de las partes demande. Y son préstamos de 100 euros, al final la gente los paga. Hay un nicho de usureros”.

“El mensaje es claro: si alguien te da un préstamo sin pedirte tu nómina, nivel de endeudamiento o capacidad de ahorro, ese préstamo será caro porque tendrás que asumir que un porcentaje importante de la gente no lo va a pagar”, concluye Patricia Suárez, de la asociación de consumidores ASUFIN. Respecto a que ese préstamo termine en un mercadillo letón sin regular y cuarenta particulares de todo el mundo terminen financiándolo, Suárez, que lleva años batallando contra los engaños de los bancos, ve una paradoja. “Las asociaciones de consumidores encontramos un punto de encuentro con los bancos. Cuando tienes un problema con ellos, los llevas a los tribunales y si ganas, te devuelven el dinero. Pero cuando tienes un problema con una de estas fintech no sabes dónde puedes reclamar y probablemente lo pierdas. ¿Quién protege a esos consumidores...?”

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