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Goirigolzarri, el 'bankero' que no pudo liderar BBVA pero presidirá el mayor banco en España

El presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri en la presentación de las cuentas de la entidad del cuarto trimestre de 2019. EFE/ Zipi/Archivo

Diego Larrouy

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“Tengo una gran experiencia en fusiones y he vivido de todo, fusiones que han salido bien y otras que han salido menos bien”. Así resumía una parte de su carrera José Ignacio Goirigolzarri (Bilbao, 1954) en su primera rueda de prensa desde que se ha conocido que será el nuevo presidente de CaixaBank. El banquero añade un hito más a su larga trayectoria en el sector financiero desde finales de los años setenta que le ha llevado a ser mano derecha de Francisco González en BBVA, tomar las riendas de una Bankia en el precipicio, y ahora, a presidir la mayor entidad española tras la fusión anunciada esta semana.

Goirigolzarri es uno de los últimos supervivientes de la clase alta bancaria previa la crisis financiera. Alumno de la jesuita universidad bilbaína Deusto, desarrolló el comienzo de su carrera en el Banco Bilbao y ya vivió de cerca su fusión con el de Vizcaya. Era director general del BBV cuando llegó la fusión con Argentaria, impulsada por Francisco González, y sobrevivió a la salida de los antiguos gestores de la entidad vizcaína. Junto a González ascendió en el banco BBVA hasta ser el consejero delegado, número dos de la entidad, desde el año 2001.

Los caminos de ambos se separaron y no de la mejor de las maneras. Goirigolzarri decidía dejar el banco en 2009 con la incipiente crisis financiera, cuando el presidente de la entidad, hoy señalado por el caso Villarejo, pretendió prolongar su edad de jubilación, lo que cerraba la puerta a su posible ascenso al cargo de primer ejecutivo del BBVA. Antes de eso, había capitaneado el desarrollo en América Latina del BBVA. Dejó la multinacional que había ayudado a construir por discrepancias con el que había sido su valedor, dejando el cargo a Ángel Cano, pero se llevó consigo más de 68 millones de euros de pensión.

Poco más de una década después, aquel presidente del BBVA ha caído en el ostracismo investigado por la justicia mientras su pupilo tiene ante sí la presidencia del mayor banco de España y uno de los más importantes de Europa. Aunque asume que su papel no será de liderazgo, puesto que su presidencia no incluye los poderes ejecutivos del banco, que sí tenía en la entidad nacionalizada que ahora desaparece. “El primer ejecutivo tenía que ser él, quiero dejarlo claro”, aseguró este viernes señalando a Gonzalo Cortázar, el consejero delegado de CaixaBank.

Tras su salida del BBVA se dedicó a distintas actividades durante unos años, mientras seguía mirando desde la barrera al sector financiero en el que él había desarrollado su carrera durante las dos décadas previas. Muestra de ello fue su faceta de bloguero. En su página personal escribió durante este tiempo decenas de textos donde se mostraba sus inquietudes sobre el proceso de la globalización, analizaba el papel del BCE al comienzo de la crisis de 2008, o daba muestra de su formación económica liberal, defendiendo mayores cotas de libertad para el empresariado como generador de riqueza.

Pero la carrera de Goirigolzarri en la banca no había acabado. En mayo de 2012 le llegaba la patata caliente de Bankia. Fue el elegido para sustituir a Rodrigo rato en una entidad al borde del rescate financiero. Se informó en su momento de que el exdirector del FMI había sido su valedor, pero lo cierto es que su nombramiento se produjo precipitadamente tras un fin de semana intenso con dos cenas entre el ministro de Economía, Luis de Guindos, Rato, el presidente del Santander, Emilio Botín; el del BBVA, Francisco González; y el de La Caixa, Isidro Fainé. Allí se trató el futuro de Bankia y los planes para sanearla, pero las versiones de los allí presentes no coinciden en si se forzó entonces a la dimisión de Rato.

Acompañado de José Sevilla y un nuevo equipo directivo, Goirigolzarri, apoyado en un rescate milmillonario, logró sacar adelante a la heredera de Caja Madrid y otras siete cajas de ahorros. Una de sus primeras decisiones fue mantener la marca pese a que estaba claramente dañada su imagen, en especial asociada a campañas como aquella unos meses antes en las que se proponía a los ciudadanos 'hacerse bankeros' comprando acciones en una salida a Bolsa desastrosa que ha acabado judicializada. “En 2012 era una marca tocada y gracias al esfuerzo de todas las personas se ha revitalizado. Es un caso para Harvard”, decía ufano este viernes.

Firme defensor del rescate y privatización

Fue él el encargado de acabar solicitando el rescate ante la situación inviable del grupo. Goirigolzarri se ha mantenido desde entonces al frente de un banco nacionalizado sin presentarse nunca como el presidente de una empresa pública. De hecho, ha sido firme defensor de la operación de rescate de Bankia, y a su vez, de su privatización. “No estábamos hablando de salvar a accionistas o banqueros, hablábamos de salvar a los depositantes”, apuntó de nuevo este viernes. Preguntado sobre si la fusión mejoraba la posibilidad de devolver las ayudas defendió: “es una pregunta que implícitamente conlleva que si no se recuperan todas es una mala decisión, y yo no estoy de acuerdo con eso”.

En una junta de accionistas, donde el 60% de la representación le correspondía al Estado, el banquero aseguró que había que privatizar para evitar que el grupo acabase “en la mediocridad y el rescate”. Y fue más allá al reivindicar que no debía servir de “instrumento de política económica”. Hizo estas declaraciones en 2019, un mes antes de las elecciones en las que Podemos apostaba por mantener a Bankia como banco público. En el programa de la repetición electoral, que acabó en una coalición entre PSOE y Unidas Podemos, la formación de Pablo Iglesias abogaba por cambiarlo de presidente de Bankia por alguien con interés por construir una banca pública. No prosperó la propuesta de mantener la entidad pública en la negociación del acuerdo de Gobierno y ahora Goirigolzarri mirará a una junta de accionistas, si se aprueba finalmente la fusión, donde el primer accionista ya no será el Estado, sino la Fundación La Caixa, presidida por Fainé.

Con él desaparece Bankia nueve años después de su creación. Fue el responsable de tomar las riendas del grupo en su peor momento, apenas un año después de su nacimiento, pero también será el encargado de echar el cierre de la última (por el momento) gran entidad financiera nacionalizada. “La desaparición de Bankia me da mucha pena”, aseguró en la rueda de prensa, “pero todavía tiene connotaciones muy negativas del pasado”.

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