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La reforma del recibo de la luz mantiene en las grandes eléctricas el control del precio

Una factura de la luz.

Andrés Gil

Algunos, sobre todo si hablan en nombre del Gobierno o las principales empresas del sector, lo llaman pool. Otros, si son activistas o miembros de algún partido de la oposición, lo llaman oligopolio. Eso sí, todos se refieren al mercado nacido en 1997 en el que se compra y vende electricidad cada día, tutelado por la operadora del mercado eléctrico OMIE, y que fija el precio de la luz por hora de un día para otro, con 24 horas de adelanto. El mismo mercado que, a partir del 1 de abril, marcará directamente el precio a los 16 millones de usuarios de la tarifa más común –de los cuales, 1,5 son pymes–.

Una vez que el Gobierno ha terminado con la subasta trimestral que establecía el precio fijo durante tres meses por “inflacionista” y, tras anular la última, la del 19 de diciembre, por “circunstancias atípicas” –antes llamada “burda manipulación” por el ministro de Industria, José Manuel Soria–, se supone que la luz será más barata para el consumidor.

Según cálculos del Ejecutivo, el antiguo sistema engulló 1.160 millones de euros extra por la diferencia entre el precio habitual del mercado y el que al final se fijaba en la subasta. El motivo: estas subastas funcionaban como una “garantía” para disponer de un precio fijo durante todo el trimestre.

En aquella subasta, las grandes empresas participaban pero, como era un mercado de futuros, sobre todo intervenían agentes financieros.

Justo lo contrario del mercado que ahora servirá de referencia: en él no operan los mercados financieros, sino las principales eléctricas. Como oferentes, esto es, como agentes que venden la electricidad que producen, aparecen fundamentalmente –en torno al 70%– empresas pertenecientes a tres grandes grupos: Endesa, Iberdrola y Gas Natural Fenosa. Es decir, centrales nucleares, hidráulicas, plantas de ciclos combinados y carbón. Además, intervienen las renovables.

En el otro lado, en el de la demanda, vuelven a estar las comercializadoras de los mismos grandes grupos que dominan la oferta (Endesa, Iberdrola, Gas Natural Fenosa, E.ON y EDP). Junto a ellos, algunos grupos independientes y consumidores cualificados (como Arcelor, por ejemplo, que por su gran volumen de compra puede dirigirse directamente al mercado).

El Gobierno ha anunciado que reformará este mercado antes del verano, si bien no ha adelantado grandes cambios. Más bien al contrario, fuentes del Ministerio de Industria insisten: “El mercado da señal de precio. Se puede intentar mejorar, pero funciona”.

¿Cómo funciona?

No todas las plantas que generan energía ofrecen su producto al mismo tiempo. Los primeros que entran son las renovables y las nucleares e hidráulicas, que ofrecen la energía a precio cero o muy barata. ¿Por qué? Pues porque las renovables no pueden garantizar que vaya a hacer sol al día siguiente a una hora determinada o la fuerza a la que vaya a soplar el viento.

Y las nucleares y las hidráulicas, porque ya están amortizadas y, como en el sistema actual la energía más cara es la que marca el precio a todas las demás, todo precio ya les resulta una ganancia. Su carácter marginalista hace que todas las tecnologías se retribuyan al coste de la más cara.

Después, ofrecen electricidad el resto de productores hasta completar la demanda de energía que calcula Red Eléctrica para toda España, y en el lugar en el que se cruzan la curva del precio de la oferta y la del precio que están dispuestos a pagar los demandantes es donde se fija el precio de la luz: eso sí, teniendo en cuenta que el 70% de la oferta y la demanda pertenece a los mismos, a las principales eléctricas, lo que da pie a la posibilidad de concertar acciones, políticas, e incluso precios (metiendo o sacando un par de centrales del sistema, por ejemplo).

Este proceso a veces se corrige para incluir plantas que han quedado fuera por motivos de precio si son imprescindibles para garantizar el abastecimiento en algún lugar, lo cual significa que a ciertas horas y en ciertas zonas, el suministro –que haya luz– puede depender únicamente de un proveedor.

El mercado, además de estar protagonizado por los cinco mismos agentes a los dos lados de la ventanilla, es opaco. OMIE, el que organiza este mercado, no facilita a qué precio cada planta oferta la electricidad.

No se da ningún tipo de dato, salvo el precio final una vez sumadas todas las ofertas de las diferentes plantas; un precio final que siempre queda fijado por el último, por el más caro, y que es el que servirá a partir del 1 de abril para calcular el precio diario –horario para quien tenga el contador digital– de la factura de la luz de los usuarios más comunes, 16 millones de familias y pymes.

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