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Paulina y Encarnita, pareja desde hace 43 años, vuelven a Extremadura para aplaudir el nacimiento de la Ley LGTBI

Encarnita (izquierda) y Paulina reciben emocionadas la aprobación de la primera ley extremeña de libertad sexual / JCD

Jesús Conde

Una historia como otras muchas: el docente que acaba en un pueblo dando clases y se enamora de la joven telefonista. Sin embargo es un relato diferente, incluso transgresor, porque se trata de dos mujeres extremeñas, que en plena dictadura franquista osaron vivir su sexualidad con libertad.

Paulina y Encarnita se fueron hace décadas de Extremadura. Acabaron en Barcelona, donde han vivido su relación en libertad, bajo el respaldo que otorga el anonimato de una gran ciudad y fuera de las presiones que les restringían. Las losas familiares y sociales que no aceptaban su historia de amor, la moralidad que aconsejaba a las muchachas buscarse un novio y tener hijos.

Ambas han regresado a Mérida para contemplar cómo se aprueba este jueves en la Asamblea de Extremadura la primera ley LGTBI de la región. Son momentos de recuerdos, emociones, sentimientos a flor de piel. Porque estas mujeres, que siempre intentaron disimular su relación en su tierra, han regresado esta semana con la cabeza bien alta. Vienen a celebrar lo que consideran un avance de gigantes.

Una es de El Torno, y la otra de Zorita, dos pequeños municipios de la Extremadura rural. Tienen 65 y 63 años, aunque viven este momento con la misma euforia adolescente que se siente con el primer amor. Porque para Paulina y Encarnita esta ley es un homenaje para todos aquellos gais, lesbianas, transgénero e intersexuales que han luchado por sus derechos.

Para todos aquellos extremeños y extremeñas que han sido víctimas de la homofobia social, laboral o moral. Y por supuesto, según destacan emocionadas, en memoria de todas todas aquellas personas que se fueron y no van a vivir este momento.

“La historia de dos lesbianas en una dictadura”

Estas mujeres ya han superado los fantasmas que antaño les impedían hablar con naturalidad de su sexualidad. Ahora hablan abiertamente de su relación de pareja, de que son lesbianas.  “Cuando sales del armario, ya no quieres entrar de nuevo. Es como liberarse de una prisión emocional, tras sufrir un estado que ataca a todo el sistema nervioso”, según define Paulina.

Y la verdad que no ha sido fácil llegar a este estado de tranquilidad emocional con el franquismo dando sus últimos coletazos, con sus familias en contra y rodeadas de toda serie de cortapisas.

Su historia de amor nació en Zorita, a donde fue destinada Paulina como profesora con un programa de alfabetización. Por aquellos entonces una jovencísima Encarnita trabajaba de telefonista. Ambas recuerdan con todo lujo de detalles el comienzo de su relación: fue un 26 de noviembre, a las diez de la noche, de 1972. Lo recuerdan entre risas.

Eran vecinas, vivían una enfrente de la otra, y tenían que esconderse para vivir un noviazgo que por aquellos entonces no era comprendido ni estaba bien visto. Disimulaban entre bailes, paseos con las amigas y veladas en la discoteca. Aunque pronto le llegaron los comentarios al padre de Encarnita. Le decían que su hija “pasaba mucho tiempo con la maestra esa”. También por parte del cura, que sentenció su relación afirmando que la amistad que había entre ambas “no les convenía”.

Pero se equivocó. Su amistad perduró, y lo que comenzó como una relación de amor loco, en plena efervescencia juvenil, pasó a consolidarse en una pareja que se casó cuando se aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo en este país.

“Nunca supe que a dos mujeres juntas se les llamaba tortilleras”

Aunque claro, en medio han vivido muchas dificultades. Ambas reconocen que no tenían ni idea de lo que era la homosexualidad, y menos una relación entre mujeres. “Nunca supe que a dos mujeres juntas se les llamaba tortilleras. La primera vez que lo escuché fue en boca de mi madre”, lamenta Paulina, que cuenta que su madre murió sin aceptar su relación.

Pero vienen nuevos aires, nuevas batallas que solventar. Y ambas quieren estar presentes en el momento en que se apruebe la ley extremeña. “Esta ley nos permite ser quien somos”.

Ahora en Barcelona se han convertido en dos grandes activistas, defensoras de los derechos de gais, lesbianas, transgénero e intersexuales. Trabajan codo con codo en el Consell Municipal LGTB de Barcelona y en el Consell Nacional LGTBI. Además son patronas fundadoras de la Fundació Enllaç,Fundació Enllaç que trabaja en defensa de las personas mayores y las personas LGTBI con discapacidad.

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