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Cumbre de Glasgow: muchas promesas y nulos avances

Una riada humana liderada por indígenas reclama en Glasgow justicia climática

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Durante dos semanas, los ojos del planeta han estado mirando fijamente hacia Glasgow. La cumbre climática COP26 (Conferencia de las Partes de los casi 200 países que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) que allí se ha celebrado esta primera de quincena de noviembre ha servido para demostrar que los líderes mundiales han venido a declarar que existe un enorme problema con el calentamiento global, pero poco más.

Las enormes dificultades a la hora de pasar de las palabras a los hechos, ya sea por la falta de acuerdo en torno a la financiación climática o a las reticencias de ciertos grandes países contaminantes, han acabado por empañar unas negociaciones que se han tenido que prolongar, ya que la finalización estaba programada para el viernes a las 18:00h. Cuando escribo este artículo, salvo milagro de última hora, no creo que se produzca ningún tipo de compromiso vinculante que refuerce la aplicación del Acuerdo de París. No habrá avances en los mercados de carbono tramposos, en la financiación al mundo en desarrollo o la obligación expresa de aumentar la ambición en la reducción de las emisiones de efecto invernadero, los tres puntos que los organizadores se habían marcado como prioritarios.

Un resultado sin duda decepcionante para una COP que quería ser “definitiva”, aunque el inesperado acuerdo de cooperación climática entre China y EEUU abría una puerta a la esperanza.

Me invade la idea de que hoy por hoy las COP solo son un reconocimiento de la realidad de la existencia de los problemas que se han generado, pero dudo de su utilidad para nada real. Esta COP debió comenzar en los años 1980-90. Ahora serán las bofetadas de nuestro planeta las que guíen el ritmo real de la respuesta o la no respuesta, la cual es más evidente que será. Vamos a acudir a unos años que ya están quedando grabados para siempre.

Haciendo un repaso de las cuestiones más importantes que desde el Acuerdo de París se debían de haber abordado y darle una solución satisfactoria desde el punto de vista de la lucha climática, cabe reseñar los siguientes:

1) Revisión de los planes de acción

Los planes de acción climática presentados por los gobiernos ante la secretaría del Convenio de Cambio Climático de la ONU son tan débiles e insuficientes que los gobiernos deberían presentar el año que viene nuevas contribuciones nacionales mejoradas, para mantener la esperanza de evitar un calentamiento por encima de los 1,5 ºC y atenuar los desastres del calentamiento. La obligación de comunicar estos planes está recogida en el proyecto de resolución final de la cumbre presentado por la presidencia británica. Sin embargo, la propuesta no ha contado con el apoyo necesario en Glasgow.  

Los planes nacionales actuales, conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés), conducirían a un aumento de temperaturas de 2,4 °C de calefacción, según un análisis en estos días realizado por Climate Action Tracker; es una cifra muy superior a la meta establecida en el Acuerdo de París donde se acordó como objetivo lograr que el calentamiento se situara “muy por debajo” de los 2 ºC y proseguir los esfuerzos para que no rebasara los 1,5 ºC (siempre respecto a la época preindustrial).

Según las reglas del Acuerdo de París, los planes nacionales actuales de acción climática deben presentarse cada cinco años; desde esta lógica los países tendrían tiempo hasta el 2025 para comunicar sus contribuciones. Sin embargo, el abismo que separa el nivel que registran las emisiones de CO2 y los recortes necesarios para limitar los aumentos de temperatura a 1,5 °C explican la alarma provocada y la necesidad de rendir cuentas de manera más frecuente.

2) Arrinconar el carbón y los subsidios a los combustibles fósiles

La UE no acepta que caiga de la resolución final la mención a la eliminación paulatina del carbón y la desaparición de los subsidios a los combustibles fósiles, algo que no gusta a China y a los países petroleros. En la conferencia se han adoptado acuerdos paralelos, no vinculantes, entre diversos países para arrinconar el carbón. Sin embargo, esta es una fuente de obtención de electricidad clave en China e India.

3) Financiación a los países en vías de desarrollo

Los países pobres desean un fuerte incremento de los recursos (públicos y privados) que el mundo desarrollado moviliza para proyectos de mitigación y adaptación en las naciones en desarrollo. Esa desconfianza ha crecido al haberse incumplido la promesa de 100.000 millones de dólares para el 2020 (la cantidad se ha quedado en 79.000 millones), que ahora se alcanzaría en 2023. Pero las naciones en desarrollo quieren cantidades muy superiores.

En el caso de Euskadi son necesarias políticas medioambientales mucho más ambiciosas respecto al cambio climático que lo que han sido hasta ahora

4) Mercados de carbono

El Acuerdo de París abrió la puerta, y este tema lleva seis años debatiéndose. Estos mercados de carbono sirven para que un país mejore en el cumplimiento de sus objetivos de reducción de emisiones (NDC's, siglas en inglés) adquiriendo derechos de emisión de países que hayan avanzado por encima de sus metas, o con empresas transnacionales que implantan iniciativas de mitigación en otras latitudes. Lo que la Unión Europea busca evitar, con la oposición de Brasil como principal país, es que se permita la doble contabilidad: que tanto el país receptor del proyecto como el impulsor se apunten la misma reducción.

6) Transparencia y rendición de cuentas

Tampoco se han cerrado algunos puntos relacionados con la transparencia: sobre cómo se debe informar a la comunidad internacional de los planes de acción climática (contabilidad de emisiones, objetivos...). China busca flexibilidad en algunos aspectos. El debate es si hay margen para ofrecer algo más de flexibilidad o si, por el contrario, es importante consolidar desde el primer momento que las reglas sean las mismas para todos los países.

Una vez, se ha perdido la oportunidad de tomar medidas que cumplan con las indicaciones científicas, en un momento clave de la lucha contra la emergencia climática. Los y las activistas han estado a pie de calle, el viernes y el sábado (Global Action Day) de la semana pasada. Decenas de miles de personas llenaron las calles de Glasgow para pedir justicia climática. Venían de todas las partes del mundo. Sin embargo, existe la sensación de que el diálogo entre lo que pasa en las oficinas, en este caso, en la Blue Zone, donde se están llevando a cabo las negociaciones entre delegaciones, y la ciudadanía, es inexistente.

En este sentido, parece que otra vez, se ha perdido la oportunidad de tomar medidas que cumplan con las indicaciones científicas, en un momento clave de la lucha contra la emergencia climática Y cabe hacerse la pregunta: ¿sirven para algo las cumbres climáticas?

“Piensa globalmente, actúa localmente” es una expresión que en el contexto medioambiental fue acuñado por David Brower, fundador de Amigos de la Tierra, como el eslogan para la asociación cuando se fundó en 1969. Esta frase sigue teniendo una validez total, para el caso de Euskadi y de otras muchas regiones del mundo.

En este sentido, en el caso de Euskadi, son necesarias políticas medioambientales mucho más ambiciosas respecto al cambio climático que lo que han sido hasta ahora, mientras que nuestra comunidad está a la espera de la elaboración de la futura Ley vasca de Transición Energética y Cambio Climático, cuyo proyecto será aprobado a finales de este año 2021.

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