El día en el que el lodo cubrió Euskadi
El 26 de agosto de 1983 el cielo se desplomó sobre Bizkaia. Tras varios días de lluvias ininterrumpidas una tormenta que avanzaba de este a oeste descargó una tromba de agua sin precedentes sobre todo Euskadi. Sus efectos fueron especialmente devastadores en territorio vizcaíno y particularmente en Bilbao, donde la ciudad apuraba las últimas horas de su Aste Nagusia de aquel año. Pero el lodo también llegó a Llodio, a buena parte de Gipuzkoa y otros municipios vascos. La magnitud de la catástrofe fue enorme, con 600 litros de lluvia por metro cuadrados en un solo día, 34 muertos, 5 desaparecidos y 1.200 millones de euros en pérdidas (200.000 millones de las extintas pesetas). Pero lo verdaderamente sobrecogedor son los testimonios de los supervivientes. 30 años más tarde, un documental que será emitido mañana lunes a las 22:30 en ETB2 recuerda las vivencias de autoridades y ciudadanos anónimos de la época.
Jabi Elortegi, director del documental, explica que aunque el ámbito geográfico de la producción es el de toda Euskadi la mayor parte de los episodios que retratan sucedieron en Bizkaia, donde el impacto de las inundaciones fue mayor. Elortegi ha buscado que el hilo conductor de la cinta sean los testimonios de los supervivientes de la catástrofe, cómo vivieron aquel 26 de agosto mientras el agua y el lodo cubrían todo lo que estaba a su alrededor. “Todos tenemos algún recuerdo de aquel día y es imposible contar todas esas historias, por eso hemos tratado de recopilar las que más nos han impactado”, comenta Elortegi.
Como se trata de una producción para televisión, el director bermeotarra ha recurrido a transiciones entre el testimonio directo de los afectados tal y como lo recuerdan en la actualidad y reproducciones con actores de los hechos narrados por los protagonistas. “Hemos buscado esta solución porque prácticamente todas las grabaciones que se conservan son de los días posteriores, pero casi no hay ninguna del 26 de agosto”, argumenta Elortegi.
Así, en el documental se podrá conocer la historia de una familia de empresarios del barrio bilbaíno de La Peña que con la crecida del Nervión decidieron acudir a su fábrica para tratar de impedir que el agua estropeara la maquinaria. La pleamar y el desbordamiento de la ría les sorprendió allí mismo y tres hermanos, el hijo de 11 años de una de ellos, el suegro de otro y un operario quedaron atrapados dentro de la factoría rodeados de agua por todos lados. El azar quiso que las líneas de teléfono todavía funcionaran y pudieron avisar a su familia de que iban a subir al techo del pabellón. Allí permanecieron durante varias horas hasta que al filo de las 3 de la madrugada un helicóptero pudo llegar a recogerlos.
El director del documental tira también de sus propios recuerdos para deshilar otra historia de angustia que por una nueva carambola de la fortuna terminó también en final feliz. La noche del 26 de agosto Jabi Elortegi tenía 14 años y era testigo directo de la catástrofe en su Bermeo natal, uno de los pueblos más azotados por el temporal. Pudo ver en primera persona como el emblemático casino de la localidad pesquera se venía abajo por el efecto de las aguas.
Lo que aquella noche de agosto todavía no sabía era que en el bar que había bajo el edificio una pareja de hermanos bermeotarras aguantaba como podía con el agua al cuello y la cabeza tocando el techo. Cuando ya se habían encomendado al destino y se preparaban para lo peor, el derrumbe del casino les abrió una vía de escape. Elortegi ha conseguido dar con uno de los dos supervivientes para que narre en primera persona cómo vivió aquellos momentos de angustia.
Y aunque la mayor parte de los protagonistas de aquella noche, y especialmente de los trabajos de reconstrucción que se desarrollaron durante los días posteriores, fueron ciudadanos anónimos, también ha habido profesionales cuyo nombre trascendió gracias a su labor durante la tragedia. Éste es el caso del fotógrafo bilbaíno Ángel Ruiz de Azua, que el 26 de agosto de 1983 cubría las vaquillas de las fiestas de la capital vizcaína cuando el cielo preparaba su particular venganza. Durante la tarde, la gente que llegaba de Gipuzkoa hablaba ya de terribles inundaciones en el territorio vecino y Ruiz de Azua, haciendo acopio de vocación periodística, se dirigió hacia allí en busca de las imágenes que dieran a conocer lo ocurrido.
Las encontró en la localidad guipuzcoana de Villabona. La fotografía, cuyo protagonista era un joven vecino de la localidad, dio la vuelta al mundo y ganó el premio Planeta de fotoperiodismo de 1983. Elortegi ha contactado con el autor de la imagen y con el improvisado modelo y los ha vuelto a reunir en el mismo lugar donde sucedió todo. En uno de los momentos más emotivos del documental, ambos se conocen por primera vez tres décadas después de la catástrofe.
La cara amarga
La cara amargaLa cara más amarga del documental la ponen los testimonios de las personas que en aquella época ocupaban las instituciones. Especialmente los políticos y técnicos del por aquel entonces recién creado Gobierno vasco. Elortegi ha contado con el testimonio del entonces lehendakari, Carlos Garaikoetxea, que todavía recuerda la tragedia como la “experiencia más dura de su mandato”. El director del documental puntualiza que Garaikoetxea hace referencia no sólo a la magnitud de la misma, sino también a la falta de medios y recursos de un ejecutivo cuya andadura en aquella época todavía se podía contar por meses.
“En contrapartida también dice que fue la experiencia en la que sintió una mayor cercanía con los ciudadanos”, apunta el realizador bermeotarra. Un calor humano lleno de altruismo que fue especialmente patente durante los días posteriores a la tragedia, cuando millares de voluntarios ayudaron a despejar el lodo de las calles de las ciudades y pueblos vascos. Son especialmente emblemáticas las imágenes de decenas de personas ayudando a despejar el Casco viejo bilbaíno.
En lo que a la parte más científica se refiere, el documental recurre a los técnicos de AEMET, Agencia Estatatal de Meteorología, para analizar las causas del fenómeno meteorológico que desencadenó la catástrofe y las posibilidades de que se vuelva a repetir. Las conclusiones no son demasiado halagüeñas, porque aunque aquellas lluvias fueron un fenómeno extremo no se puede descartar que no se vuelvan a repetir en el futuro. La principal diferencia es que los modelos de predicción actuales permitirían conocer con mayor antelación que una tormenta de esas características va a tener lugar. “Ahora tendríamos múltiples avisos que evitarían la mayor parte de las víctimas”, concluye Jabi Elortegi.