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Feijóo se repliega en Galicia y se reelige a sí mismo frente a la alargada sombra de Ayuso

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Dñíaz Ayuso, y el de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo

Daniel Salgado

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Todo apunta a que será por aclamación. En el partido de Alberto Núñez Feijóo, pacificada su relación con Ourense, no parece haber otra opción que el presidente. Su más que previsible reelección en el congreso del PP gallego este fin de semana certificará además dos realidades: que el fulgurante éxito de Díaz Ayuso en Madrid lo ha relegado en su papel de eterno reserva de la derecha española y que la segunda línea de la organización en Galicia continúa yerma. En cualquier caso, Feijóo volverá presidir a los populares -lo hace desde 2006- y despeja el camino hacia su quinta candidatura consecutiva a la Xunta.

Pero el Feijóo que hace un año obtuvo su cuarta mayoría absoluta de cuatro intentos e igualó así la marca de Fraga Iribarne es un Feijóo distinto al que llega al 17º Congreso del PP de Galicia, en Santiago de Compostela. La ascensión de una nueva estrella en el firmamento de la derecha modificó el paisaje. El barón gallego había amagado, a la caída de Mariano Rajoy tras la moción de censura en 2018, con dar el salto a la política madrileña. Frenó a última hora en un solemne, y extraño, acto público. Sus fotos con el narcotraficante Marcial Dorado o sus malas relaciones con Soraya Sáenz de Santamaría, tambien aspirante entonces a la sucesión, no lo ayudaron. Y en esto irrumpió Isabel Díaz Ayuso.

Si Feijóo había compartido con la madrileña la oposición al Gobierno central durante lo más crudo de la pandemia, a veces con estilos diferentes, otras con tácticas análogas, las elecciones autonómicas a la Asamblea de Madrid reconfiguraron su relación. Y la de ambos con el resto del partido. Las opiniones del presidente de la Xunta, habituado a comentar la actualidad política española, bajaron su cotización. Sus entrevistas y paseos por Madrid, tan frecuentes que incluso el alcalde de la ciudad ha bromeado con ello, ya no despiertan el mismo interés que antaño.

La potente prensa conservadora, y los círculos de influencia popular, prefiere a Díaz Ayuso y su estridente giro retórico a la derecha. Algunos analistas lo identifican como el principio del reagrupamiento de su campo político y preven que si Casado no gana los próximos comicios, su relevo prácticamente natural será ella. Y ella juega el juego, como demostró en su último encuentro con Pedro Sánchez en la Moncloa. A Feijóo, incómodo con las estridencias ideológicas y cuyas posiciones lo mismo se rozan con Vox que se declaran moderadas, le han cambiado el paso.

Pasar de moda

La eterna promesa parece haber pasado de moda en Madrid. Su repliegue a Galicia vivirá entre el 16 y el 17 de julio una suerte de puesta en escena. Será el quinto congreso del PP del que Feijóo saldrá vencedor. El primero, en 2006, fue en el que relevó a Fraga Iribarne. Se impuso entonces a Xosé Cuíña -líder de lo que la prensa denominaba “sector de la boina”, facciones del partido asentadas en el rural y con vagas inclinaciones galleguistas-, Xosé Manuel Barreiro y Enrique López Veiga. Para ello no dudó en apoyarse en las artimañas de Rafael Louzán, controvertido presidente de la Diputación de Pontevedra, ni en pactar con José Luis Baltar, lo mismo pero en Ourense. El hijo de este último lo sucedió en el puesto y mantiene el acuerdo con Feijóo, siempre que este se quede al margen de la política provincial. La última muestra, el vodevil en al ayuntamiento ourensano.

El caso es que el 17º congreso nada tendrá que ver con las convulsiones sucesorias de 2006. Su vicepresidente en el Gobierno gallego y lo más parecido a un número 2 que existe en el régimen de presidencialismo extremo implantado por Feijóo, Alfonso Rueda, lo explicitaba todavía este martes. “Me encantaría que se presentase a un quinto mandato”, se explayaba, “y siempre lo he dicho, empecé con Feijóo en 2006 y con él sigo en 2021; mientras él siga teniendo confianza en mí, intentaré seguir haciéndolo lo mejor posible”. El banquillo escasea en el PP de Galicia. A su presidente nunca le ha parecido prioritario promoverlo, al contrario del Fraga que designó a sus delfines. Entre los cuales estaba Feijóo.

Solo una diputación y la décimoprimera localidad por habitantes

Sin debate sucesorio a la vista y ni siquiera aspirantes claros, al PP gallego le queda intentar revertir sus puntos débiles. Las mayorías absolutas de Feijóo afianzan la impresión general de una hegemonía política en la comunidad que en realidad no lo es tanto. Solo la Diputación de Ourense se encuentra en sus manos, o más bien en las de Manuel Baltar, que obedece no demasiado a las directrices de la cúpula gallega. Y el censo del ayuntamiento más poblado que gobierna apenas supera los 30.000 habitantes: Arteixo (A Coruña), el décimoprimero por población en Galicia. En las alcaldías de ciudades y sus periferias mandan socialistas y nacionalistas.

Todavía en las generales de abril de 2019 el Partido Socialista superaba en votos al PP. En noviembre de ese año hubo empate técnico. Pero si a los del PSOE se les suman los resultados de Galicia en Común y BNG, la derrota de la derecha no deja lugar a dudas. Solo remonta cuando las urnas se colocan para elegir el Parlamento de Galicia. El estado actual de la oposición, con Gonzalo Caballero aún por asentarse y una Ana Pontón a la que las encuestas ratifican sus magníficos resultados de 2020 pero de momento no más, hace columbrar al PP que una quinta mayoría absoluta entra dentro de los posible. Sus más conspicuos militantes así lo creen. Lo es Alfonso Rueda, quien incluso aventura el ánimo que dominará el cónclave del PP gallego, al que por cierto asistirá Díaz Ayuso: “Un congreso donde Alberto Núñez Feijóo ya le puedo decir que estoy seguro que con la aclamación de todos los que allí estemos va a volver a hacerse cargo de un partido estable que tiene tres años para gobernar Galicia”.

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