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The Guardian en español

El auge de la extrema derecha en Italia y Austria concede a Putin nuevos amigos en Europa

Vladimir Putin, junto con Sebastian Kurz, canciller austríaco durante la visita del dirigente ruso a Viena.

Jon Henley

De pronto, Vladimir Putin tiene algunos amigos útiles en Occidente.

En un momento en el que intenta mejorar sus relaciones con Europa, en crisis desde el ataque en marzo con gas nervioso contra Sergei Skripal y su hija Yulia en la ciudad británica de Salisbury, el presidente ruso sabe que puede contar con el apoyo de al menos dos capitales europeas.

Los nuevos gobiernos de Austria e Italia, formados a finales del año pasado y el mes pasado respectivamente, incluyen partidos de extrema derecha que no esconden su simpatía por Moscú y que incluso han firmado acuerdos de cooperación con la formación de Putin en el Gobierno, el partido Rusia Unida.

El nuevo primer ministro italiano, Giuseppe Conte, utilizó su discurso inaugural en Roma este martes para prometer que su gobierno defenderá “una apertura con Rusia, una Rusia que ha consolidado su papel internacional en los últimos años”.

Conte preside la coalición del antiestablishment Movimiento 5 Estrellas (M5S) y la formación ultraderechista Liga que, según su programa, ve a Rusia no como una “amenaza militar” o un “enemigo” de Europa, sino como un “posible socio”.

El primer ministro prometió que su Administración “promoverá una revisión de las sanciones” impuestas a Rusia por la UE tras la anexión de Crimea y la desestabilización de Ucrania.

Unas horas antes, Putin recibió más o menos el mismo mensaje en Viena durante su primera visita de Estado de su cuarto mandato. Rusia es “parte de Europa”, señaló el presidente, Alexander Van der Bellen, negando la existencia de una “crisis de confianza” entre Moscú y Occidente.

El canciller austríaco, Sebastian Kurz, que lidera una coalición entre su formación, el Partido Popular Austríaco, de tendencia conservadora, y el Partido de la Libertad (FPÖ), de extrema derecha, afirmó en una rueda de prensa que espera que las sanciones se puedan “suavizar poco a poco”.

El líder del FPÖ, Heinz-Christian Strache, actualmente vicecanciller austríaco, fue más allá y declaró ante los medios locales que Europa debe “acabar con estas sanciones y normalizar las relaciones políticas y económicas con Rusia”.

Las relaciones entre la Unión Europea y Rusia se han tensado gravemente por el papel de Rusia en los conflictos en Crimea, Ucrania y Siria, así como por acusaciones de interferencia en varias elecciones europeas y, más recientemente, por el caso Skripal.

Pero Putin, ahora aparentemente interesado por construir puentes, ha empezado a señalar un claro deseo de volver a entablar una relación con Europa. Rusia “no pretende dividir a la UE”, aseguró Putin al presentador de la cadena ORF de cara a su visita a Viena.

“Queremos ver una Unión Europea unida y próspera porque es nuestro principal socio económico y comercial. Cuantos más problemas haya en la UE, más riesgos e incertidumbres para nosotros”, afirmó el presidente ruso.

Eso puede sonar a palabras vacías en muchas capitales europeas que, a diferencia de Viena y Roma, respondieron positivamente a la solicitud británica de expulsar a diplomáticos rusos tras el ataque de Salisbury.

Pero no en Italia ni en Austria, donde el FPÖ y la Liga, ambos socios de coalición en sus respectivos países, han firmado “acuerdos de cooperación” con el partido de Putin basados en una creencia compartida en políticas nacionalistas y una desconfianza en las alianzas internacionales.

Matteo Salvini, el líder de la Liga, ha negado haber recibido dinero ruso para financiar sus campañas electorales, algo que Marine Le Pen, del Frente Nacional de extrema derecha, no ha tenido reparos en hacer. Pero Salvini ha expresado a menudo su admiración por Putin y el mes pasado afirmó que quería “trabajar por la paz, no por la guerra”.

Mientras tanto, Strache, líder del FPÖ, además de pedir a menudo un levantamiento de las sanciones de la Unión Europea, ha criticado la expansión hacia el este de la OTAN, argumentando que “Rusia no ha sido el agresor en las últimas décadas”.

Es demasiado pronto para determinar las consecuencias que tendrá este brote aislado de benevolencia, si es que tiene alguna, sobre las sanciones o las relaciones entre la UE y Rusia en general.

Kurz se ha esforzado por asegurar a sus socios de la UE que la lealtad de Austria es, por supuesto, a Bruselas y no a Moscú. Pero Putin no estará descontento.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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