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The Guardian en español

Horas de tensión en el este de Ucrania, entre los planes para una nueva guerra y el hartazgo de la vieja

Una concentración con el lema "Mariúpol es Ucrania" en Mariúpol, Ucrania, este martes.

Shaun Walker

Járkov (Ucrania) —

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Este lunes, unas horas antes del envío de tropas rusas a Ucrania, Oleh Synehubov explicaba qué pasaría si los tanques rusos concentrados a unas decenas de kilómetros de distancia se acercaban a la frontera de Ucrania. Él, gobernador de la región de Járkov, en el este del país, recibiría una llamada telefónica y empezaría a aplicar inmediatamente el plan de crisis. “Hay un plan de acción claro”, decía Synehubov durante la entrevista.

Desde un imponente edificio administrativo de la época de Stalin, Synehubov hablaba apenas una hora antes de que la televisión rusa emitiera imágenes de la reunión del Consejo de Seguridad de Rusia que precedió al anuncio de Vladímir Putin, que reconoció las repúblicas separatistas del este de Ucrania y amenazó al resto del país, de forma poco velada, con una guerra.

Con casi 1,5 millones de habitantes, en su mayoría rusoparlantes, la ciudad de Járkov se encuentra a solo unos 32 kilómetros de la frontera con Rusia y se considera uno de los principales objetivos para Putin. Ya en 2014, el plan inicial del Kremlin tras las protestas del Maidán en Kiev era convertir Járkov en la capital de un estado ucraniano oriental, pero fue abandonado rápidamente por poco realista.

Una operación en caso de ataque

Ahora, en el lado ruso de la frontera, los vídeos de TikTok y las imágenes de satélite muestran vehículos blindados y tropas rusas en la región de Belgorod acercándose cada vez más a Ucrania y hay testimonios sobre los movimientos de tropas dentro de las zonas separatistas que controlan los prorrusos en el Donbás.

Con la primera señal de actividad “anómala” en la frontera, dice Synehubov, comenzaría una operación para advertir a la población local de un ataque ruso inminente. “Habrá anuncios por televisión, radio e Internet, mensajes a los teléfonos móviles, sonarán sirenas, coches patrulla y camiones de bomberos recorriendo la ciudad con altavoces para decirle a la gente lo que debe hacer”, decía.

En los emplazamientos militares y otros lugares estratégicos se tomarán medidas especiales y se intentará evacuar las residencias y los colegios.

Según Synehubov, en función del tipo de invasión, decidirán cuál es exactamente el plan, si decirle a la gente que busque el refugio antibombas más cercano o si promover una evacuación. “Si se trata de un ataque de artillería, entonces está claro que todo el mundo tiene que ir a los refugios antibombas, si se trata de una invasión a gran escala, entonces ya estaremos en zona de acción militar y habría una evacuación”.

Synehubov decía esperar que el plan nunca se pusiera en marcha y que el Gobierno regional estaba intentando seguir con normalidad, con una reunión de la asamblea local este jueves para decidir el presupuesto. Pero la reunión del Consejo de Seguridad ruso del lunes y el airado discurso posterior de Putin han hecho más patente la perspectiva de una guerra.

Este miércoles, el Gobierno de Ucrania declaró el estado de excepción en todo el país (menos en Donetsk y Lugansk) desde este jueves y durante 30 días. También aceleró la legislación para autorizar a los civiles a portar armas.

Mariúpol, Kramatorsk y Sloviansk

Putin dijo este martes que Rusia apoyará las reivindicaciones territoriales de los separatistas del este de Ucrania, donde dos tercios de la región siguen controlados por el Gobierno de Kiev. Este escenario hace que entren en juego Mariúpol, Kramatorsk y Sloviansk, cuyo control tomaron brevemente separatistas locales y sus partidarios rusos en 2014, pero luego fueron recuperadas por Kiev.

A finales de la primavera de 2014, las ciudades de Sloviansk y Kramatorsk, al norte de Donetsk, fueron de las primeras en ser ocupadas por grupos de locales enfadados y coordinados por agentes rusos. Ahora son ciudades orgullosamente ucranianas y la bandera amarilla y azul está por todas partes.

En Mariúpol, donde en mayo de 2014 se libraron batallas campales en las calles entre partidarios de los separatistas y fuerzas ucranianas, el oligarca Rinat Akhmetov y otros inversores han puesto dinero para rejuvenecer el aspecto soviético de esta ciudad industrial. Allí se congregaron varias personas este martes en una protesta tras la decisión de Moscú de reconocer los territorios separatistas.

Pero en otros lugares, la vida sigue siendo dura, lo que se agrava por el conflicto. Muchos de los jóvenes se han marchado, buscando una vida más segura y mejor, ya sea en Rusia o en otras partes de Ucrania. Hay lugares como Zolote, en el lado ucraniano del frente, que parecen pueblos fantasma: bloques de apartamentos desocupados y en mal estado, carreteras llenas de barro y una sensación de desesperación en el ambiente, con el sonido de la artillería marcando las noches.

“Ucrania tiene mucho por hacer para demostrar a la gente que nos tomamos en serio lo de ofrecerle oportunidades”, dice Iryna Vereschuk, viceprimera ministra de reintegración de los territorios separatistas.

“Muchos recibirían a los rusos con flores”

Todavía hay algunas personas, sobre todo entre las generaciones mayores, que dicen ver con buenos ojos que los rusos tomen el poder. “No creo que mucha gente haya cambiado de opinión desde 2014, creo que es algo que simplemente está enterrado muy por debajo de la superficie; si vinieran los rusos, mucha gente los recibiría con flores”, dice un residente de 52 años de Kramatorsk que no quiere ser citado con su nombre.

Pero los porcentajes han cambiado. Entre los que apoyaban a los separatistas en 2014, algunos se terminaron yendo a Rusia y otros cambiaron de opinión tras ver las miserables condiciones de vida de los últimos años en las repúblicas separatistas tras ocho años de conflicto permanente.

Oleksiy Vukolov, comandante del Ejército ucraniano responsable del frente en la región de Lugansk, calcula que alrededor del 30% de la población local en el lado ucraniano de la línea del frente tiene “sentimientos separatistas en la cabeza”.

En lo único en lo que todo el mundo está de acuerdo es en que nadie en la región desea más conflicto. Putin está prometiendo precisamente esto, a la misma vez que promete “defender” a estas personas.

Si las fuerzas rusas avanzan contra Mariúpol, Kramatorsk y otras ciudades del Donbás, podría ser el pretexto de Putin para iniciar una guerra contra Járkov, Odessa y tal vez Kiev, la capital de Ucrania, donde los líderes locales insisten en decir que la ciudad, con una gran población estudiantil, resistiría con fuerza una invasión rusa.

En el exterior de la oficina de Synehubov hay una bandera de Ucrania en la pared protegida por una vitrina. La rescataron del edificio en 2014, después de que fuera tomado brevemente por los separatistas. Más tarde recorrió la línea del frente y ahora se exhibe con orgullo.

A muchos habitantes de Járkov les gustaría que Ucrania y Rusia mantuvieran buenas relaciones pero, según Synehubov, las opiniones han cambiado drásticamente desde 2014.

“En aquel entonces, la gente en Járkov no entendía lo que estaba pasando en Kiev, lo que estaba pasando en el Donbás, y los rusos estaban librando una guerra de información muy grande”, dice. “Ahora, hay una opinión unificada de que Járkov es una ciudad ucraniana que forma parte de Ucrania. Las cosas que ocurrieron en Crimea, en el Donbás, sencillamente no pueden ocurrir aquí”.

Traducido por Francisco de Zárate y actualizado con la última hora por elDiario.es.

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