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Los talibanes y los afganos retoman negociaciones secretas en Qatar

Los talibanes dicen que, tras 15 años, EEUU ha fracasado en todos sus objetivos

Fazel Hawramy, Mona Mahmood y Julian Borger

Fuentes confiables del grupo de insurgentes y del gobierno de Kabul han asegurado a the Guardian que los talibanes y algunos representantes del gobierno afgano han retomado negociaciones secretas en el Estado de Qatar.

Entre los presentes en las reuniones que tuvieron lugar en septiembre y octubre estuvo Mullah Abdul Manan Akhund, hermano de Mullah Omar, ex jefe talibán que lideró el movimiento desde sus primeros días hasta su muerte en 2013. 

Las dos series de encuentros son las primeras negociaciones conocidas desde que el proceso de paz articulado por Pakistán se disolvió por completo tras la muerte del sucesor de Omar, Mullah Akhtar Mansoor, después de un ataque de un dron estadounidense.

Doha ha sido el centro de la diplomacia talibana desde que el movimiento obtuvo permiso para poner una oficina en la capital catarí en 2013, aunque la iniciativa fue uno de los muchos intentos de comenzar un proceso de paz que al final quedó en la nada después de las quejas del movimiento afgano.

Se espera que el hijo de Mullah Omar, Mohammad Yaqoob, se reúna pronto con el grupo en Doha, según una fuente talibana, con el objetivo de otorgarle más autoridad a la oficina.

Presencia de Estados Unidos

En ninguna de las reuniones de septiembre y octubre estuvieron presentes funcionarios paquistaníes, según un miembro de la organización directiva talibana Quetta Shura. La fuente aseguró que Islamabad ha perdido mucha de su influencia tradicional sobre un movimiento con el que estuvo relacionado desde su llegada al poder de Afganistán a mediados de los años noventa. 

Pero según la fuente talibana, sí estuvo presente en las reuniones en Qatar un diplomático estadounidense. La embajada de Estados Unidos en Afganistán no respondió preguntas sobre este tema. 

La fuente talibana afirmó que la primera reunión, que tuvo lugar a principios de septiembre, “fue positiva y había un clima distendido”, a pesar de que Akhund se enfrentó cara a cara con Mohammed Masoom Stanekzai, el jefe de Inteligencia de Afganistán.

A principios de octubre tuvo lugar una segunda reunión, a pesar de que el gobierno y las fuerzas insurgentes continuaron luchando. En las últimas semanas, los talibanes invadieron Kunduz, una capital provincial por segunda vez y amenazaron a Lashkar Gah en Helmand.

A pesar de la violencia incesante, Kabul sigue comprometida a intentar encontrar una solución política al conflicto. A fines del mes pasado, se firmó un tratado de paz con el señor de la guerra islamista Gulbuddin Hekmatyar, que había luchado contra el régimen apoyado por Estados Unidos durante más de una década. 

Un movimiento dividido

Aunque un funcionario del gobierno afgano confirmó que Stanekzai había realizado recientemente al menos un viaje a Doha, tanto el portavoz de Ashraf Ghani como Ismail Qasemiyar, el representante del Alto Consejo para la Paz encargado de supervisar las negociaciones, negaron tener conocimiento alguno sobre estas reuniones.

El miembro de Quetta Shura afirmó que la presencia del diplomático estadounidense ayudó a que se realizara la reunión, dada la reticencia de larga data de los talibanes para negociar de forma directa con el gobierno afgano, al que vapulea públicamente llamándolo “el gobierno títere”.

“Los talibanes creen que el conflicto con Afganistán involucra no sólo al gobierno afgano sino también al gobierno estadounidense”, señaló. “Si los tres lados pueden reunirse, se puede generar una base fuerte para futuros desarrollos positivos”. 

La fuente indicó que Mullah Akhund fue “enviado especialmente por el consejo directivo talibán” a Doha para subrayar la importancia que le dan a estas negociaciones. “Su presencia hizo que las reuniones cobraran cierta importancia y demostró que los líderes políticos y militares talibanes están de acuerdo con esto”, dijo.

Hace mucho tiempo que el movimiento talibán se encuentra dividido respecto a las negociaciones de paz, entre jefes extremistas que luchan en Afganistán y algunos líderes con base en Pakistán que ven las negociaciones con buenos ojos. 

Todos los intentos anteriores para encontrarle una solución política al conflicto han fracasado. Un funcionario de seguridad occidental afirmó que los ataques recientes contra capitales provinciales eran un “fuerte indicio de que los insurgentes quieren seguir con sus estrategias militares, al margen de la política”.

“Pero a la vez también dan a entender que varios líderes talibanes quieren negociar la paz”, señala.

La última reunión conocida entre ambos lados fue en el centro turístico de Murree, en las montañas paquistaníes, en julio de 2015, donde también estuvieron presentes funcionarios estadounidenses y paquistaníes.

El asesinato de Mansoor

Pero Pakistán no logró organizar más reuniones después del asesinato de Mansoor. También fracasó un intento de Pakistán de llevar cabo un proceso de paz “cuadrilátero” que involucraba a Afganistán, Estados Unidos y China.

Un funcionario cercano al presidente afgano Ashraf Ghani afirma que tanto el gobierno de Kabul como los talibanes se han sentido muy decepcionados con Pakistán. “Pakistán realizó un doble juego y fue deshonesto con el gobierno de Afganistán”, asegura. “Ya no necesitamos a Pakistán, y los talibanes están de acuerdo con esto”. 

Ghani le había dado lugar a Islamabad con la esperanza de que el gobierno paquistaní utilizara su influencia para obligar a los talibanes a negociar la paz y detener los ataques, pero la violencia sólo se recrudeció.

Un funcionario occidental en Kabul dijo que una avalancha de arrestos de importantes oficiales talibanes por parte de las fuerzas de seguridad paquistaníes sugiere que las agencias de Inteligencia de Pakistán están intentando “restablecer el control sobre el proceso”.

Los arrestos tuvieron como objetivo oficiales de dudosa lealtad al nuevo líder del movimiento, Mullah Haibatullah Akhundzada, designado jefe en mayo.  El arresto más reciente se realizó el 8 de octubre, cuando Mullah Ahmadullah Nani fue detenido en Quetta, una ciudad en el suroeste de Pakistán. Como miembro de Quetta Shura, Nani era responsable de las finanzas del movimiento.

“Mullah Nani estaba de camino a una mezquita cerca de su casa cuando hombres con uniformes de las fuerzas de seguridad y enmascarados lo arrestaron y se lo llevaron”, relata un líder talibán. 

Como muchos otros líderes talibanes, Nani vivía sin ocultarse en un suburbio de Quetta, la capital de Beluchistán, una extensa provincia que es frontera con el sur de Afganistán.

Eliminar a la vieja guardia

 

A finales de agosto, Mullah Sammad Sani, miembro del comité talibán de finanzas y recaudación de fondos, fue detenido durante un seminario religioso que dirige en Quetta. Según una fuente talibana, la detención se llevó a cabo delante de unos 200 de sus estudiantes afganos.

Durante el gobierno talibán en los años noventa, Sani fue jefe de la policía de Kandahar, la segunda ciudad afgana. “Los líderes talibanes arrestados recientemente son principalmente seguidores de Mullah Mansoor”, explica un funcionario cercano al presidente Ghani. “Ellos sospechan que Pakistán tuvo algo que ver con el asesinato de Mansoor y por eso no confían en el gobierno”.

“La respuesta lógica es quitarlos de en medio y restarles importancia, apoyando en su lugar a aquellos que están directamente bajo su mando”. Un funcionario de la Inteligencia paquistaní se negó a comentar los arrestos recientes. 

Traducción de Lucía Balducci

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