OPINIÓN
La reforma chapucera de Sol frente a los derribos de la Cañada Real: un alegato demagogo sobre nuestras prioridades
Llevamos desde ayer a vueltas con la chapuza de la Puerta del Sol, que ha reabierto sin haber concluido su remodelación para que el infierno del centro en navidad también llegue este año puntual a la cita. Se puede transitar hecha un barrizal de mortero desecho, con bancos que embolsan el agua en forma de bebederos para las palomas y material de obra apilado por doquier. Hasta la placa del kilómetro cero ha amanecido borrada por un lodazal grisáceo que niega el sistema radial de comunicaciones de este país.
El asunto ha merecido que rompan el armisticio del puente de la Constitución todos los líderes de la oposición municipal y que el alcalde salga a clamar eficacia administrativa, necesidad turística –este es el puente que deja mayores ingresos en el ramo– y la comprensión de los madrileños.
Esta mañana hemos sabido también que la Comunidad de Madrid y el propio Ayuntamiento están derrumbando las viviendas de los vecinos del sector 6 de la Cañada Real sin orden judicial, según los propios vecinos. La situación es tremenda. Se ha aislado con piedras el barrio y los habitantes del lugar están despejando las vías de acceso con sus manos. Miles de vecinos de Madrid, cuyas vidas se parecen a las de aquellos otros que levantaron, con las botas hundidas en barro, barrios como Orcasitas o Vallecas, y que llevan ya dos años sin luz.
Conviene leerlo pormenorizadamente, convenientemente apuntalado por metodología académica, en el informe “El impacto del corte de suministro eléctrico en la Cañada Real Galiana sobre los derechos de las niñas, niños y adolescentes”, del Instituto de Derechos Humanos Gregorio Peces-Barba. En el documento se tilda el problema de “asunto de Estado” y “crisis de Derechos Humanos” –el derecho a la vivienda digna, el derecho a la educación y el derecho a la salud – particularmente en el Sector 6. O podemos escuchar sus propias voces: existe un vecindario activo en lucha por el derecho a la ciudad para la Cañada.
No pretendo negar la importancia que tienen la negligencia y el atropello de nuestro Ayuntamiento a la hora de acometer la puesta en limpio de la plaza de todas las plazas, en el centro de la ciudad. Tampoco la necesidad de ocuparnos de ello. Sin embargo, creo que hacer el ejercicio -populista si se quiere, demagogo- de ponderar los hechos y la atención social recibida, la capacidad para irrumpir en las redes sociales, las primeras planas y el puente que todo lo congela, puede ayudarnos a regular el fiel de nuestras balanzas mentales.
De un lado, encontramos una reforma que criticamos con un poco de sobreactuación por convertir Sol en una plaza dura…aunque Sol siempre lo ha sido. Un proyecto que levanta todo para dejarlo más o menos igual y que lo hace por 11 millones de euros, en el mismo sitio donde suceden todas las cosas. En el centro. Tenemos pies que se hunden en mortero de urgencia reblandecido por la lluvia. Tenemos bancos sin pies, ni cabeza, ni desagüe.
De otro lado, más pies, muchos infantiles, que no conocen otro firme que el que se hunde bajo ellos, en un territorio asfixiado por la propiedad de los terrenos edificables que los circundan (Cañaveral, los Berrocales y los Ahijones). Unos vecinos asfixiados por la ineficiente Planta de Valdemingómez y unos derechos asfixiados por una sociedad madrileña que parece haber hecho callo a base de no mirar una llaga invisible abriéndose a solo unos kilómetros de nuestras casas.
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