'Otro Quijote +?' deja el último suspiro de aliento de Don Quijote en el Teatro Romea de Murcia
En un lugar de Murcia, a comienzos del mes de abril, hayamos Quijote en armas, Miguel de Cervantes vivo y Sancho Panza escuderil… Eran las 21:00h en el Romea de Murcia, cuando apagamos los medios para encender los sentidos. El teatro ya estaba aquí.
“Otro Quijote +?” fue la más pura representación de quien vive muriendo y muere creyendo en lo que un día fue, en lo que un día fuimos. Un Quijote de nuestros días, como cualquier ser humano apasionado que se desvive por una idea, por el amor idílico, por ese amor que consigue hacer real lo irreal, importante lo inverosímil, y lo inverosímil un motivo al que aferrarse. Una idea. Tan solo hace falta una idea para acabar con gigantes que danzan en el sentido de las agujas del reloj mientras mueven el viento. Una idea, que nos lleve a galope a conocer la cueva de Montesinos para encontrar el Yelmo de un tal rey moro Mambrino. Una idea que nos mece a lomos del caballo de Troya para enseñarnos los dientes polvorientos de un rebaño de ovejas que, cual ejército bajo la Luna, nos alumbra hasta los pies del Caballero de la Blanca Pluma para llevarnos al fin.
Fue esta, la de Juan Montoro Lara, una adaptación atrevida, original, dirigida por Jorge Fullana y perfectamente interpretada por el reparto protagonizado por Sergio Alarcón (Don Quijote), Emmanuel Vizcaíno (Sancho Panza) y Jacobo Espinosa como el sincretismo de Cide Hamete Benengeli, Miguel de Cervantes y el Bachiller Sansón Carrasco. Tres personas, cinco personajes que llenaron el escenario durante hora y media y llevaron a los presentes a revelar cuantas aventuras guardaban en las retinas de su imaginación una vez leídas las líneas cervantinas. Rememoramos cada episodio, capítulo, hazaña, aventura y desventura con la misma pasión con la que Don Quijote se alzaba en armas y nosotros sosteníamos el libro que nos las descubría.
Del Quijote se ha dicho mucho; quien más, quien menos tiene una idea de cuán grandes fueron sus hazañas. La del pasado miércoles fue una visión alternativa, donde no fueron tan protagonistas cuantas aventuras ya se conocen, como la intrahistoria de ese segundo Quijote. Se trata de una nueva salida del Caballero de la Triste Figura, encarnado en Sergio Alarcón, quien sin salir de escena en momento alguno se fue mimetizando con el transcurso del tiempo, desde el más febril caballero hasta un ser que agonizaba despojado de su honra, sus ropas y sus sueños. Su voz, cien por cien quijotesca, danzó por las paredes del Romea tan viva como asfixiada y finalmente muerta. Acompañado siempre de Sancho Panza, interpretado por Emmanuel Vizcaíno, quien con su interpretación afín, su acento acertado y su contoneo “pueblil”, se fue creciendo con el transcurso de la acción, consiguiendo desde carcajadas hacernos llegar a la emoción. Pues no debemos olvidar que esta relación de Don Quijote y Sancho Panza es uno de los más bonitos vínculos de la historia de la literatura, y así lo consiguieron hacer ver.
Jacobo Espinosa, por su parte, tuvo la ardua tarea de llevar la batuta de la función, cargando a sus espaldas el peso narrativo de la obra. Fue la mano que todo lo teje, bordando cada uno de los registros que le sobrevenían, con una proyección de voz impecable y un hacer natural sobre las tablas. Con él y en él encontramos la esencia de esta adaptación de Montoro Lara, que de forma singular nos va mostrando el sufrimiento de Cervantes por tener que dar muerte a su hijo literario. Simplemente por el hecho (paradójicamente) de salvarlo de su posible enajenación por cuentas ajenas y hacer así que perdurara eterno e invulnerable en la mente del lector, sin verse jamás manchado. Pues el apócrifo del momento quería apoderarse del hidalgo de las mil y cien proezas. Aunque quizás, ampliando los campos de visión, habría que agradecer a Avellaneda el impulso (o incluso pulso) determinante que marcó a Cervantes para engrandecer con su final la figura que hoy conservamos de nuestro caballero.
Fueron luces, sonidos, humos como ventisca y polvareda…, e incluso la participación indirecta del público, tras hacer de un señor cualquiera su “encantada” Dulcinea, lo que llevó al público a desear, como el autor con su obra, que no terminara esta representación ni que Quijote perdiera su honor, su honra y su aliento.
Por suerte, hay finales a los cuales le siguen infinidad de puntos suspensivos. Este escrito por Juan Montoro Lara, dirigido por Juan Fullana y producido por Nacho Vilar, será uno de ellos. Es una pena que el devenir cercano no nos brinde más funciones como esta que debieran prolongarse en el tiempo en cartelera. Pues aunque todos sepan que Dulcinea seguirá siendo la más hermosa mujer del mundo y Don Quijote el más desdichado caballero, la cultura, la originalidad y el trabajo bien hecho debe estar al alcance de todo hombre, mujer y niño, sin distinción de género ni procedencia.
“Para mí solo nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno”
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