Ya se puede decir que absolutamente todos los estamentos del fútbol femenino trabajarán con un contrato profesional a partir de este curso. Ha costado tiempo y una huelga de por medio para que también las árbitras hayan logrado que se regularice su situación pero, finalmente, el miércoles pasado se llegó a un acuerdo entre las partes implicadas. Por un lado estaba la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), entidad que apoyaba a las árbitras, y por el otro se encontraba la Liga F (así se ha denominado a la liga profesional de fútbol femenino), que es la que se encarga de organizar la competición. En medio, la pelea de las colegiadas por conseguir un contrato laboral en el que quede reflejado la cotización a la seguridad social, las bajas en caso de lesión o enfermedad y mejoras salariales.
Hay que poner el contexto de que este curso será el primero en el que el fútbol femenino sea deporte profesional, aprobado por el Consejo Superior de Deportes. Debido a ello, se espera un incremento de sueldos de las jugadoras (con una base mínima de 16.000€ anuales, con jornadas semanales de 35 horas y vacaciones retribuidas) y de la calidad de las infraestructuras en las que trabajarán. Hasta ahora, los clubes ni siquiera estaban obligados a dar de alta en la seguridad social a sus futbolistas. Además, desde la aprobación de este convenio, las jugadoras embarazadas también contarán con mayor protección para no ser despedidas, ya que se les renovaría el contrato por una temporada adicional en las mismas condiciones que las que tenían.
Estamos en el mejor momento de la historia para el fútbol femenino en nuestro país. Además de profesionalizarse la primera división, este deporte cada vez cuenta con más seguidores. En 2019, un partido entre el Atlético de Madrid y el Barça batió el récord mundial de asistencia hasta la fecha –en un duelo entre clubes- con 60.739 personas en el estadio Wanda Metropolitano de Madrid. Tres años después, en 2022, esa marca se pulverizó dos veces en el Camp Nou de Barcelona. Primero, en el mes de marzo, con un partido ante el Real Madrid correspondiente a la Champions (máxima competición europea) en el que se reunieron 91.553 aficionados. Después, en abril, en otro partido de Champions frente al Wolfsburgo alemán llegaron a congregar a 91.648 personas. Estas cifras reflejan el crecimiento que está experimentando el fútbol femenino en España, donde están algunas de las mejores jugadoras del mundo. La aparición en la liga de un equipo fuerte como el Real Madrid ha atraído a muchos seguidores y cada vez se invierte más y mejor en campañas de marketing para intentar llegar a un público mayor. Sin embargo, para que la profesionalización fuese completa faltaba regular también la situación de las árbitras.
Seguridad social y sueldo digno
Septiembre prometía ser el inicio de una nueva era para el fútbol femenino en España, pero empezó algo turbulento. Ante la falta de acuerdos por las mencionadas mejoras laborales a lo largo del pasado verano, las árbitras convocaron una huelga por la que no se disputó la primera jornada de liga y tampoco la de Copa. Marta Frías, una de las portavoces del colectivo arbitral, contó en rueda de prensa que “llevo 21 años en el arbitraje y no he cotizado ni un día. Estuve siete meses parada por una lesión de espalda, me pagué el fisioterapeuta, me tuve que costear también un seguro privado y encima no cobré. Si no pitamos, no cobramos. No reivindicamos algo económico, sino un contrato”. En esa misma comparecencia, su compañera Marta Huerta de Aza, árbitra internacional, contó que tras su reciente maternidad no recibió ningún tipo de apoyo.
Lo irracional de esta huelga es que, pese a saber que los partidos no se iban a jugar porque no iban a estar las colegiadas, sí obligaban a viajar a los equipos y presentarse en los terrenos de juego para no darles el encuentro por perdido. Tamara García, la directora general del Alhama ElPozo, afirmaba que estaban en un estado anímico delicado, tristes y decepcionadas después de tener que desplazarse hasta Getxo: “Están jugando con la ilusión de muchas jugadoras que tienen ganas de competir y con la gestión económica de los clubes. Además del cansancio que conlleva ir desde Murcia hasta el País Vasco, nos ha costado 13.000 euros. Esto es un gasto fuera del presupuesto”. La imagen que se estaba dando al exterior es que este deporte no era profesional.
El Consejo Superior de Deportes tuvo que hacer de mediador en este conflicto y por fin hubo luz blanca a mediados de la semana pasada. Uno de los puntos que más desencuentros levantaba era el aspecto económico. Hasta ahora, una árbitra cobraba alrededor de 300 euros por partido por lo que demandaban 21.000 euros anuales –para llegar a alcanzar los 50.000 de manera progresiva-. Finalmente se ha pactado que tengan un salario cercano a los 34.000 euros por temporada, dependiendo de cuántas jornadas piten (unos 1.666 por encuentro). Este organismo, que depende del Gobierno de España, aprobó también una partida presupuestaria en la que aportarán 350.00€ en las próximas tres temporadas que irán destinados a un fondo que las colegiadas podrán disponer cuando terminen su carrera profesional.
La murciana María Planes vivía con especial ilusión el inicio de la temporada deportiva porque a sus 25 años este curso debutará como árbitra principal en la máxima categoría del fútbol femenino español. Han sido unas semanas de nerviosismo y mucho desconcierto pero reconoce ahora estar muy feliz porque cree que han hecho historia. “Este acuerdo supone que vamos a poder tener una mayor dedicación al arbitraje y eso supone también tener mejor calidad. Hasta ahora, con lo que ganábamos, teníamos que compaginarlo y contabilizarlo con otros trabajos para poder vivir porque ni cotizábamos ni percibíamos apenas dinero para dedicarnos a ello en exclusividad. Es un salto importante a nivel laboral. Por fin vamos a poder tener la estabilidad y la tranquilidad que garantiza el hecho de tener un contrato en caso de caer enfermas, lesionarnos o quedarnos embarazadas”, comenta.
En su caso, María compaginaba arbitrar con ser enfermera en el hospital Reina Sofía de Murcia. Allí tiene turnos de 12 horas, pero no todos los días. Ahora, le tocará cuadrar su agenda y sus turnos para poder viajar los fines de semana que le toque pitar. Y también para entrenar (fuerza y carrera) porque los árbitros están obligados a pasar pruebas físicas para mantenerse en la élite (o en cualquier categoría). Tienen que llegar en condiciones óptimas cada jornada a los partidos.
La colegiada murciana tuvo el privilegio de ser árbitro asistente en el histórico partido en el Wanda Metropolitano entre el Atlético de Madrid y el Barça, por lo que ha vivido en primera persona el crecimiento del fútbol femenino. “La calidad de las jugadoras y de los equipos ha aumentado considerablemente. El ambiente también ha cambiado muchísimo, gracias al mayor seguimiento de este deporte en los medios de comunicación y a que se televisen los partidos. Se está avanzando hacia pasos agigantados, pero todavía queda mucho para llegar al techo”, reconoce.
No sólo arbitra en fútbol femenino, también lo hace en el masculino, en Tercera RFEF, la tercera división. “Al final es fútbol, no cambia mucho más allá de que las condiciones físicas son diferentes. Depende más de la categoría en la que estés. A nivel de arbitraje no hay muchas diferencias entre el fútbol masculino y el femenino”, afirma. Es consciente de que sigue existiendo una brecha salarial con respecto a sus compañeros hombres, que llegan a cobrar 12.500 euros al mes por pitar en Primera División masculina (alrededor de 150.000 al año): “Va acorde también a la competición. Las jugadoras están en el mismo caso, no cobran lo mismo que los futbolistas. Nosotras estamos empezando en esto, pero en unos años estoy segura de que iremos avanzando”. Ojalá sea así. Por el momento, se ha dado el primer paso.
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