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Musulmanes obligados a comer cerdo y a beber alcohol

Miembros de la minoría Uigur siendo repatriados a China desde Tailandia

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Da igual si eres moderado o extremista, delincuente o ciudadano ejemplar, profesor o enfermero; si eres musulmán en China serás persona non grata, y susceptible de ser detenida y encarcelada en Campos de Internamiento parecidos a los campos de la época hitleriana. Esto sucede, concretamente, en la Región de Sinkiang, al noroeste de China, donde los y las musulmanas chinas de la minoría Uigur sufren un perverso proceso de exterminación cultural en condiciones inhumanas. Hoy, más de un millón de musulmanes están encerrados en el país “comunista”, en contra de su voluntad, y sometidos a un proceso de asimilación forzoso. ¿Su delito? -Pertenecer a una minoría étnica distinta a la de la mayoría. 

El objetivo del gobierno chino es, en primer lugar, borrar la identidad cultural de estas personas, y adoctrinarlos para que exista en el país un modelo social y cultural homogéneo. De esta forma, se aseguran de que, para los Uigures, prevalezca el amor y la obediencia al régimen y a la cultura china, evitando así que se revelen o pidan su independencia, lo que ya sucedió anteriormente. Pues, este pueblo, logró su independencia en dos ocasiones: en el año 1933 y en el año 1944.

Y os preguntaréis ¿Por qué China le preocupa tanto que se puedan independizar los Uigur? La respuesta es la de siempre: “la plata”, porque la Región de Sinkiang, donde la mayoría de la población es de la minoría Uigur, es una de las regiones más ricas en recursos naturales. Es rica en petróleo, gas natura, carbón, etc. Y cuando peligra la plata, se hace uso del plomo, como ya dijo un sicario colombiano.

Para erradicar el Islam en China, varios son los procesos a los que son sometidos los musulmanes: 1) Una política de colonización obligada de ciudadanos de otras etnias a esta Región, para que los Uigures dejen de ser mayoría (en 1949 la etnia Han [la mayoritaria en China] representaba el 6% de la población de esta Región, ahora son el 50%). 2) Exterminar a la población Uigur, no los pueden matar a todos, porque el mundo lo está viendo, por lo que proceden a la esterilización de las mujeres (testimonio de una Uigur que fue encerrada en un campo y esterilizada antes de ser liberada [Zumret Dawut]). 3) La separación de hombres y mujeres. 4) El fomento de matrimonios entre mujeres Uigures y hombres de otras etnias no musulmanas, con incentivos de hasta 1500 euros.

Antes de cualquier comida, tienen que hacer una alabanza a la patria China, al partido comunista, y al presidente Xi Jinping; humillaciones continuas, torturas, castigos si hablan alguna lengua que no sea el Chino, de pie hacia la pared sin comer durante horas y días, aislamiento en celdas oscuras, tráfico con sus órganos “halal”, los ponen desnudos en condiciones invernales extremas, 40 o 60 personas por habitación durmiendo en el suelo y en condiciones inhumanas, obligados a correr durante todo el día en el centro cantando cantos patriotas, se les visualizan vídeos sobre el presidente de la nación, y se les pide cada día escribir una autocrítica para asegurarse de que sus ideas cambian, sacan su brazo desde un agujero de la puerta para ser inyectados con un jeringuilla, y como consecuencia de estas inyecciones (según el testimonio de una ex encarcelada [Gulbahar Jelilova]) las mujeres dejaban de tener su periodo y se les reducía la capacidad de pensar y racionar, se les olvida hasta donde nacieron, no sienten ni frio ni calor (según el mismo testimonio) y de esta forma inhiben en ellos cualquier posibilidad de reivindicación o protesta.

Hasta el año 2018, China negaba la existencia de estos campos, no obstante, y ante las evidencias, ahora lo reconoce. Y afirman que son “centros de reeducación”, y que su objetivo es evitar la radicalización de estos musulmanes. Pero la realidad de las detenciones es bien distinta, ahora mismo hay más de un millón de personas (algunas fuentes afirman que son tres millones) y que, en la mayoría de los casos, los motivos de detención no son por terrorismo, ni siquiera por signos de radicalización reales, sino por utilizar, por ejemplo, la aplicación de WhatsApp, a una mujer la detuvieron por tener la foto de una persona rezando en la pantalla del móvil, a otra por viajar a Turquía, a otra por llevar el velo, etc. De hecho, entre los 75 indicadores de radicalización que ha publicado el gobierno chino: “fumar y beber” o “comprar material para hacer deporte” también son considerados signos de extremismo religioso (Human Rights Watch, 2018).

Fuera de estos campos, en la región de Sinkiang, la situación es también preocupante. Los 11 millones de personas que viven ahí están sometidos a videovigilancia, y se les retira el pasaporte para controlar su movimiento. El gobierno, incluso, exige que toda persona Uigur que tenga un Smartphone instale una aplicación de espionaje, para tener un control e información sobre su vida privada.

Los gobiernos del mundo son conscientes del drama que viven estas personas, porque hay informes que lo corroboran, incluso el New York Times ha publicado un amplio reportaje sobre estos campos. Sin embargo, en sus visitas a China, en sus interacciones o declaraciones sobre el gigante asiático, nadie dice ni una palabra en relación con esta castigada minoría de los Uigures, dejando evidente de que no es tan grave que existan campos de internamiento de personas por razón de credo.

China está cometiendo un crimen en toda regla, en el que las víctimas son culpables solo por ser culturalmente distintos a la mayoría, “es una forma de genocidio” (Fallon, 2019). “Nos están intentando exterminar, los campos que llaman ”de reeducación“ son campos de concentración parecidos a los campos nazis. No creo que podré volver a ver a mi madre”, testimonio de Gulhumar Haitiwaji, hija de una detenida en un campo de internamiento.

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