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Cabo Cope y el futuro

Cabo Cope / V. García (ANSE)

Joaquín P. Sánchez Onteniente

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Disculpen que, pese al encabezamiento, comience hablando en pasado, para traerles un recuerdo familiar. En enero de 1974, en Aguilas, donde pasé mi infancia, mi padre nos animó exultante a todos los hermanos a que estudiasemos Física para emplearnos en la futura Central Nuclear de Cope que acababan de anunciar. Pero, con mis trece años recién cumplidos ya había óído mencionar la lucha de un tal Pedro Costa contra el proyecto. Cuando respondí a mi optimista padre por qué esta oposición, no acertó a explicarme mas que Pedro Costa siempre estaba en contra de los que mandan. Pero “los que mandan” por aquel entonces era el franquismo, régimen ya en proceso de descomposición, pero quizás aun más peligroso por ello en sus reacciones, y que desde luego todavía inspiraba temor o cuando menos prevención. Por poner un ejemplo, apenas un mes después, asistiendo a mi primera asamblea de ANSE observé atónito a un policía de paisano preguntando a nuestros jóvenes directivos de qué pensaban hablar en la reunión, marchándose displicentemente –“a ver los toros” se justificó- sólo cuando le aseguraron que nada más que hablaríamos de pájaros.

No me impresionó tanto que la energía atómica otra vez merodease mi pueblo, aunque fuese ahora “en son de paz” –siete años antes nos habían caído las tres bombas atómicas de Palomares a sólo 27 Km- como saber que había un aguileño pertinaz y corajudo contra el poder desde posiciones medioambientales. A partir de ese momento seguí su pista, y la del grupo que pronto fundó para afrontar esa lucha –el Grupo Ecologico –luego “Ecologista”- Mediterráneo. El GEM mantuvo una admirable y frenética actividad en los siguientes meses, en los que consiguió invertir el resultado, contra todo pronóstico, de lo que iba a ser un fácil aterrizaje de Hidroeléctrica Española en Cope. Tras la tímida pero determinante oposición de los ayuntamientos de Aguilas, Lorca, Mazarrón e incluso Pulpí, sometidos a un intenso cuestionamiento de la población, el proyecto fue finalmente paralizado (aunque formalmente la actual Iberdrola nunca haya renunciado al mismo). Para nuestra fortuna Pedro Costa consiguió por el camino numerosos apoyos, algunos de los cuales resultaron de todo punto imprescindibles, como el del joven maestro y activista lorquino Pedro Guerrero; amén del oportunísimo frente científico cubierto por el Departamento de Física de la Universidad de Murcia y especialmente por su catedrático Juan Santiago Muñoz Domínguez, que de manera concienzuda criticaron el tipo de tecnología e incluso la ubicación elegida.

Ni hoy ni nunca podrá cuestionarse la gigantesca contribución de Pedro Costa y sus compañeros de entonces en aquella batalla de sorprendente y feliz resultado para la Marina de Cope, uno de los tramos litorales más primigenios que sin duda perduran gracias inicialmente a ellos, como ya he dicho, .pero posteriormente también gracias a otros colectivos (Ecologistas en Acción, Plataforma ProLitoral…) que han ido repeliendo incansablemente las sucesivas agresiones perpetradas contra el paraje (proyectos de urbanización, autovía, agricultura intensiva…). La contribución de ANSE tampoco faltó, sobre todo a partir de la década de los ochenta, instando desde el principio a la calificación y mantenimiento del espacio protegido

¿Por qué entonces la feroz oposición de estos históricos ecologistas a la compra del Cabezo de Cope por parte de ANSE? Más desconcertante aún que el declarado fondo de sus razones, me resultan las formas empleadas. ¿Por qué los gruesos calificativos y descalificaciones contra esta veterana asociaciación, especialmente personificados en su director Pedro García Moreno? Francamente no termino de encontrar una respuesta. Como viejo socio de ANSE –tengo el honor de ser el más antiguo después de los cuatro fundadores- me ha resultado dolorosa y decepcionante esta triste intervención de Pedro Costa y voy a explicar a continuación, desde tres ángulos, por qué en mi opinión ha sido desacertado e injusto en todas sus valoraciones

La protección pública no garantiza suficientemente la conservación

Existen numerosos precedentes, tanto en España como en nuestra concreta región, de que la calificación de espacio natural protregido, en cualquiera de sus formas, no es garantía absoluta de salvaguarda. En el ámbito nacional el ejemplo más paradigmático quizás sea el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, cruel y sistemáticamente devastado por la extracción de agua para regadíos intensivos. En nuestra región, tenemos desgraciadamente cerca el ejemplo del Mar Menor, con todos los niveles de protección jurídica posibles –incluso internacional, Convenio Ramsar- que ya se ha visto eran sólo teóricos. Pero la laguna es sólo el botón de muestra; nuestro Gobierno Regional no ha destruido Naturaleza sólo por omisión, sino que la mayoría de las veces lo ha hecho empleándose a fondo, con premeditación, convencimiento y más eficacia de la que muestra en asuntos de interés general. No hay que alejarse del Parque Regional de Cope-Calnegre para evidenciarlo: ante el obstáculo que para su urbanización les suponía la Ley Regional de Espacios Naturales Protegidos de 1992, usaron un torticero camino de fraudulenta ingeniería legal para desproteger la Marina de Cope (la disposición adicional 8ª de la Ley Regional de Suelo de 2001) que sólo pudo revertirse once años después por sentencia del Tribunal Constitucional al recurso presentado por cincuenta diputados del PSOE, gracias al crucial esfuerzo de Miguel Angel Esteve y Ecologistas en Acción.

Los ejemplos de agresiones jaleadas, cuando no dirigidas, por los poderes públicos que debieran evitarlas, son miles. En el caso de Cabo Cope la situación era especialmente endemoniada, como ya se ha repetido en multitud de foros. En manos de la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB, conocida como el “banco malo”, con el 55 % de propiedad privada y sólo el 45 % pública), decidida a venderlo a toda costa, con inversores acechando ante el evidente desinterés de las autoridades regionales y locales; y para mayor abundancia con el continuo peligro de que un Gobierno Central menos interesado en la Naturaleza recupere el poder, el escenario en nada resultaba tranquilizador.

Por todo ello parece tan extraña la brusca profesión de fe de Pedro Costa en las Administraciones Públicas como garantes definitivas de la conservación, cuando él mismo lleva toda la vida atacándolas por lo contrario. ¡Cuánto desearía caer del caballo como él para librarme de tantos sobresaltos como me producen los políticos que entran a saco dia sí y dia también en nuestros espacios protegidos!

La propiedad es una eficaz herramienta de protección

Aunque otros países nos llevan mucha ventaja –el referente principal es el Reino Unido, donde la Real Sociedad de Protección de Aves es la segunda propietaria de fincas, sólo después del Estado- en España hay ya profusión de antecedentes de compras similares, en la práctica totalidad de los casos con el concurso de miles de donantes y a través de asociaciones de conservación. Como ejemplos notorios, la compra de la Estación Biológica de Doñana –el germen del posterior Parque Nacional- que en los años sesenta fue posible mediante una cuestación internacional (“Una corona para un ganso” era el slogan en Noruega), el Refugio de Rapaces de Montejo, en Segovia, La Trapa en Baleares, decenas de fincas de monte bajo y dehesas en Extremadura, etc etc. Cientos de fincas en todo el Estado en los que el contrapoder ciudadano que representan las asociaciones de defensa del medio ambiente, con el imprescindible concurso de los medios de comunicación, ha optado por la valiente alternativa de comprar –en ocasiones arrendar- espacios de protección crítica, bien por las especies que albergan, los ecosistemas que reúnen u otros valores paisajísticos o culturales.

Con las lógicas peculiaridades de cada caso, el modelo de conservación siempre discurre entre la protección de los valores singulares, el mantenimiento de los usos agrarios tradicionales, el disfrute ciudadano compatible con la protección y la educación ambiental. Y este es desde luego el modelo que también seguirá ANSE en Cope, como ha seguido desde que en los años noventa inició la compra de hasta doce fincas, que ya suman 470 Has (la segunda en extensión después del Cabezo de Cope sería Malcamino en Mazarrón, con 120 Has principalmente destinadas a la conservación de la Tortuga Mora), con fondos obtenidos por suscripciones populares y siempre en momentos críticos para la supervivencia de los espacios, en cuyo catálogo entran zonas lacustres, enclaves montañosos, refugios faunísticos, salinas litorales, espacios agrarios tradicionales e incluso conjuntos arqueológicos) Sabemos que el reto de Cope supera a todos los anteriores, pero nos anima recordar que en su momento todos parecieron inalcanzables y finalmente pudimos pagar hasta su último céntimo; pero más nos impulsa aún una verdad contrastable: se alcanzaron sus objetivos de conservación, y por tanto es un patrimonio que podrán disfrutar las generaciones venideras

La asociación y su director no merecen los descalificativos vertidos

En este punto necesito revelar la gota que ha desbordado el vaso y me ha impulsado a escribir todo esto. Sabemos del mordaz estilo literario de Pedro Costa, pero ni siquiera eso me había preparado para soportar la desafortunada comparación de nuestros directivos, protegidos de la pandemia con sus mascarillas, con los encapuchados que evocan la parte más repugnante de nuestra reciente historia. Quienes conocemos a Chema Catarineu, Pedro García y Juanfra Martínez, en ocasiones desde que eran niños pertrechados con sus prismáticos y recorriendo ilusionados nuestros montes; y les hemos visto dedicar miles y miles de sacrificadas horas de su tiempo a batallar por la protección de nuestro medio, arriesgando incluso con su propio patrimonio personal algunas de las compras que hemos relatado, no podemos permanecer impasibles ante tamaña agresión verbal. Entre los socios de ANSE es conocida y valorada la estrategia de nuestra asociación de no entrar en confrontación con otros grupos y sectores ecologistas, plara no debilitar el ejemplar movimiento ciudadano de la conservación. Pero yo hace muchos años que estoy apartado de cargos directivos y en este punto necesito expresarme con libertad y sin condicionantes.

ANSE es una verdadera asociación sin fines lucrativos: está formada actualmente por setecientos socios que la sostienen; tiene un funcionamiento democrático y sobre todo colaborativo. Se rige por unos Estatutos y presenta puntualmente sus cuentas. Esto, que no debiera ser necesario explicar, me temo que es sin embargo excepcional. En nuestro país, ante la ausencia de todo interés político por establecer reales mecanismos de control, la fórmula de Asociación se utiliza indecentemente con demasiada frecuencia para enmascarar proyectos personales de supervivencia, actividades empresariales de desleal competencia con la empresa real, e incluso ocultos proyectos de manipulación informativa y social. Mientras seguimos esperando que la ley visite todos estos chiringuitos, debemos empezar a reivindicar el interés público de las verdaderas asociaciones, y así quizás acabemos mejorando la tasa de afiliación, cuando la ciudadanía no tema a confundir el trigo con la paja.

El ataque despiadado a Pedro García Moreno, nuestro director ejecutivo, merece un comentario especial. Tanto él, como sus actuales compañeros directivos de ANSE son activos ecologistas que jamás han ocupado cargos públlicos, a diferencia de Pedro Costa y otros, que quizás por ello utilicen un lenguaje que nos retrotrae a lo peor de la ciega rivalidad política. Nuestro Perico se ha bregado y curtido en mil combates, desde mucho antes de que le animasemos a dejar su confortable y mejor pagado trabajo en el Ayuntamiento de Cartagena para aventurarse a depender de su modesta liberación en ANSE. Sin duda fue el mejor acierto del colectivo, ya que con la profesionalización de la gestión iniciada con Pedro –después felizmente continuada con otros magníficos profesionales- iniciamos también nuestro mejor recorrido en resultados. Qué pena que Pedro Costa no haya preguntado antes de disparar a todo lo que se movía. Para algunos que sabemos de los inconfesables ataques que el poder económico –el poder verdadero, no lo olvidemos- dirige contra ANSE y en especial contra Pedro García, es un verdadero milagro que siga resistiendo. Debemos a mucha gente, aguileños y murcianos “de nación y de corazón” la conservación de nuestro viejo dragón dormido, y creo que ahora todos vemos con mayor optimismo su futuro. Pedro García es sólo uno más, pero hoy es oportuno enviarle desde aquí mi abrazo solidario, el mismo que a su manera, estoy seguro, también le envíán las collalbas y “tutuvías” del Cabezo de Cope.

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