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Es el (Gastro) Mercado, amigo

Pierde, pierde, pierde/ Cristina Morano

Cristina Morano Carretero

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Vuelvo a mis artículos de opinión en este diario que me sufre y me anima a seguir escribiendo con cariño no merecido por mí. Y vuelvo para hablar del lugar que está arrasando entre la murcianía que sale y tapea (de pie) entre exquisiteces y camareros recién graduados.

Así es: hace un par de años, el gobierno popular vendió el antiguo edificio de Correos de la ciudad de Murcia, en una operación perfectamente legal y con todititos los permisos, que dejó a los ciudadanos y ciudadanas de Murcia huérfanos de uno de sus modestos tesoros (y van...)

Ah, sin duda los contribuyentes de a pie no somos dignos de poseer patrimonio, nuestras necesidades de explicaciones no rozan siquiera la solapa de Teodoro y Casado, quienes se sacuden las miguitas del traje y cabalgan España nombrando a dedo candidatas y candidatos a las autonómicas sin que nadie le recuerde que, en cada zona, el PP tiene sus propios nodos y su propia estructura.

El edificio era un viejo caserón, pero tenía su mérito como archivo decimonónico, con sus suelos de mármol blanco, veteado de gris, con sus ventanillas expendedoras de madera labrada y sus despachos oscuros, ajenos al público. Debajo de la zona de carruajes, quedaba, intocado, uno de los refugios de la Guerra Civil todavía sin investigar ni rehabilitar. Su situación, en pleno centro, junto al río, lo convertía en un caramelo para cualquier tipo de actividad pública o privada, administrativa, empresarial o cultural.

Grupo Orenes es una empresa que ha hecho fortuna (je je) con casinos y salas de juego, hoteles con salas de juego, restaurantes con salas de juego, salas de juego con salas de juego y bingos con restaurantes. Uno de sus socios es Andrés Ayala, exdiputado del PP y Presidente de la Oficina Anticorrupción del partido. Otra empresa destacada en el mundo del juego es Codere, en cuya plantilla están los exministros Rafael Catalá (que fue alto directivo hasta finales de 2011) y Pío Cabanillas. Los hermanos Franco Muñoz son socios de ambas: Orenes y Codere.

Son tales empresas, amigos, las que colocan bingos y salas de juego (físicas y online) por medio mundo ayudados por préstamos `blanditos´. Son estas salas de juego las que han sustituido a ferreterías y bares en nuestros barrios y son las que enamoran sin tasa a nuestros adolescentes, poniendo al alcance de su mano lo que, según la Organización Mundial de la Salud, debe regularse y moderarse.

Olvidándose de aquellos registros psiquiátricos donde consta que el juego es una adicción como la heroína o el alcohol, los gobiernos conceden permisos y permiten publicidades encandilados por el brillo de las maquinitas (cuya manivela giratoria parece haber desbancado las puertas giratorias de las eléctricas, a tenor de quiénes se sientan en sus Consejos Asesores). Perpetúan así la facilidad de enriquecerse de algunas familias españolas y la (mayor aún) facilidad de empobrecerse de la mayoría de las otras... que también son familias españolas.

Con los réditos de tales adicciones las empresas del juego se compran peculiares edificios antiguos y los convierten en anodinos restaurantes, iguales a miles de otros. En el Gastromercado de Correos se produce además, la jugosa casualidad (oh, caprichosa diosa del Azar y la Fortuna, cuán inescrutables son tus designios), de que el edificio se encuentra a unos pasos del hotel Arco de San Juan, dirigido por nuestro joven y audaz concejal de Cultura y Turismo quien, sin duda, quedó gratamente sorprendido al ver alzarse un centro de ocio turístico a las mismas puertas de ese hotel.

Se ha cantado bingo, señoras y señores, las multinacionales feroces siguen mandando por encima de la voluntad de las murcianas y murcianos, pisando nuestro patrimonio, el cual les es vendido a bajo precio y sin restricciones de obra. Circulen, aquí no hay nada que protestar.

*Cristina Morano es escritora, diseñadora gráfica, miembro de CambiemosMurciaCristina Morano

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