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La crisis de los cuidados y las migrantes: “Las familias dejan apartados a los ancianos y somos las mujeres latinas las que nos hacemos cargo”

Las manos de Maria, cuidadora doméstica

Óscar Bravo

La llamada “crisis de los cuidados” ha impactado en gran parte a las mujeres que en los últimos veinte años han tenido que hacer frente a los cuidados de niños, personas dependientes y ancianos, donde más del 80% de las empleadas son mujeres. Uno de los colectivos que se han adaptado más a esta realidad ha sido el femenino migrante. María es una de ellas. Como tantas otras, llegó a España con 34 años y dejó a su hijo de 7 años para trabajar en la atención de personas dependientes, un trabajo que “nadie quiere hacer”.

Una gran parte de las mujeres migrantes llegaron, como se explica en el trabajo académico de Sandra Ezquerra, porque “la Ley de Extranjería canalizó la entrada de miles de mujeres inmigrantes ofreciéndoles como única oportunidad laboral y vital la realización de los cuidados”. Una realidad que ha dejado una huella en muchas mujeres extranjeras que tuvieron que dejar a sus hijos en sus países de origen para realizar esos cuidados a las personas dependientes en nuestro país.

Han pasado veinte años desde que María dejara su pueblo natal en la provincia de Loja (Ecuador). En el país latinoamericano tuvo varios trabajos y alcanzó el grado de bachillerato; sin embargo, la crisis de Ecuador fue el desencadenante para que María, junto a otros miles de ecuatorianos, pusiera rumbo a España. Aquí trabajó durante más de cuatro años de “interna”, el término popular con el que se denomina a las cuidadoras de personas dependientes, aunque antes también tuvo otro tipo de empleos, que han dejado claras muestras visibles en sus envejecidas manos, repletas de callos, cicatrices y lunares de vejez que tiñen su piel ligeramente morena.

Su historia en España comenzó cuando aterrizó en Madrid, con la esperanza de ganar dinero y poder ofrecerle un mejor futuro a su hijo que había dejado en su localidad de nacimiento. Nada más llegar empezó en la recogida de la uva y, como ella narra, “no fue hasta dos o tres semanas después cuando me di cuenta de lo que había hecho, fue desgarrador, tenía la sensación de adormecimiento, cansancio y sin ánimos. No tenía a mi hijo conmigo”, expresa al echar la vista atrás.

Más tarde se trasladó a Elche donde trabajó en el sector del calzado. Después en el cuidado de ancianos porque no disponía de la documentación para trabajar en la industria. El primer anciano a su cargo sufría de demencia senil con una gran dependencia: “Era un trabajo duro, estaba 24 horas atenta a él”, relató María.

En este sentido, ella narró que su trato con la familia fue “muy bueno” porque le ayudaron a regularizar su situación ilegal en España en lo que “era el tiempo del PP de Aznar y las cosas se pusieron algo más difíciles para quienes estábamos de ilegales, pero tuve suerte con la familia que me contrató”. María explicó la contradicción de su nueva situación: “No me podía sentir bien cuidando a una persona desconocida, mientras mi hijo estaba tan lejos”. Tras varios años en España, María lamenta que continúen los casos en los que “las familias dejan apartados a los ancianos cuando tienen mucha dependencia”, para añadir que es una norma común que “seamos las mujeres latinas las que nos hacemos cargo de estas personas mayores”.

Dos años después, el anciano a su cargo falleció de un paro cardíaco y encontró trabajo de nuevo de “interna”, donde realizó la misma labor anterior y otro par de años después volvió a Ecuador: “Me encontré con mi hijo. Él me sentía como si yo fuese una desconocida y solo sentía desapego. Lo había dejado muy pequeñito”, contó María. Ella tuvo que regresar hace dos años otra vez a España para trabajar en una pizzería después de cuatro años en Ecuador.

Las plazas y parques de Murcia acogen cada tarde a varias “internas” con las personas a las que cuidan. Intercambian vivencias y todo tipo de anécdotas, algunas especialmente tristes. El vínculo creado entre estos mayores y las migrantes como María forman un retrato de las nuevas relaciones sociales que ya se han consolidado en nuestro país. Una realidad de los nuevos tiempos, que todavía tiene a muchas mujeres con un horizonte vital destinado a cuidar de los demás.

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