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Reencuentros tras una verja en las residencias de Navarra tres meses después: “Mi madre pasó el coronavirus, pensé que no la volvería a ver”

Visitas a través de una verja en la Casa de la Misericordia de Pamplona

Rodrigo Saiz

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Llevan casi tres meses sin poder ver a sus seres queridos y muchos no han podido ni dar el último adiós a sus familiares. Otros, sin embargo, pese a que hasta este lunes no están autorizadas las visitas en las residencias de ancianos, han podido reencontrarse, aunque sea con una verja de por medio y sin besos ni abrazos. Las residencias de ancianos han sido uno de los lugares más golpeados por la pandemia del coronavirus, y en el caso de Navarra no ha sido menos. Hasta el 29 de mayo 266 ancianos han perdido la vida con COVID-19 confirmado, y otros 164 con síntomas compatibles pero sin una prueba que confirmase su positivo. Son más de la mitad del total de las muertes registradas en Navarra con coronavirus. Esta situación llevó al Ejecutivo foral a blindar estos espacios e intervenir algunos de ellos. Por ello, pese a que en la fase 2 ya se permiten algunas visitas, el Gobierno de Navarra ha optado por restringir estos reencuentros hasta este 1 de junio por miedo a un posible rebrote.

Pero las ganas de poder ver a un padre, a una madre o a los abuelos han podido con todo, y muchos se las han ingeniado para poder reencontrarse y ver, más allá de a través de una pantalla, a sus seres queridos. Con una verja de por medio, aprovechando el momento del paseo y manteniendo los más de dos metros de distancia, han sido varias las familias de Navarra que esta semana, aprovechando el tiempo primaveral, han acudido a los distintos centros de mayores para reencontrarse con los suyos. Es el caso de Ana, que no veía a su madre desde que se decretó el estado de alarma. Unos pocos días después recibió una llamada de la Casa de la Misericordia de Pamplona: “Tu madre tiene coronavirus”. “En ese momento se me paró el corazón, se te vienen a la cabeza todas las imágenes que has estado viendo en las noticias y por un momento pensé que no la volvería a ver”, cuenta a eldiario.es mientras Margarita, su madre, la observa desde el otro lado de la valla.

Por suerte, su madre fue una de las ancianas de su residencia que superó la COVID-19 pese a sus 88 años. “Mi madre es una roca”, cuenta orgullosa Ana. “A mí no me dio fuerte, tuve fiebre, dolor de cabeza, pero no mucho más”, añade Margarita, que no es capaz de contener su emoción. “Cuando me dijeron que hoy venía mi hija a verme estuve un rato llorando, la he echado mucho de menos”. Y es que han sido unas semanas duras en esta residencia, que optó por aislar en sus habitaciones a todos los residentes el 24 de marzo cuando se diagnosticó el primer caso positivo en el centro.

Desde entonces, pese a que el Gobierno de Navarra no desglosa los datos de fallecidos y positivos en las residencias de ancianos por centros, han sido muchos los contagiados en la Casa de la Misericordia. “Aquí han muerto muchos”, cuenta Ana. “Y también ha habido muchos positivos entre el personal”, añade. Ahora feliz de que su madre haya superado la COVID-19 y de haber podido verla, solo espera “poder abrazarla y darle un beso”, algo para lo que “todavía falta”.

Visitas a partir de este lunes

Falta, porque aunque el departamento de Servicios Sociales y el de Salud del Ejecutivo foral hayan acordado habilitar las visitas en las residencias a partir de este lunes, solo será por el momento en aquellas en las que no haya ningún caso positivo “para evitar rebrotes”. Para ello además será necesario pedir una cita previa, y la visita solo la podrá hacer una persona y en un encuentro de 20 minutos. En el caso de la Casa de la Misericordia, Ana cuenta que les han informado a los familiares de que no esperan poder habilitar estos encuentros hasta finales de junio.

Por eso ella no ha sido la única que ha aprovechado esta oportunidad de volver a ver a su madre, aunque sea a través de una valla. También Javier, que ha acudido para ver a la suya, Isabel. “He podido hablar con ella casi a diario por teléfono, pero no es lo mismo”, confiesa. Isabel no ha pasado la COVID-19, pero aun así Javier ha estado “preocupado” sabiendo que muchos de sus compañeros y compañeras sí estaban contagiados. Ahora que la puede ver desde la distancia lo agradece. “Aún no podemos acercarnos ni darles nada, pero es un avance respecto a solo hablar por teléfono. El único problema es que mi madre tiene problemas de audición y, entre la mascarilla y la distancia, es complicado entendernos”, afirma.

Junto a él, otro matrimonio se acerca a la verja para hablar con un familiar. Desde el otro lado de la verja una voz les advierte: “Cuidado con la distancia, siempre un mínimo de dos metros”. Es una de las cuidadoras de esta residencia, que ha querido preservar su anonimato. Señala que estas visitas “han dado vida” a muchos usuarios que llevaban mucho tiempo sin ver a los suyos. “Lo agradecen un montón, les hacía mucha falta, tras semanas en las que casi no podían salir de su habitación: el ahora poder pasear por el jardín al sol y ver a sus hijos y nietos aunque sea desde lejos les ha hecho mucha ilusión”.

Han sido meses duros en las residencias, uno de los lugares más golpeados por el coronavirus. Tras semanas de completo hermetismo, ahora poco a poco empiezan a abrirse para que familias puedan reencontrarse. Será una desescalada lenta para evitar rebrotes de la pandemia, pero por el momento muchos ya han podido volverse a ver.

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