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Cómo funcionan las erecciones o por qué eyaculas: lecciones de sexualidad para niños (y niñas)

Una página del libro 'El semen mola'.

Rocío Niebla

15 de junio de 2022 22:26 h

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La primera eyaculación les cambia la vida a los niños. Suele darse entre los once y los catorce años y recibe el nombre de espermarquía. Con ella se abre la puerta de las múltiples maravillas: experimentar placer, conocerse mejor a sí mismo, eyacular y convertirse en un chico fértil “con el superpoder” de, junto a los óvulos de las chicas, crear vida. El semen mola. Mola tanto que la psicóloga y educadora sexual Anna Salvia (1984), autora de La regla mola y Tu cuerpo mola, ha escrito un libro para niños y niñas en el que habla sobre las erecciones, el semen y el líquido preseminal, la gestión de la fertilidad, el deseo sexual y el placer. Si la sexualidad cruza la vida humana, ¿por qué no hablarla, explicarla, dibujarla o leerla con las criaturas?

“La espermarquía siempre ocurre en un sitio íntimo, ya que estás durmiendo o estás masturbándote”, leemos en El semen mola (Montena, 2022), con subtítulo: Pero necesitas saber cómo funciona. La psicóloga avisa: “La primera vez que eyaculas suele salir poca cantidad de semen. No temas ir a dormir a casa de un amigo o de campamentos: si te viene la espermarquía mientras duermes, el semen se quedará dentro del pijama y no manchará las sábanas”. Puede que durante generaciones padres y madres con hijos e hijas no hayamos hablado lo suficiente sobre la sexualidad y el deseo, así que la educación sexual es una asignatura obligatoria que queda pendiente. Este libro ayuda a romper el hielo y a establecer conversación desde el respeto, el amor y el cuidado. “Este evento tan importante requiere de una buena celebración. ¡Hay mil maneras de celebrar la espermarquía! ¡Algunas familias hacen un pastel, una comida especial o un brindis!”, invita Salvia.

La autora de El semen mola acude a colegios a dar talleres de educación sexual en la zona de Girona y Barcelona. Dice que la sexualidad es una necesidad vital, así que la educación sexual es necesidad también. “Si las familias no hablan de sexualidad, la necesidad sigue ahí y los niños y niñas buscan respuestas fuera de las familias, posiblemente en Internet”. Internet responde con porno, así que “si no educamos sexualmente acabamos delegando a malas fuentes”. Para Salvia, la educación sexual y afectiva es imprescindible para “tener una sana relación con uno mismo: para quererse, entenderse y tener seguridad. Para compartir y relacionarse con otras personas, así como para prevenir violencias sexuales”. Considera que si no hay educación “la vida sexual se llena de fantasmas y de problemas”. Así que ¿por qué no hablarles del placer igual que lo hacemos de la higiene, el compañerismo o de la alimentación saludable?

Pero ¿cómo hacerlo?

La psicóloga y sexóloga Alba Povedano considera que la sexualidad hay que abordarla desde un enfoque integral y empezar desde el momento en el que nacen. “Primero poniendo el nombre tal cual es a los genitales”, así que basta de llamar 'colita' al pene. Las criaturas necesitan palabras precisas para hablar de su propio cuerpo. Povedano dice que hay que explicarles qué es un clítoris igual que una oreja o una mano y que, en el caso de las niñas, brindarles un espejo “para que conozcan su propia vulva igual que saben cómo es un codo”.

Señala que a partir de los tres años los niños y niñas se exploran y con ello encuentran placer, pero “muy lejos de la visión adultocéntrica”, ya que la estimulación es un descubrimiento fuera de la intención erótica. Para ella, la información debería anticiparse a los procesos sexuales. Añade: “Cuando ellos crecen y tienen el conocimiento digerido y no lo ven como algo negativo, cuando esos niños y niñas empiezan a investigarse, a ser curiosos y a tocarse es importante que sepan por qué se tocan y por qué se da el placer”. Es la forma de hacerlos responsables sobre su cuerpo y sus actos respecto (o con) este.

Povedano reconoce que las familias debemos “deconstruirnos” ya que hay mucho pudor y vergüenza en el tema, pero asegura que o la información viene por una fuente amiga y fiable o tarde o temprano las preguntas son “solventadas” en foros, por el porno o por interlocutores no válidos. Explica: “Algunos niños cuando se empiezan a masturbar con intención erótica, a los diez o doce años, les asusta y extraña que los orgasmos no vayan con eyaculación”. Tienen sensación de eyacular, pero sin hacerlo e indica: “Ojalá todos los niños tuvieran el conocimiento explicado por sus madres y padres de que esto es normal antes de que les pase”. Para ahorrarles dolores de cabeza cuanto menos. O también contarles sobre las eyaculaciones nocturnas: “Que sepan que pueden eyacular mientras duermen, que es normal, y que se cambian las sábanas y no pasa nada”, e incluso, aunque nos choque, hablarles sin tabús sobre el sexo anal: “Si nosotros no lo hacemos la curiosidad les llevará a Internet y verán a dos personas a saco, con penes súper grandes y sin lubricación”.

La sexóloga recomienda que, además de sobre el placer, la masturbación y la sexualidad, hablemos sobre las partes privadas que solo pueden tocar él o ella, o mamá y papá con permiso y a la hora del baño. También cabe tratar sobre el lugar donde estimularse: “Igual que les enseñamos que no se mea en otro sitio que no sea el baño, pasa lo mismo con tocarse el pene o la vulva, se ha de hacer en un lugar privado porque esas partes son privadas”. Mensaje sencillo y comparación entendible. Alba Povedano también invita a que les eduquemos en la empatía: “Por ejemplo, decirles que no nos apetece o no nos gusta que nos toquen los pechos. Son nuestros y tenemos derecho a que sean solo nuestros”. De esta manera les enseñamos que nosotras mandamos en nuestro cuerpo y que ellos o ellas tienen que respetarlo.

La asignatura pendiente

Alicia de Blas García es maestra del colegio público 'Las Veredas' de Colmenarejo (Madrid). Cuenta que en educación sexual y afectiva hay un amplio margen de mejora. “A nivel curricular el cuerpo humano escasamente se ve en el área de ciencias naturales. Digo escasamente porque solo contempla aquello que tiene que ver con la función reproductiva o con el aparato reproductor”, así que, confirma que a nivel curricular la sexualidad y el deseo no se trabajan. “En la educación primaria tendríamos que ir a una educación integral: para la autonomía, para la ciudadanía, para la convivencia o para un estilo saludable”. Y se pregunta: “¿Si la sexualidad es una parte tan, tan importante para las personas, por qué no está presente en el aula?”.

La maestra imparte la asignatura de Valores y en ella, por propia consideración, en algún momento han hablado sobre la sexualidad: “Sobre todo ligada al consentimiento y la intimidad. Aquello que se puede y no se puede tocar en los compañeros y compañeras”. Dice que durante la hora de Valores “da mucho espacio a las preguntas”, pero que en la mayoría de centros educativos “hay un poco de miedo” a trabajar estos temas. “Estuve trabajando en un cole al que llevé un libro de los años 80, Qué hacen mamá y papá, publicado por la Asociación Española de Sexología Clínica, y generó muchísimo interés en los niños y las niñas, pero otros compañeros me dijeron educadamente que me lo llevara a casa. Consideraban que el libro no era apropiado porque se veía una imagen transversal de una penetración”.

La sexualidad “condiciona tanto nuestra experiencia vital que es necesario y urgente abordarla. Dando valor tanto a lo emocional como a lo físico, y tratarlo desde una perspectiva feminista y crítica”, dice Alicia de Bla. La maestra cuenta que tiene alumnos de ocho años que están “todo el rato hablando de sexo o jugando a follar” y considera que “si los vacíos de información no se los rellenan desde la escuela o las familias, los niños acaban metidos en Internet”. Y concluye: “Incluso si las familias estuvieran educando sexualmente a las criaturas, la escuela tiene un deber y una responsabilidad con el tema”. No vale mirar para otro lado, acallar la curiosidad o ningunear el tema: la escuela debe ser una academia para la vida y el sexo es parte de la vida.

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