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Tres temas sanitarios que requieren precisiones en la lucha contra la COVID-19 y en el desconfinamiento

Francia requisa todas las mascarillas para su uso exclusivo sanitario

Daniel López-Acuña / José Martínez Olmos / Alberto Infante Campos

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En el debate sobre las medidas sanitarias de lucha contra la COVID-19 y los criterios de salud pública a tener en cuenta durante el desconfinamiento gradual hay tres temas que ocupan la atención y que requieren de algunas precisiones. A continuación, nos parece importante compartir algunas consideraciones al respecto.

La primera se refiere a la encuesta de seroprevalencia. Por supuesto, está muy bien que se haga en las próximas semanas, pero los resultados no se tendrán probablemente hasta principios de mayo ni, lo que es más importante, aportarán elementos definitivos para el desconfinamiento gradual. Nos dirán qué porcentaje de la población ha sido infectada por el virus desde que la epidemia comenzó en España, pero no mucho más. Según se ha anunciado, la encuesta se hará en 30.000 hogares y nos dirá, pongamos por ejemplo, que el 10% de la población ha sido infectada por el virus. Esto puede variar entre un 5 y un 20% entre Comunidades Autónomas. Y aunque estos datos los podremos desagregar por edades y por lugares de residencia urbanos y rurales, se trata de información útil, sobre todo si se repite con la periodicidad adecuada, para conocer la dinámica de diseminación del virus y planificar las acciones preventivas para un posible próximo ciclo estacional del virus, incluyendo las potenciales necesidades de medicamentos y vacunas (cuando estén disponibles). Sin embargo, no aportará, pues no está diseñada para eso, elementos definitivos para calibrar sanitariamente el desconfinamiento gradual por territorios y por grupos.

La segunda consideración se refiere al riesgo de transmisión residual al desescalar el confinamiento. La variable sanitaria fundamental para guiar la forma de desescalar el confinamiento debería ser el riesgo potencial o residual de reactivación de la transmisión, y eso no lo mide más que muy indirectamente una encuesta de seroprevalencia. Por tanto, si la encuesta nos dice que solo el 10 al 20% de la población ha sufrido la infección eso supone que el 80 al 90% sería potencialmente susceptible. Es decir, que no habría inmunidad de grupo y existiría un gran potencial de reinicio o “rebote” si no se controla la transmisión silenciosa de asintomáticos positivos y la asociada a nuevos casos leves, moderados y severos.

En consecuencia, lo fundamental será mantener controlada la transmisión y vigilar y contener cualquier rebrote. Conviene recordar que en Wuhan se ha levantado esta semana el confinamiento tras tres meses y medio del inicio de la epidemia. No planteamos que el confinamiento necesite ser así de largo, pero sí que es fundamental que sepamos en qué condiciones de riesgo sanitario se hace posible. ¿Qué significa esto? Que hay que tomar las decisiones en función de tres variables:

- Reducción del índice de contagio a 0, es decir que no existan nuevos casos; sólo algunas Comunidades Autónomas estarán en esta situación a fines de abril o principios de mayo y lo más probable será que en las zonas calientes de alta incidencia y transmisión esto no se logre sino hasta mediados o fines de mayo.

- Realización de pruebas rápidas a colectivos vulnerables y/o altamente expuestos (residencias de mayores y de personas con discapacidad) y profesionales en primera línea (sanitarios, de cuidados en residencias y ayuda domicilio, fuerzas y cuerpos de seguridad, trabajadores que pasan mucho tiempo en ambientes cerrados donde no es fácil mantener el distanciamiento social y/o atendiendo al público, etc.), lo que puede suponer unos 3 a 4 millones de personas en lo que resta de abril, en paralelo a la encuesta de seroprevalencia; en estos colectivos los positivos deberán ser confirmados por pruebas de PCR que nos indican su infectividad, de modo que puedan ser aislados.

- Capacidad de montar un dispositivo de vigilancia epidemiológica reforzada por la atención primaria que apague cualquier mínimo fuego que resurja aislando los casos encontrados y haciendo pruebas a todos sus contactos. Al deshibernar la próxima semana al sector productivo no esencial podríamos estar ante el retorno de un gran número de trabajadores y trabajadoras que tendrán un mayor grado de interacción social. Entendemos la importancia de deshibernar la actividad productiva no esencial a partir del lunes, pero a nadie escapa que se corren riesgos que hay que estar listos para enfrentar. Las Comunidades Autónomas y el Gobierno deberán estar sumamente vigilantes para detectarlos e intervenir con rapidez.

La tercera consideración se refiere al uso de mascarillas. Conviene poner en contexto la pertinencia o no de recomendar el uso de mascarillas a la población general, a medida que los ciudadanos puedan irse reintegrando paulatinamente a la actividad social y laboral.

La población de los países occidentales ha visto como en Asia, ya de tiempo atrás, probablemente a consecuencia de experiencias previas con otras epidemias virales, las autoridades sanitarias recomendaban su uso, cuando no lo obligaban. En Europa hemos visto criterios distintos según los países, incluso entre regiones de un mismo país.

Como es sabido, la OMS se ha movido desde una posición inicial que enfatizaba los inconvenientes y problemas ligados al uso de mascarillas por parte de la población general, a otra, más matizada, en la que, sin dejar de señalar determinadas cautelas, reconoce su utilidad como medida complementaria al resto de las medidas puestas en marcha para combatir la pandemia. En el mismo sentido acaba de pronunciarse el Centro Europeo de Control de Enfermedades. Ello se ha debido, sin duda, a un mejor conocimiento de las condiciones en que se propaga esta epidemia.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, en nuestra opinión resulta razonable recomendar la utilización de aquellas mascarillas que se consideren acreditadas por la autoridad sanitaria a partir del inicio del deshielo como una más, entre otras, de las medidas de protección para contribuir a la prevención de contagios. Sin duda entre los colectivos más expuestos y más vulnerables, pero también para población general, siempre y cuando se cumplan tres condiciones: a) que se expliquen de manera reiterada las condiciones de uso y de deshecho de las mascarillas poblacionales; b) que se refuerce la importancia del resto de medidas y se combata la falsa sensación de seguridad que su empleo generalizado puede producir; c) que se disponga de un suministro adecuado y su precio no sea una barrera de acceso.

Conviene, además, señalar, como hace el Centro Europeo de Control de Enfermedades, el carácter progresivo y dinámico de las recomendaciones de uso de las mascarillas en población general. La recomendación deberá ser estricta para quienes debido a su actividad ha de pasar más tiempo en la calle, en los transportes públicos, en espacios cerrados de trabajo o en contacto continuado con mucha gente, circunstancias todas ellas en las que mantener el distanciamiento social es más difícil. Y, también, para quienes conviven o trabajan con población vulnerable. Por tanto, mientras siga siendo obligatorio el confinamiento de la población general, usarlas, puede ser conveniente, pero no es una necesidad estricta y, por ello, la disponibilidad limitada de mascarillas en el mercado no debería verse como un riesgo para la protección de la salud de todos.

Una de las tareas más difíciles que han de abordar los gobiernos que han adoptado decisiones de confinamiento general de la población es, sin duda, la planificación de las condiciones y restricciones que hay que tener en cuenta durante el progresivo des escalado de las mismas. Nadie ha afrontado antes una tarea tan compleja. No será sencillo. Tres palabras deberían presidir a nuestro juicio todo el proceso: seguridad, progresividad, cautela. Por ello, profundizar en el análisis y el debate de las condiciones y restricciones sanitarias que deben tomarse en cuenta es una tarea imprescindible a la que queremos contribuir con estas reflexiones.

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