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La gran nevada de Trump

El presidente de EE.UU., Donald J. Trump. EFE/EPA/ERIK S. LESSER/Archivo
9 de enero de 2021 22:55 h

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Tres grados a la altura del polo derriban la jurisprudencia. Un meridiano decide sobre la verdad

Bernard von Brentano

Pudieran haberles contado que la gran pesadilla de un columnista es no tener tema pero no lo es menos tener demasiados y todos de una gran relevancia. Llevo un rato deshojando la margarita: les hablo de Trump y la muerte de la realidad o les hablo de la gran nevada y de la muerte de la realidad o, incluso, insisto sobre el repunte de la pandemia y la muerte de la realidad. Hasta que he reparado en que en el fondo no era tan grave mi zozobra puesto que sólo hay un tema y, ya lo han adivinado, son las consecuencias que para el ser humano acarrea el ominoso asesinato de la realidad. Fíjense que no les digo siquiera de la verdad, eso que siempre es lo primero en morir en los conflictos, sino de la realidad. 

La pérdida del sentido de la realidad de los gobernantes y también de los gobernados. Ese es sin duda el gran tema. La desconexión suicida de la raza humana con la realidad es ya nuestra mayor amenaza. 

Un delirante narcisista sólo puede llegar al poder y mantenerse cuatro años sustentado por más de 70 millones de personas por esa desconexión de la realidad que él mismo se ha ocupado de cultivar. ¿Cómo se llega a esa anomalía cósmica? No se trata de una mera propaganda engañosa sino de la imposibilidad manifiesta de masas de votantes de visualizar, detectar y asumir la realidad, que no es otra que la que finalmente hemos visto: que le entregaban el poder a un megalómano que ha preferido poner en riesgo las bases de la primera democracia de la tierra antes de verse como un perdedor. Sólo la amenaza seria de acabar él, el único pronombre que conoce, en la cárcel le ha hecho recular en cierta manera. 

Las consignas, los relatos, las arengas, la manipulación, son actividades conocidas, mas nunca hasta este momento de la humanidad se había llegado a un estado en el que tantos millones de personas pensaran que no sólo la verdad es relativa sino que incluso la realidad es opinable. 

Por eso les hemos visto discutir que existiera una pandemia, incluso que el virus fuera un amenaza natural. Por eso les estamos oyendo decir que todo es un montaje para introducirnos un chip de control. Cualquier ficción supera con creces a la realidad. La credibilidad, sin suspenso. Los términos, invertidos. No hay conversación posible cuando no se habla el mismo idioma ni se pisa el mismo suelo ni se habita el mismo planeta. Esa es la situación en la que ya nos movemos. 

No de pronto sino con aviso científico llega la gran nevada y parte de la población sigue pensando que su opinión es superior a la realidad incluso que pueden conformarla. El narcisismo que se filtra sobre nosotros. Luego llegaré a los gobernantes, luego. Me ha resultado desesperante durante todo el día leer las múltiples manifestaciones, ajenas a la realidad y a los datos, que se han vertido en las redes durante todo el sábado. Ese supuesto centralismo madrileño que convierte algo supuestamente común como una nevada en un acontecimiento. “No nos gusta ese acontecimiento, en mi pueblo hace sol oiga”. Los principales diarios extranjeros se hacen eco de la peligrosa anomalía que vive Madrid. Aquí, no. Aquí están hartos de la realidad porque creen que no les afecta aunque ya me dirán otra cosa si los suministros de su pueblo -en el que hace sol- empiezan a escasear porque casi todas las rutas pasan por Madrid. 

En España sólo han tenido que gestionar nevadas como esta en la capital y alrededores O’Donnell, Maura y Franco. Verán que la realidad es tozuda y el hecho va a ser noticioso y relevante. Las grandes nevadas de la historia de Madrid se produjeron el 24 de noviembre de 1862, 30 de noviembre de 1904, el 7 de febrero de 1907, el 5 de diciembre de 1971 y el 8 de enero de 2021. En Asturias hubo otra nevada comparable en 1888 y en Burgos en 2004. Espero que los tuiteros y anticentralistas madrileños nos disculpen si no obviamos la realidad. 

La diferencia es que esta vez sabíamos desde antes del día de Reyes que esto iba a suceder. Esa es la realidad. La otra realidad es que ni España ni Madrid tienen medios para hacer frente manteniendo la normalidad a una nevada de estas características ni tienen por qué hacerlo. Económicamente no compensa dedicar más dinero a medios de vialidad y prevención invernal para algo que sólo sucede dos veces en un siglo. Así que la realidad es que estamos en un momento grave y complejo y que es preciso analizar hasta qué punto se ha producido una reacción adecuada de los gestores políticos y qué debemos esperar y exigir de ellos y qué no. 

La prevención utilizada con los datos disponibles ha sido baja. Yo, que soy una simple periodista, con los datos que manejaban los meteorólogos y que se iban transmitiendo en los programas en directo, y con mi móvil supe ayer a las doce de la mañana que disponía de una hora para ir con el carro al supermercado y abastecerme porque tenía el frigo temblando. Cuando salí ya estaba cuajando sobre las aceras. Por la tarde, en plena nevada, todo en Madrid estaba abierto. ¿Cómo no se pensó en cerrar y mandar a la gente a casa antes de que arreciara? Los atrapados han sido mayoritariamente los ciudadanos que volvían a casa, no los que iban al cine. Esta parte se podía haber evitado cerrando el tráfico antes de que las vías fueran impracticables. 

Las televisiones, por ejemplo, han mantenido equipos en alerta en hoteles cercanos para asegurar las emisiones. ¿No pudo pensar la Comunidad en mantener retenes de sanitarios próximos a los hospitales? Excepto llegadas heroicas, la mayor parte lleva tres turnos seguidos sin descanso ni relevo. En las residencias de ancianos, algunas han hecho dormir a cocineros y médicos allí, pero en otras ¿alguien previó que iba a ser imposible llegar? Así hasta donde quieran llegar. ¿De qué nos sirve informar durante horas y horas y horas que dan buena audiencia, aunque a muchos les aburren, si luego nadie hace nada con la información? ¿Por qué hubo quien salió de viaje ayer camino a Madrid? Prevenir es actuar todo lo posible antes de que sucedan los acontecimientos y no actuar cuando estos te han empezado a desbordar. 

El verdadero reto de las autoridades de Madrid comienza ahora y también la del Gobierno de la nación. ¿Cuánto tiempo van a tardar en hacer regresar a una mínima normalidad, una que permita a las ambulancias circular, a los trabajadores esenciales relevarse? La realidad. La naturaleza. Esas palabras casi olvidadas que nos están poniendo en serios apuros porque hay demasiados narcisistas y demasiados bobos que se han pensado que la vida se transforma en aquello que tú diseñas para decir por la televisión. 

No es difícil pensar que lo que queda de siglo nos depara aún muchas sorpresas. Si no despertamos del letargo de la relatividad estamos perdidos. Si no somos capaces de elegir entre nosotros a los mejores para que sean capaces de hacer cosas concretas y reales cuando el peligro, la zozobra o el caos nos alcance estamos perdidos. 

Porque una enfermedad nos mata y nos paraliza, porque una nevada nos paraliza y nos puede matar y porque terremotos, sequías, olas de calor y hasta cosas peores nos acechan seguro a la vuelta de la esquina. Entreguemos el volante con la cabeza fría. Exijamos a los partidos que nos den opciones de tener al frente personas con sentido de la realidad y no narcisistas enloquecidos ante los micrófonos. 

No somos invulnerables y la realidad nos lo va a demostrar. 

Aunque a muchos no les guste que se lo cuenten en los informativos o en las redes sociales. Aunque los políticos crean que con argumentarios gobiernan. 

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