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Se les ve en la cara

El exministro José Luis Ábalos, acompañado por Koldo García, en una imagen de archivo. EFE/Manuel Bruque
19 de junio de 2025 22:05 h

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La cara es el espejo del alma, y uno no entiende cómo en el PSOE no vieron venir a Ábalos. ¡Con esa cara de putero! ¡Míralo, si le falta el palillo en la boca y el cubata en vaso de tubo, toda la pinta de ir desnudando con la mirada a las mujeres y haciendo parada en cada puticlub de la nacional! ¿Nadie se dio cuenta con solo mirarlo? Busca cualquier foto suya y dime si le confiarías a tu hija. Y qué decir de Koldo, siempre retratado en segundo plano: un mafioso de película. De película mala, además, un tío disfrazado de mafioso cutre. Te lo cruzas por la calle y cambias de acera, di que sí. Ahora fíjate en Santos Cerdán: toda la cara de corrupto. Cualquier foto suya que cojas dice lo mismo: “hola, cobro mordidas”.

Pues no, no es así. Aunque hoy nos parezcan tan transparentes, nadie los vio venir, porque hasta hace dos días no tenían cara de putero, mafioso o corrupto. Tenían cara de ministro, de asesor y de secretario de organización. Diría más: tenían cara de ministro simpaticote, de asesor leal y de secretario de organización totalmente dedicado al partido y fiel a su jefe. Incluso tenían, para los suyos, cara de compañeros, de amigos, de buena gente. Aunque ahora no puedas mirarlos sin ver, con nitidez pasmosa, un putero, un mafioso y un corrupto.

Me hace mucha gracia esa capacidad fisiognómica a toro pasado, la manera en que cambia nuestra forma de ver a la gente cuando se desvela su verdadera condición. Nos convertimos en Lombrosos de andar por casa, y nos parece increíble no habernos dado cuenta antes. Mira hoy una foto de Errejón, que hasta hace unos meses te parecía un joven intelectualmente brillante, un hábil estratega, y diría que hasta un ser asexual al que no se le conocían pasiones fuera de la política: ahora tiene toda la cara de un tío chungo que se folla lo que se le ponga por delante. O Mazón: la gente le votó mayoritariamente hace dos años con su cara de simpático, tío cercano, ex cantante melódico; nadie se dio cuenta de la cara de miserable que siempre ha tenido. ¿Veíamos igual a Ayuso antes de los 7.291 mayores dejados morir en las residencias? Y no te digo el rey emérito: décadas pareciéndonos un semidiós, perfil de moneda y a la vez campechano, espíritu de servicio, cuando en realidad siempre tuvo cara de Borbón.

No solo personajes públicos: cómo le cambió la cara a tu amigo, perdón, ex amigo, que te hizo aquella putada; a tu jefe, que parecía colega hasta que te dio la patada y te diste cuenta de la cara de señorito quiero-y-no-puedo que siempre tuvo; a tu ex, que consiguió engañarte tantos años con esa cara de mosquita muerta y que por lo visto toda tu gente había calado aunque solo te lo dijeron una vez separados: “¡pero no te dabas cuenta, con esa cara!”

Es un juego divertido: ahora que vivimos en el sobresalto continuo, sin saber quién será el próximo en aparecer en un informe de la UCO, mira a cualquier personaje público e intenta anticipar su verdadero rostro. Ya te digo yo que no podrás. Aunque nos pesan los prejuicios, filias y fobias (los de nuestra cuerda siempre nos resultan más agradables a la vista), todos tienen cara de servidor público, diputado serio o diputado ingenioso, alcalde cercano, tertuliano peleón o juez recto… hasta que se les caiga la careta y podamos decir: ¡se les ve en la cara!

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