Pensar con la bandera y la cartera
Disculpen la licencia de resumir en un título una idea más compleja. El verbo sin duda alguna no es pensar, sino sentir, y obrar también. Una serie de dirigentes políticos han nacido el año 2020 ya en conflicto, y en algunos casos de proporciones mayúsculas. En la España que apura los días para formar gobierno rodeado de una oposición bélica y en el mundo con el ataque del ejército de Donald Trump buscando y logrando la muerte del general iraní Qassim Suleimani, la figura militar más relevante en Oriente Medio. Además de otros destacados miembros del propio Irán y de Irak. Se reactiva un avispero que afecta a la zona.
No hace falta salvar las distancias de ámbitos tan diferentes como España y ese mundo de intereses que estalla por la ofensiva de Trump, hay un punto esencial en común: los políticos que toman decisiones trascendentales y el carácter de sus votantes. Lo que define a unos sirve casi idéntico para otros.
El presidente republicano de EEUU, Donald Trump, ha saludado el asesinato selectivo del general Qassim Suleimani, ordenado por él, con un tuit que solo contenía la bandera norteamericana. Algún seguidor ha dicho: “bien, para que sepan quién manda”, pero ¿saben de verdad quién manda, por qué y para qué? La otra pata de este tipo de ofensivas se da en la propaganda. Al general iraní se le endosa basura y así parece merecer ese linchamiento. Cuentan de otro lado, en cambio, que Suleimani era el azote del ISIS o Daesh, del terrorismo yihadista en resumen. ¿Imaginan que Irán hubiera asesinado al jefe del Pentágono estadounidense?
Desde luego otras poderosas razones están en el tablero: el impeachment de Trump –a pesar de que sus correligionarios en el Senado le salvarán con casi total seguridad- y la lucha de poder entre Estados Unidos e Irán. Hasta ahora el Imperio persa, Irán, nunca ha sido invadido, como contaba el periodista Ramón Lobo desgranando la génesis de este largo enfrentamiento. Hace meses ya que sonaban intensamente los tambores de guerra y crisis.
El Pentágono dice que buscaba “disuadir” futuros planes de Irán. Y, como era de esperar y ellos mismos saben, está ocurriendo al contrario: numerosas reacciones de protesta de mandatarios en la zona, manifestaciones masivas en Teherán, alerta máxima en Israel, llamadas a la prudencia en varios países. Estados Unidos ha mandado evacuar a su personal civil y se dispone a enviar a la zona “miles de soldados”, hasta 3.500 de inmediato. Trump ya tiene su guerra de envergadura. Aunque el Congreso se divida ante la alocada acción del presidente que promete ser dramática en consecuencias.
Trump es un ser ególatra y vanidoso, inculto, con escasos escrúpulos, aparentemente incapacitado para el cargo, que salió elegido por millones de personas gracias a su populismo y las fake news como arma. Rodeado de voces del ultraconservadurismo republicano, de los dioses del dinero y de las armas, incluso de los aires del cristianismo evangelista talibán. ¿Qué podía salir mal? ¿Qué puede salir mal con escenarios similares en otros lugares como España? Hoy no se puede alegar desconocimiento. “En la era de la información, la ignorancia es una elección”, como tituló una exposición el artista visual californiano Donny Miller. Quien opta por la ignorancia es absolutamente responsable de lo que desencadena en el bien común.
Es evidente que millones de personas han logrado estar representadas por políticos incapaces para el puesto, ignorantes, fatuos, con escasos escrúpulos capaces de desencadenar conflictos de consecuencias incalculables. Se diría que sus votantes obran por emociones más que razonando y aparcando las consecuencias de un futuro absolutamente previsible. Es donde hay que actuar, con todas las fuerzas de la razón, la ciudadanía responsable está a la intemperie ante esta plaga.
Vamos en España hacia la investidura de un gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos a la que no cabe poner más trabas. En ese sentido puede interpretarse la decisión de la muy polítizada Junta Electoral Central de inhabilitar al President de la Generalitat, Quim Torra, por poner unos lazos amarillos fuera de la campaña, por 7 votos a 6, sin esperar al recurso en el Tribunal Supremo ni a que la sentencia sea firme. No contentos con semejante medida, se han lanzado a contravenir la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE y han inhabilitado como eurodiputado a Junqueras. Sin siquiera esperar a que se pronuncie el Supremo, que fue quien le condenó, tome una decisión. Es evidente que España necesita un gobierno que afronte los gravísimos problemas que la pesada losa de una derecha que no pasa por ser de lo más homologable con las europeas de su corte.
Ese gobierno precisa del apoyo o abstención de otras fuerzas. Como vemos, la derecha y ultraderecha política, mediática y judicial, los poderes económicos, el talibalismo católico representado por el modelo cardenal Cañizares, andan con las armas en alto para evitarlo. Aunque no hayan ganado las elecciones como en el caso de sus partidos, o no se hayan presentado a las urnas, sino a través de “testaferros”, algunos comprados a bajo precio. Ese compacto bloque hace ver que el triunfo es suyo y que le asiste la razón. No es así. Pero gran parte de sus seguidores piensan con la bandera para ayudarles a que ellos lo hagan primordialmente con la cartera. El anticatalanismo, en particular, obra prodigios en esas cabezas que prefieren alianzas la ultraderecha.
Un día la mayoría de los gobiernos pueden estar en manos de dirigentes como Díaz Ayuso, actual presidenta de Madrid. O como el alcalde, Martínez-Almeida. Como Inés Arrimadas o Pablo Casado. O Teodoro García Egea. O Albert Rivera. Desde hace un tiempo ya significativo, el nivel de un nutrido grupo de políticos españoles asusta. En realidad es el final de una escalada que se inició con una serie de políticos relevantes por su frivolidad. O con más precisión: un rellano en ese ascenso al poder de la inanidad con regustos torvos. Como ya ocurre en Estados Unidos con Donald Trump, en Brasil con Bolsonaro, o Bolivia con otra iluminada que se autoproclamó presidenta sin más miramientos. ¿No se han parado a pensar qué ocurrirá ese día en el que las decisiones sobre salud, educación, servicios, economía… supervivencia, como vemos, estén en manos de dirigentes de ese perfil? Spoiler: en algunos lugares ya lo están.
Detengámonos en Isabel Díaz Ayuso como paradigma. Afirmó que “nadie había muerto por contaminación” causando tal rechazo que la presidenta madrileña ha sido rebatida hasta por el Consejo Superior de Investigaciones científicas (CSIC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero avisó desde el primer día. Su historial de declaraciones insólitas van desde considerar al “concebido no nacido un miembro de la familia” sin saber si cobraría o no en el caso de malograrse, a elogiar los atascos y el humo de los coches en Madrid o los empleos basura. Y todo ello no fue obstáculo para que la votaran directamente 714.718 personas y otras 625.039 que, inclinándose por Aguado de Ciudadanos, la eligieron a ella; más los de Vox como punto y aparte. La extuitera de Pecas, el perro de su antecesora Esperanza Aguirre, ha sobrepasado en sus ataques políticos toda ética calificando de etarras a posibles ministros. Doblemente espeluznante en un partido con su historial de corrupción. Lo peor es que a ese nivel están la mayoría de sus correligionarios.
Perdonen que insista ¿han pensado que ocurrirá si un día la mayoría de los dirigentes son de ese perfil? El resto del complejo, las filiales mediáticas, los ejércitos tuiteros y de WhatsAPP harán el resto de la faena. Un gobierno que siquiera se aleje de ese modelo y que de hecho se esfuerce en combatir, democráticamente, sus consecuencias es ya una exigencia vital. Todos hoy son responsables de lo que suceda y aquí seguimos expectantes esperando.
Horas de vísperas, de negociaciones, peticiones en las que unos cargan con la desmesura y otros la cardan, y el panal de avispas atacando. De rumores de “tamayazo”. Más allá, Donald Trump alardea de bandera y su secretario de Estado Pompeo se deleita pensando que ya vio “algo evangélico apocalíptico, un éxtasis en el fondo” montando un conflicto con el imbatido y poderoso Irán. Veremos cómo acaba este estado de máxima tensión. Para quienes se sientan a decidir, bien, ya se lo anticipo.
Ayer me topé con un viejo libro de Milan Kundera y una frase que le dedicó otro escritor, Ítalo Calvino: “Esta novela demuestra que todo lo que elegimos por su levedad no tarda en revelar su propio peso insoportable”. Tenemos que hablar mucho más de todo esto, pero sin duda pocas definiciones se ajustan mejor al signo de los tiempos que, por supervivencia, habría de ser revertido.
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