La recuperación del PP y el burro que casi aprende a no comer
España ha de formar gobierno con urgencia para acabar con la inestabilidad y seguir la senda de la recuperación que es hoy orgullo del neoliberalismo. Así están apremiando los grandes portavoces de esta doctrina económica -desde el FMI a la Comisión Europea por boca del presidente Juncker- a que los políticos electos tomen una decisión que otros países en nuestras circunstancias meditaron mucho más tiempo. El gobierno que desean –y se han cansado de sugerirlo- es el que mantenga al PP en el poder, con el apéndice de Ciudadanos, y -como la mala suerte ha querido que ni con la suma de ambos los votos den de sí- con la abstención positiva del PSOE. Y parece que el actual candidato del partido socialista no está por la labor.
Semejante contratiempo encuentra al sistema a las puertas de otra grave crisis. Esta vez no se atreven a decir que es porque “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, dada la saña con la que las han podado. En la anterior, 2008, tampoco fue esa la razón. Ahora es que el gran experimento chino de capitalismo salvaje con represión dictatorial se les está yendo a pique, el petróleo ya no es oro negro, las bolsas se despeñan y en las altas cumbres se estremecen por la 'incertidumbre del crecimiento'.
De entrada, debe seguir la recuperación propiciada por las políticas de Rajoy y todos sus colaboradores en todas las esferas del poder. Es algo que han visto claro 7.200.000 votantes del PP, y alguno que percibió cuánto de centrista tenía Ciudadanos. A mí –y a las cifras de la realidad- nos salen otras cuentas.
Lo que realmente se ha recuperado con Rajoy ha sido la gran banca. A falta de cerrar el balance anual, vemos que, hasta septiembre, aumentaron sus beneficios un 48% respecto a 2014, una gloria. Ni en el mejor de los mundos soñados lograrían una posición tan ventajosa. Esa banca que tan cara nos costó y nos está costando. Las empresas del IBEX en su conjunto se embolsaron un 22% más que el año anterior.
La gente rica se ha recuperado mucho en España esta legislatura, esa es la verdad. Pletórica anda. Despilfarran su dinero comprando y sus gastos suntuarios elevan las cifras del consumo para que Rajoy – y sus portavoces- puedan presumir ante las visitas. Los pisos caros, el lujo, son sectores en alza. Las ventas de vehículos como Porsche, Lexus, Jaguar, Ferrari, se han disparado en España por encima de la media europea, como detallan en el diario bez.es. Y, mientras algunos conciudadanos nuestros pagaban hasta 120.00 euros por un Porsche 911 –el coche de moda entre ellos esta temporada-, el parque automovilístico añadía años a su vejez hasta llegar a los 11,6 como media. Una antigüedad excesiva para circular con seguridad. Hace una década solo el 35% de los vehículos que circulaban por nuestras carreteras tenían más de 10 años. Y ya se citaba como riesgo acreditado de accidente. Pero son cosas que la macroeconomía no tiene en cuenta. Contabiliza en euros, no en vidas.
Todos los datos ahondan en el mismo contraste: el aumento de las desigualdades en España, hasta liderarlas en Europa, junto a Chipre. “Durante la crisis” dicen, pero con un marcadísima acentuación con el PP. El último en acreditarlo ha sido el informe de Oxfam, pero todos los índices, todos, certifican esta realidad. Con cuanto implica. Casi 14 millones de personas, el 30% de la población, en riesgo de exclusión social, por ejemplo. Estos no se han recuperado nada con Rajoy, han entrado en barrena. Como tantos otros a quienes les han mermado las condiciones de subsistencia.
No estaría de más pues ensayar otras fórmulas de recuperación, que igual también les sirven a sociedades aquejadas del mismo virus. En Europa y en China, sin duda. Imaginemos que los ajustes se hacen al revés, pondrían el grito el cielo. Ya lo ponen solo por el temor de perder una pizca de su poder y oportunidades de lucro.
Se trataría de tender al equilibrio reduciendo el poder adquisitivo de las grandes fortunas -y sus servidores en la política y en la prensa- un 10% como ha sucedido con las de los asalariados. E invertir ese dinero en el bien común, vía redistribución, ese concepto casi olvidado.
De que echaran a sus espaldas el 85% de la carga fiscal española, como soportamos el resto de los ciudadanos. Para que ellos se vayan a “invertir”, como se escribió, un 2.000% más en paraísos fiscales el año pasado. En todo caso, sería exigible que pagaran sus impuestos de forma proporcional a sus ingresos, como manda la Constitución, y como hacemos los demás.
Si los sueldos y las condiciones de trabajo han disminuido para la mayoría, podíamos probar ahora a rebajar los márgenes de beneficio empresarial. Tantear a modo de experimentación cómo viven algunas grandes fortunas sin ningún ingreso, que es el caso de casi la mitad de los parados de larga duración. Y cómo lo hacen con 426€ al mes, que es lo que reciben un número mínimo -600.000- de los casi 14 millones de pobres. Un mes de ponerse en la piel de los demás. Destinar las ayudas públicas y las ventajas fiscales que se han dado a los bancos a todos los demás a ver si logramos ganar hasta un 48% más, igual que ellos.
Retirar las subvenciones a sus empresas –periodísticas, constructoras, concesionarias, la CEOE como tal y muchas otras- y que las reciban quienes las necesitan. Atar corto las mamandurrias entre poderes varios y atemperar los privilegios. Que devuelvan lo robado los corruptos, esos que se nos desparraman encima a diario y que lo mismo trincan de colegios de niños a los que tienen en barracones, que de todo tipo de licitaciones y contratos públicos. Y que se estudie qué responsabilidad y reparación cabe por el escandaloso aumento de la Deuda Pública alcanzado por este Gobierno.
Y sin duda establecer como sueldo de Christine Lagarde, Mario Draghi, y todos los mandos del neoliberalismo 4.000 euros al mes, que tampoco es para pasar hambre. Al menos replantear su remuneración: la directora del FMI firmó 467.940 dólares libres de impuestos de sueldo anual más 83.760 dólares en dietas libres de impuestos y gastos aparte. Su labor es muy rentable al capitalismo, pero nos recupera poco al resto. Como la de su antecesor Rodrigo Rato que encima se volvió a España a hacer lo que hizo.
Es solo un ejercicio retórico. Si algunas de estas medidas u otras similares se pusieran en marcha, se abrirían las entrañas de la Tierra y se organizaría el mayor escándalo que jamás haya conocido el planeta. Por eso es tan extraordinariamente asombroso que sea vea como normal cuanto se ha perpetrado contra los ciudadanos. Todos esos recortes y repagos. Sin que la mayoría vea el atropello que representa cargar siempre sobre las mismas espaldas la “recuperación” de estas mimadas élites. Han llegado a tal nivel de abuso que solo resulta comprensible la aceptación o el aplauso en mentes poco despiertas o con fuerte vocación de siervos. Cierto que las campañas emprendidas sin asomo de pudor para mantener en pie el tinglado deben influir, pero en quien estime muy poco su nivel intelectual. Se llega a niveles impensables de descrédito del periodismo, como en el caso de la “exclusiva” que enlazo aquí porque no merece más espacio. La única gravedad del tema es lo que están haciendo algunos con el derecho a la información. Sus intenciones.
Y lo más delirante y procaz: que nos vendan esta recuperación, la de las desigualdades flagrantes, la de los injustos recortes e impuestos, como un aval para el PP. Y aseguren en todos los tonos que lo más sensato para el país sea repetir con ellos, como no nos casamos de oír y leer. Y como si querer recuperar, además, la honestidad, los derechos recortados, la información, la dignidad, no importara.
Tras tanto batacazo, secular y que se acelera al mismo nivel que el aumento de la codicia, ¿no habría que ensayar otras fórmulas? Igual si la mayoría viviera con algo menos de estrechez, sí se producía un crecimiento para todos con mayor justicia social.
Para entendernos, millones de personas ya están aprendiendo la dieta suministrada por la recuperación de los PP del mundo: no comer, en sentido metafórico. Ni bocado. La balanza de ingresos y gastos se recupera una barbaridad así. Pero la experiencia ha demostrado en los burros de carga que a la larga no resulta.