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Opinión - El pueblo es quien más ordena todavía. Por Rosa María Artal

Yo SÍ soy racista, pero...

Vinicius protesta por los insultos racistas de los aficionados.

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El Día Mundial contra el Racismo se celebra oficialmente el 21 de marzo, pero en España nos sabe a poco y lo repetimos varios días al año: cada vez que un caso de racismo sale del anonimato habitual y se convierte en noticia. Así, esta semana hemos tenido otro emocionante Día contra el Racismo, en el que se acumularon las declaraciones no-racistas: políticos, periodistas, tertulianos, deportistas, famoseo y gente de la calle a la que ponían un micrófono delante; todos unidos contra el racismo. Hasta Ortega Smith se sumó expresando su “condena y desprecio” hacia quienes insultan o discriminan por racismo o xenofobia, no digo más.

Luego pasa que en cuanto les rascas un poco, dejas el micrófono unos segundos o esperas unos días, muchos acaban cantando y bailando el irresistible temazo de Parquesvr: “Yo no soy racista, pero…”, seguido de la habitual lista de bulos y prejuicios, que aquí somos muy fans de la conjunción adversativa cuando se trata de proclamar derechos humanos, especialmente si no se refieren a estrellas del fútbol. Venga, pinchen el enlace anterior y cantemos todos juntos: “Yo no soy racista, pero… pero-pero-pero-pero, porom-porom-pompero”

A mí me parece bien la adversativa, solo pido que la usemos con propiedad. Veo más honesto decir “Yo SÍ soy racista, pero…” Es decir, empezar asumiendo nuestro racismo basal, propio de quienes vivimos en una sociedad estructural y culturalmente racista (que le pregunten al pueblo gitano), herederos de una tradición de sometimiento y violencia colonial, educados en una idea restringida y excluyente del español como alguien blanco (y católico y heterosexual y hombre…), y ciudadanos de unas democracias que mantienen inercias racistas y xenófobas, especialmente visibles en los cuerpos policiales o la política migratoria. Del mismo modo que, por muy feministas que nos digamos, mantenemos un fondo machista que nos asoma a poco que bajamos la guardia, y asumirlo es la primera condición para empezar a cambiar. “Yo soy racista, pero…”, igual que “yo soy machista, pero…” Y es a partir de ese “pero” que podemos tomar medidas para no solo dejar de ser racistas o machistas, que está bien pero no es suficiente: hay que ser antirracistas y feministas.

Venga, vamos a intentarlo con la misma música de Parquesvr, canten conmigo:

Yo sí soy racista, pero intento superar mis propios miedos y prejuicios. Yo sí soy racista, pero trato de que ni mis actos, ni mis palabras, ni mi trabajo lo sean. Yo sí soy racista, pero intento formarme e informarme, aprender de quienes tienen la adversativa mucho más pequeña que la mía, especialmente colectivos y organizaciones que saben bien cómo combatir el racismo. Yo sí soy racista, pero quiero escuchar a quienes lo sufren, que solo cuando un caso es noticia vemos tanta gente racializada en la tele o los periódicos. Yo sí soy racista, pero no me callo cuando alguien cercano difunde mensajes racistas, que no solo pasa en el fútbol. Yo sí soy racista, pero voto a partidos que no solo hagan declaraciones antirracistas: que además no ejecuten ni respalden políticas racistas. Yo sí soy racista, pero no me consuelo con que España sea un país menos racista que otros. Yo sí soy racista, pero trato de educar a mis hijas en el antirracismo, para que ellas no tengan que añadir adversativa. Yo sí soy racista, pero… pero-pero-pero-pero, porom-porom-porompero.

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