Votantes con alma de bolero
Cabría preguntarse si muchos votantes tienen alma de bolero –como cantaba Ana Belén- o de copla. Pasión incondicional pese a las evidencias: No debía de quererte y sin embargo te quiero. Querer como te quiero no tiene nombre, ni tiene precio. Al final, es que sí los tienen y las decisiones son pragmáticas y pensando en uno mismo. Los andaluces han optado, como todos los demás, por aquellos con los que se sienten más cómodos. Quienes votan la continuidad del PSOE demuestran que no les va mal con ellos. Son casi cuatro décadas, costumbres arraigadas, conocer a cuantos controlan la administración. Tanto tiempo… que por fuerza tienes ya sabor a mí.
Es cierto –eso pienso- que PSOE y PP no son “lo mismo”, a pesar de los errores de los socialistas. Andalucía ha preservado bastante la sanidad pública de la ola destructora que impera en la España del PP. Entre otras acciones diferenciadoras. Pero la corrupción del sistema se ha hecho patente en el caso de los EREs, cursos de formación, y cuanto implique la perniciosa endogamia. La regeneración necesaria, imprescindible, no pasa solo por cambiar una cara, cuyo principal valor acreditado es una astucia sin par para moverse por los vericuetos políticos. Por eso Susana Díaz ha salido triunfante del órdago que ella misma se marcó. Veremos si se para ahí o no.
Los países de raigambre democrática, los que aspiran a tenerla, lo primero que hacen es erradicar la tendencia al clientelismo. Eliminando la vinculación de los puestos de gestión y administración a la política, a los gobiernos, se quita la tentación. España ni lo intenta.
Y esto es achacable en la misma medida al Partido Popular. ¿Descalabro? ¿Contar con el 27 % de los electores tras todas las tropelías perpetradas en esta eterna legislatura es un descalabro? ¿Qué más necesitan hacer? ¿Hasta qué punto puede llegar la credulidad de un votante aún con los ojos tapados? Ahora bien, viendo lo que se avecina, los fieles Barones del PP (con Esperanza Aguirre a la cabeza y no es un error) han comenzado a poner la proa a Rajoy. Hay amores tan volubles.
Produce perplejidad que el PP siga en el poder y contando para todo un partido que -como no cejo en insistir porque me parece esencial- disfruta de una Caja B de dinero sucio -según concluye el juez Ruz al término de su instrucción de los Papeles de Bárcenas-, hace tales cabriolas con los jueces díscolos, al que tenemos ya en puertas de cerrar la boca por ley a las protestas democráticas, que privatiza nuestras pertenencias y modo de vida hasta con el concurso de fondos buitre, y ha dejado una secuela de mentiras en la hemeroteca que avergonzarían al mismo Pinocho. Unos militantes y unos electores que avalan todo esto y no exigen regeneración deberían hacérselo mirar. Parece que las quejas son solo por la pérdida de votos.
En estos feroces tiempos, muchas personas no piensan en el del al lado, ni entienden la corrupción como un impedimento ético para votar. Parece no importarles tampoco el hecho incontestable de que en la porquería como único sustrato no puede germinar ni crecer nada sano. Pero pensar que, hoy, la vida pública se puede regir por la decencia es una pura ingenuidad. El bipartidismo y sus potentes tentáculos mediáticos apostaron fuerte en estas elecciones, como lo harán en cuantas hay pendientes. Imprescindible estar prevenido.
Podemos ha obtenido 15 escaños en el Parlamento andaluz. De 0 a 15. Ha triplicado sus votos de las europeas. Pero… se esperaba más, dicen, y mucha gente lo acepta. Algunos de sus dirigentes incluso. Entretanto, Ciudadanos da el salto nacional, tras 9 años en Cataluña, desnudo como un recién nacido. Y 9 son los diputados que logra de los andaluces a los que va a enseñar a pescar. Esto es “la gran sorpresa”, esto es un triunfo sin paliativos. ¿De quién?
Podemos asistió desde sus 5 escaños en las Europeas a una atención mediática que no había tenido hasta entonces, pero –casi de inmediato, mientras crecía en expectativas- a unos ataques tan brutales y desproporcionados que deberían alertar a las personas honradas. Las puñaladas han venido de todos los flancos. En flagrantes portadas casi diarias. Bajo la égida de una ley del embudo que ni toca a los realmente corruptos. Podemos necesita crítica, sin duda, y más de la que tiene en algunos apartados -es lo saludable en democracia-, pero durante meses no le permiten hacer otra cosa que defenderse de acusaciones ante los medios. Sea cuál sea la ideología, la pugna política no debe llegar a esos extremos. Ni La Traviata ofrece unas notas tan claras. Nadie con un mínimo de honestidad debería ser partícipe o cómplice de esta lapidación. Desde plataformas públicas se ha de marcar la diferencia.
Porque, a la vez, hemos contemplado el súbito y espectacular ascenso de Ciudadanos, que ha gozado de un apoyo mediático también sin precedentes. Tan oportuno, tan conveniente a los que trabajan para que todo siga igual, y no solo desde la política declarada. ¿Y qué sabemos realmente de Albert Rivera y su partido? ¿Ha aportado alguna idea innovadora al margen de su perfil moderado e impreciso?
Andalucía es un microclima, como dice Ignacio Escolar. Que nadie espere extrapolar los resultados a España, a menos que el bipartidismo mediático se empeñe. En el conjunto del país pueden dar la vuelta a sus apoyos y decantarse por el PP.
En sociología se estudia que los cambios electorales son lentos, salvo cataclismos. “Derrumbes como el de la UCD solo se producen una vez cada cien años”, explica en este caso Antón Losada. Así es, y con la inestimable ayuda de las cargas de dinamita desde dentro para salir camino de AP, luego PP, con menos lastre. Y glorificando a Adolfo Suárez al que crucificaron, con su proverbial cinismo.
IU sí es perdedora nata de los comicios andaluces. Paga alianzas que no gustaron a sus votantes, y el espectáculo esperpéntico que da Madrid con la putrefacta vieja guardia atrincherada en la sede, mientras se fugan candidatos. Ni el arrojo de Alberto Garzón parece poder con ese lastre. Hay momentos en los que hay que plantarse o buscar un piso nuevo, si no se encuentra mejor solución. Están siendo ya demasiadas las víctimas.
Y UPyD, que ha resultado barrido. Se levantan sus voces principales pidiendo responsabilidades y su creadora niega hasta la autocrítica. Piden, pues, que “el partido de Rosa Díez”, lo sea sin ella. Al menos de líder. ¿Conocían dónde entraban o les cegó la pasión?
Podemos ha de aprender a recomponerse ante los ataques, a saber en qué campo juega. Los enemigos de una política por el bien común, en general, son un ejército organizado que conoce con precisión a los votantes a los que se dirige y cómo se dirimen los encuentros.
“Ellos juegan un partido de fútbol americano, nosotros un partido de tenis en campo inglés”, me describía hace tiempo el periodista Javier Valenzuela en genial hallazgo. Cuando nos dan una patada en la espinilla, llamamos al árbitro: “Mire Vd lo que me ha hecho”. Y él se encoge de hombros. Ellos juegan en su campo y marcan las reglas. Lo que se disputa es un campeonato de fútbol americano, con zancadillas, puntapiés, y agarrando por el cuello; no tenis británico. Ignorarlo conduce a la derrota.
La noticia más vista este lunes de eldiario.es -y otros medios y redes- fue que “Tania y Pablo han roto”. A los ciudadanos nos conmueven las historias personales, los amores trágicos que relatan los boleros. Para votar se emplea mucho más la cabeza. Sea, mientras se use realmente y no se entregue para que la ocupen intereses ajenos. Lo que no deja de evitar el llanto y agujeros en el bolsillo y la dignidad. “Me lo dijeron mil veces y nunca quise poner atención… luego llegaron los llantos” termina por ser la verdad.