Anotop

I have a bad dream. Tengo un mal sueño; una pesadilla, o sea. Y no es por llevar la contraria a Martin Luther King. Anotop I de Genovatrecelandia había convocado a los suyos, más bien a los de Aznar y su apóstola en la tierra, Ayuso, al templo de Debod. El lapsus que padeció en el Congreso fue un acto fallido, no un error cualquiera. Quiso decir, con el humor irónico del que carece, que habría una próxima serie sobre Pedro Sánchez llamada «Anatomía de un farsante» y se le escapó el palabro con el que doy título a este artículo, el cual no es otra cosa que el nombre que se había adjudicado cuando se vino arriba en sus fantasías de grandeza, porque no nos engañemos, no fue faraón porque no quiso. Después, claro, devino en momia rodeado de los ídem siguientes: Aznarísimo —con su rostro perfectamente embalsamado, todo hay que decirlo—; Ana Botella, buitre sin fondo; IDA 7291, movida por los hilos agitados de MAR; Emepunto Rajoy, ese desconocido; Martínez Cortito Almeida y Tellado, el ruin, grosero y bocachanclas —no quiero emplear palabras mayores, aunque lo pudieran definir aún mejor—.

La manifestación contra la corrupción fue convocada, en un alarde de cinismo, por el PP, que acumula en la actualidad alrededor de treinta juicios abiertos por corrupción con más de 150 cargos públicos implicados y un listado interminable de casos detrás, pendientes de juicio —de lenta progresión, al contrario que cuando afectan al entorno socialista, según le apetezca a la tuerta justicia—. Miles de españoles «muy españoles y mucho españoles» enarbolando rojigualdas a cascoporro gritaron contra Pedro Sánchez para que dimita.

En su discurso, Anotop I dijo que «la mentira, fuera; los abusos, fuera; la inmoralidad, fuera; la arrogancia, fuera; la incompetencia, fuera; los privilegios, fuera; la corrupción, fuera; este Gobierno, fuera; y Pedro Sánchez, fuera». Hasta el final referido al Gobierno y su Presidente, pensé que se lo estaba dedicando al PP y a él mismo.

IDA 7291, en su delirio, dijo saber que «ETA está preparando su asalto al País Vasco y a Navarra, mientras sostiene a Pedro Sánchez. Que me digan que es mentira». Mentira. Queda dicho. Lo sabe, pero le da igual. Es muy probable que la botella de la que bebió durante la manifa, y que le proporcionó, de manera sospechosa, MAR, no era de agua, como parecía.

La construcción del templo de Debod se inició a comienzos del siglo II a. C. con una capilla, decorada con relieves, dedicada a los dioses Amón e Isis. Después la culminaron los emperadores romanos. En el siglo VI, tras la conversión de Nubia al cristianismo, el templo fue cerrado y abandonado. Ya en el siglo XX, el gobierno egipcio lo regaló a Madrid y fue transportado, reconstruido piedra a piedra y abierto al público en su actual ubicación en 1972.

Todo hace pensar que la adoración a Amón e Isis será sustituida por la dedicada al Aznarísimo, el cual, desde lo más alto repetirá sus divinas órdenes: «El que pueda hablar, que hable, el que pueda hacer, que haga, el que pueda aportar, que aporte, el que se pueda mover, que se mueva. Cada uno en su responsabilidad tiene que ser consciente de la situación de crisis en la que estamos».

A poco más de doscientos metros, junto a la sede del PSOE, a la que llaman «corrupta, criminal y antiespañola», los niñatos fascistas habían organizado la revuelta al grito de «Pedro Sánchez a prisión», insultos a tutiplén, también a polis y periodistas, y rojigualdas gallináceas con mucha simbología franquista. Fascistas haciendo cosas de fascistas.

Cada tiempo tiene su propio fascismo, escribió Primo Levi, aunque este tiene demasiados parecidos con anteriores de horrible recuerdo.

Mientras tanto, las izquierdas se pelean divididas entre los más rojos y puros que nadie, los cuales, al haber fracasado en el asalto a los cielos, malviven en el purgatorio, y los que cuando gobiernan se decoloran y rodean de malas compañías. Pero no pueden ni deben olvidar que donde el poder —económico, judicial, mediático…— exhibe su panoplia de armas con insolencia y el pueblo tarde o temprano sufre las consecuencias y las heridas, allí es donde debe estar la izquierda.

Ha vuelto la pesadilla. En ella, don Pelayo Abascal —aunque en su ignorancia, cuando apareció en un balcón con un morrión en la cabeza, el casco utilizado por los integrantes de los Tercios españoles en los siglos XVI y XVII, dijo querer comenzar la reconquista, que acabó dos siglos antes— gobierna con Anotop I. Por favor, que me digan que es mentira.