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Tarragona, motor energético sin retorno social
En Cataluña hay tres centrales nucleares operativas: Ascó I, Ascó II y Vandellós II (Vandellós I cerró en 1989); todas en la provincia de Tarragona. Cataluña cuenta con una macro refinería de petróleo: el complejo petroquímico de Tarragona con capacidad para procesar 7 millones de toneladas anuales. Entre los alrededor de 850 molinos aerogeneradores en funcionamiento en territorio catalán, 521 se concentran en la provincia de Tarragona. ¡Y aún se esperan más! Ciertamente, nos merecemos el título de líderes del sector energético catalán. Pero esta contribución energética, que repercute en el conjunto total, no se traduce en ningún beneficio directo para los ciudadanos de la provincia. Estos no se encuentran con una factura de la luz más favorable ni ajustada al impacto social y sanitario de vivir cerca de un lugar potencialmente contaminante o controvertido como son las centrales nucleares.
Pero esta historia ya la conocemos. Cualquier búsqueda rápida en internet nos muestra innumerables artículos de opinión que señalan este agravio territorial desde vertientes diversas; si además entramos en comparaciones con Girona podríamos estallar en ebullición. Pero si como país nos hartamos de defender nuestras competencias (cuando no buscamos otras nuevas) y de rechazar las ideas centralistas provenientes de Madrid, deberíamos revisar esas mismas ideas centralistas a nivel interno. Porque no es aceptable replicar un modelo en el que unos tienen que aceptar las cargas mientras el resto recoge el beneficio. Con todo, el problema no es necesariamente que Tarragona asuma un papel energético determinante en Cataluña, que también. No, el problema es que hay que repensar cuál es el plan del país. Es una evidencia que debemos apostar por la energía renovable si queremos hacer frente al cambio climático; de hecho, ya estamos sufriendo sus efectos: desertificación, sequía, incendios, etc. La inversión en energía renovable puede ser un vehículo para asumir un importante liderazgo en Europa en el ámbito de la transición energética y poder situar así a Tarragona como una región altamente competitiva de cara a acoger industrias emergentes como representa la posible gigafactoría de Inteligencia Artificial de Móra la Nova (actualmente en proceso de competición para obtener financiación europea). El problema es que esta transición debe ser justa, y actualmente no lo es. Si como país defendemos ante las instituciones europeas unos presupuestos europeos que respeten las voces, competencias, capacidades y aportaciones de los territorios y, además, abogamos por la subsidiariedad, pero sobre todo por la “Cohesión Territorial”, no podemos ignorar estos aspectos cuando se trata de nuestros propios problemas. La realidad es que en Cataluña falta cohesión. Si la idea es que Tarragona acepte la carga que suponen los aspectos negativos de la producción energética y la industria química, como mínimo deberían pactarse algunos aspectos que fomenten la cohesión, como por ejemplo aplicar medidas como el establecimiento de un fondo de compensación territorial energética, entre otras políticas redistributivas. Considero que no podemos hablar de política de país –y aún menos de independencia, estemos a favor o en contra– si no existe un diálogo activo sobre aspectos tan importantes como la planificación territorial, el rol de los territorios, sobre todo cuando unos resultan ganadores y otros perdedores. Se pueden deducir las consecuencias: se produce una fractura regional del centro con la periferia. Esto se traduce en una creciente desafección política hacia la propuesta de proyecto de país, motivada por la percepción de una hipocresía en el discurso soberanista: el relato que se proyecta hacia el exterior contrasta con la realidad que se vive en el interior. La cohesión territorial no es un lujo: es una condición imprescindible para la viabilidad de nuestro futuro colectivo. Este artículo es una llamada a los actores políticos regionales de la provincia de Tarragona para que entiendan que debemos trabajar para fomentar un equilibrio territorial en el que todos salgamos ganando. Es también una llamada a los actores políticos del área metropolitana, para que entiendan que sin tener en cuenta a las regiones no se puede construir un país justo, sea cual sea el color del proyecto. “Sin cohesión territorial no hay cohesión nacional. Y sin cohesión nacional, no hay proyecto de futuro.”
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