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Todo el poder para el sóviet de Albert Rivera

Rivera, rodeado por diputados de Ciudadanos en el debate de investidura.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Estaba claro que Lorena Roldán tendría un gran futuro en Ciudadanos. En el pleno del Senado del día de febrero en que estalló la polémica del relator/coordinador, denunció a voz en grito lo que había pasado en el viaje de Pedro Sánchez a Barcelona: “Yo creo que Sánchez dio un cheque en blanco a Torra”, el presidente de la Generalitat. No tenía ninguna prueba, no había ningún papel que demostrara sus afirmaciones. Hay que imaginarse lo que haría Quim Torra con un “cheque en blanco”. Se pondría hasta nervioso de la cantidad de cosas que se le ocurrirían.

En el mundo real, Torra siguió bastante frustrado –Sánchez se ocupó de ello– y su partido acabó presentando una enmienda a la totalidad a los presupuestos, como también hizo ERC, con lo que se puso fin a la legislatura.

Roldán ha heredado los puestos de Inés Arrimadas –líder de Cs en Catalunya y portavoz nacional del partido– al copiar su mensaje y estilo. Si yo digo que el PSOE ha pactado con X es porque ha pactado con X. Que me desmientan si quieren. Si no lo hacen, están admitiendo que es cierto. Si lo hacen, señal de que nos están engañando.

Agitación y propaganda. En Ciudadanos, todo funciona a golpe de marketing y encuestas, pero la ofensiva por liderar todo el espacio de la derecha ya no se discute. Los que lo han hecho han abandonado el partido o sus cargos, o son expulsados de los órganos dirigentes. El lunes, Rivera completó la respuesta a los disidentes. Cesó a cuatro miembros del Comité Ejecutivo y nombró a otros 22, lo que supone aumentarlo en un 51%. Ahí estaban todos sus fichajes más recientes para las elecciones, lo que hizo que alguno tuviera que afiliarse a toda prisa, y dos notorios tránsfugas del PP, Ángel Garrido y José Ramón Bauzá.

“En este partido, mientras yo sea presidente, siempre habrá democracia”, dijo Rivera al anunciar los cambios. Asumir las críticas sin montar un contraataque masivo no estaba dentro de su idea de democracia interna. No le fue suficiente con que la propuesta de abrir una vía de negociación con el PSOE fuera derrotada en la Ejecutiva con claridad en junio por 24 votos en contra, cuatro a favor y tres abstenciones. Necesitaba reforzar el principio de autoridad del líder máximo e incontestable.

Algunas de las caras más conocidas de Ciudadanos, las que mejor simbolizaban la idea liberal, han explicado por qué ya no reconocen al partido que ayudaron a impulsar. “Yo no sé cuál es el proyecto que está vendiendo ahora Rivera, o en qué se diferencia del PP. Pero lo peor es que tampoco lo entienden nuestros votantes”, comentó Toni Roldán a El País. “Yo pensaba que en un partido centrista íbamos a hacer política para adultos”, dijo Francisco de la Torre, que calificó de “populismo infantil” los trucos propagandísticos enarbolados por Rivera en el debate de investidura (la banda, el botín). “Yo no me apunté a un partido populista. Me apunté a un partido de centro”. Roldán y De la Torre parecen haber llegado a la conclusión de que ese partido de centro ya no existe.

De tanto emplear la palabra populista como símbolo de lo peor de la política, Rivera ha acabando viendo cómo la utilizan contra él las mismas personas en las que antes confiaba tanto. Responderles directamente les daría relevancia en los medios, así que prefiere ignorarlas en público. Ya no son dignos de que pose su mirada en ellos.

El perfil del nuevo dirigente modelo para Rivera es el de Marcos de Quinto, el fichaje de ascenso más fulgurante. Sin ninguna experiencia política y una profesional de 35 años en la empresa Coca-Cola, se convirtió en portavoz económico del partido. Esto último es algo que nadie adivinaría viendo su cuenta de Twitter. En las últimas semanas, con debate de investidura de por medio, casi no ha hablado de economía, sino de Sánchez, ETA, Podemos, Cataluña, Marlaska, el Orgullo...

De Quinto, que se define como “pirata” en su cuenta, se mete en todos los charcos y en ellos sacude con estrépito a los que le parecen enemigos de Ciudadanos. Si Twitter es muchas veces explosivo, De Quinto es de los que no tiene inconveniente en acercar una cerilla a un barril de pólvora. Hasta que este lunes decidió proponer que habría sido mejor que el preso etarra que ha cumplido una pena de 22 años en prisión por el secuestro de Ortega Lara hubiera pasado por una experiencia similar a la del funcionario de prisiones. No consta que esa sea la política oficial de Ciudadanos sobre Derecho Penal, pero no cabe duda de que se trata de una propuesta novedosa que el Estado de derecho adopte los instrumentos de tortura de una organización terrorista.

Poner a un multimillonario, que no tiene inconveniente en hacer ostentación de su riqueza, para pedir rebajas de impuestos es como admitir que lo que ha dicho Toni Roldán sobre la deriva ideológica de Cs es cierto. Todos estos años de construcción de una alternativa liberal distinta a la conservadora han sido sustituidos por un intento de ocupar toda la derecha, a la que Rivera llama “el constitucionalismo”, o al menos de encabezarla.

“Igual que hay que saber en la vida de dónde viene uno, hay que saber adónde va”, advirtió Rivera el lunes a los dirigentes del partido. Él ha decidido cuál es el camino y todos los demás marchan ahora en fila india detrás de él. Ya no habrá muchos que se atrevan a cuestionarle.

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