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Invierno cálido, primavera tropical

Sánchez y Torra, durante la reunión celebrada este jueves en Barcelona.

José Luis Sastre

En el último día de la estación, cuando las banderas competían en los balcones con los adornos navideños, se presentó aquel otoño caliente que presagiaron las crónicas, con protestas y cargas en las calles, con cortes de carreteras. Banderas, barricadas, villancicos. Luego cayó la noche del viernes y llegó el invierno que Pablo Casado anunciaba helado: “Aunque le moleste mucho que digamos que no es equilibrado, [Quim Torra] quiere un derramamiento de sangre, una guerra civil en Catalunya, desea que se manden tanques y nos llama carroñeros y hienas y víboras a los españoles”.

El Gobierno y el Govern, conjurados en evitar unas generales que pudieran dar la mayoría a la derecha -la conjunción de la necesidad-, pasaron por la ridícula ruleta de si se reunían dos o cuatro o seis u ocho personas y si lo llamaban encuentro o cumbre pero, al final de la hojarasca, llegaron a la foto y al comunicado conjunto. Un gesto, como todo lo demás, que algunos aprovecharon para llenar sus discursos y sus portadas con los términos bélicos de una rendición: claudican, derrotan, humillan, avergüenzan. 

A veces parece que presencien las negociaciones con un marcador de fútbol y anoten las frases como si fueran goles. Viene un otoño de verbo incendiado, aunque los hechos vayan de momento por otras partes: la misma semana en que empezó el juicio por el procés fue cuando Sánchez y Torra se arrimaron más. Deshielo en invierno. 

La agencia estatal de meteorología pronosticó esta semana que la nueva estación sería más cálida de lo habitual y, de hecho, ya se le ven sus coordenadas. El Gobierno se da una última oportunidad con el independentismo, ahora que los presos renunciaron a la huelga de hambre y que Esquerra y PDeCAT aprobaron la senda de déficit con la que elaborar unos presupuestos expansivos. 

Ninguno de los partidos soberanistas quiere que se adelanten las elecciones y ese cálculo, tan inmediato, explica buena parte de los movimientos. Pero, más allá, está la obligación de tratar de encauzar de una vez un problema político (“conflicto”, según describe el comunicado de Pedralbes). Pedro Sánchez y Pablo Iglesias interpretan que todavía queda margen de hacerlo con el diálogo mientras Casado y Albert Rivera exigen el 155 en su versión aznariana. Más todavía después de los altercados de ayer, que el presidente catalán debería condenar con la misma contundencia con la que llamó a “apretar” a los CDR. De la presidencia de Torra sólo se conocen dos frases, la de apretar y la vía eslovena. Luego hay un vacío enorme que trata de ocupar Carles Puigdemont. 

En el otro bloque político español, entretanto, se ha presentado un invitado al que no esperaban y que acaba por condicionarlo todo, que es Vox. Ciudadanos teme quedar atrapado en una fotografía de la que difícilmente podrá salir y ahí está Rivera, tratando de mantener el equilibrio: yo no sé nada de pactos con la extrema derecha, nosotros ya tenemos un acuerdo con el PP, el PSOE verá lo que hace, nuestro pacto en Andalucía es sólo para Andalucía y no un ensayo para lo que pueda darse en España, como sostiene el socio Casado. A Rivera le acorrala un mar de contradicciones mientras Vox,que ya ha hecho saber sus condiciones, amaga con una posible repetición electoral. Estrategias de negociación, claro, pero nadie tiene claro el escenario.

En fin, coordenadas de un invierno agitado al que preceden las imágenes de los incidentes en Barcelona y en algunas carreteras catalanas. Atrapados en el bucle, el invierno cálido probará el deshielo entre las palabras bélicas de algunos discursos. Y, además, el juicio en el Supremo. De lo que resulte en estos próximos meses sabremos lo que traerá la estación siguiente. Hablan de un superdomingo para el mes de mayo. Primavera tropical.

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