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Rajoy tiene una teoría sobre la corrupción en los partidos que no te va a sorprender

Rajoy y González durante su diálogo en el Foro La Toja.

Iñigo Sáenz de Ugarte

No todo es nuevo o inaudito en la política española. Al igual que ha ocurrido desde 2016, las viejas glorias de los dos grandes partidos quieren volver al bipartidismo, pero sin la confrontación directa y agresiva que suele acompañar a la alternancia en el poder entre dos partidos. Bipartidismo, pero dentro de un orden. Los ex tienden a ser gente de orden.

Felipe González y Mariano Rajoy son de los ex con mayor estatus. Por eso, han sido el plato fuerte del Foro La Toja, una especie de Davos gallego en miniatura, cuya primera edición fue inaugurada por el rey y será clausurada por Pedro Sánchez el domingo. Su impulsor es el magnate hotelero Amancio López Seijas, gran amigo de Rajoy y con una amplia experiencia en recortar plantillas y aprovechar las ventajas que concede la reforma laboral. “La peor cara B del turismo”, dijo de él Comisiones Obreras.

Los dos expresidentes tienen derecho a dar su opinión y saben que no son pocos los que les escuchan con atención en sus partidos. Es cierto que hay que rebajar unos cuantos grados lo que dicen, en especial en el caso de González. No es raro que sus frases comiencen con un tono humilde y relativista, y termine diciendo a todo el mundo qué es lo que debe hacer a menos que sea un ignorante. En la conversación con Rajoy el viernes, al final estaba tan lanzado que no ocultó la nula estima que tiene por los dirigentes políticos del presente. “En la situación actual, los dos somos como mínimo Churchill”. Y de ahí para arriba. Hay que reconocer que González también colocó a Rajoy en ese olimpo de grandes estrellas de la humanidad, lo que, para el expresidente socialista, debe de ser un rasgo de generosidad de dimensiones planetarias.

Ya sabemos que Rajoy no es así. Además, en estos actos públicos suele abusar de lo que se podría llamar el toque gallego hasta extremos difíciles de superar. Es sólo un estereotipo que debería molestar a unos cuantos gallegos, pero Rajoy se aprovecha de él. Así que en estas intervenciones públicas pone cara de perplejidad, levanta los brazos en plan qué le voy a hacer, no es culpa mía, y responde a las preguntas de aquella manera. Es decir, si puede, no las responde.

Para lo habitual en estas intervenciones públicas, el exlíder del PP estuvo más preciso que de costumbre en La Toja. En especial, en un asunto que le tocó muy de cerca, porque fue el que le obligó a volver a su plaza de registrador de la propiedad. La moderadora –la abogada Miriam González Durántez– preguntó por la corrupción en España.

“Los paladines de eso”

Conviene anotar cómo empezó Rajoy su respuesta: “Ayer por la mañana me levanté y leí un periódico (algunas risas en el público, quizá de incredulidad). Y entonces vi: el expresidente de la República y el ex primer ministro serán juzgados por el tribunal central de una capital importante de Europa, vecinos nuestros. Y hace poco tiempo, otros vecinos nuestros tuvieron a su primer ministro (Berlusconi) en el sitio donde todos sabemos donde estaba. Y hace poco acaba de fallecer, porque, claro, esto de dar nombres es muy incómodo, otro presidente muy importante (Chirac) que también fue condenado en su momento y tal. Esto de que en España somos los paladines de eso, ni hablar. Por no entrar ya en detalles de otros países que no procede”.

Los paladines de eso. Esa persona de la que usted me habla. Rajoy no abandona las viejas costumbres etimológicas. Pero luego sí utilizó la palabra corrupción para definirla en términos muy exactos, obviamente beneficiosos para él y su partido. “La corrupción es un problema fundamentalmente de personas. No de partidos. Un partido no es corrupto por definición”, dijo en tono enérgico.

Ya se sabe, las manzanas podridas. Ese es un argumento muy conocido, aunque no se dice cómo se les llama cuando las manzanas son más de diez, veinte, treinta, etcétera. Cuando todos los concejales del PP acabaron imputados en una ciudad, como ocurrió en el Ayuntamiento de Santiago. Cuando en el PP de Valencia los dirigentes investigados cubrían todo el Código Penal que puede vulnerar un político. Qué decir de la Democracia Cristiana italiana y otros partidos de ese país, o el PRI mexicano.

Pero no, esas son situaciones imposibles, porque un partido nunca es responsable por esos delitos, según Rajoy. El culpable es alguien que pasaba por ahí. Ni siquiera cuando el partido gana elecciones gracias a la financiación extra obtenida por sobornos. De ahí se puede deducir que el expresidente no comprende aún cómo pudo triunfar la moción de censura.

Siempre hay ejemplos que puedes utilizar en tu favor incluso en la peor de las ocasiones. Rajoy tenía uno. Recordó cuando Ciudadanos exigió la dimisión de una senadora del PP por Murcia investigada por el Tribunal Supremo para poder aprobar los presupuestos de 2018. “A mí me parecía una tropelía (una de esas palabras en desuso tan estupendas que a Rajoy le gusta usar), porque estaba absolutamente convencido de que el Supremo le iba a dar carpetazo, porque era una memez por lo que se le acusaba”.

Al final, el Supremo levantó la imputación a esa senadora, que volvió al grupo del PP en la Cámara. Ese era el momento para enviar el recado a Albert Rivera: “Y al inquisidor (Rivera), que condicionaba el apoyo a los presupuestos, ese día nadie le dijo ni mu”.

Felipe González comentó que cuando entras en política ya eres “presuntamente culpable”. También dijo que en la época en que hubo acusaciones graves contra gente de su Administración a la que conocía muy bien, no se lo podía creer. De alguna manera, estaba diciendo que un presidente no suele ser un juez muy creíble en esas situaciones.

Sus recetas para el presente

Rajoy y González lamentan sin duda el fin del bipartidismo. Sus alternativas en relación a la parálisis política actual no son idénticas, pero sí similares. Sí discrepan sobre una posible reforma de la Constitución: Rajoy está en contra y González la apoya, pero sin mucha urgencia. Para ellos, ha llegado el momento de que los dos grandes partidos caminen juntos siempre que se pueda.

Ante la pregunta de si apoyan un Gobierno de coalición del PSOE y el PP, González respondió rápido: “Él sí, yo no”. En su opinión, “los que no tienen la posibilidad de formar Gobierno (en la anterior legislatura, el PP y Ciudadanos) tienen que facilitar la formación del Gobierno”. La segunda parte incluye que esos partidos pacten con los socialistas “algunas reformas estructurales demasiado retrasadas”.

Rajoy ya propuso sin éxito en 2016 un Gobierno de gran coalición con el PP, PSOE y Cs. Hay aquí una pequeña paradoja. El creador de la idea de que debe dejarse gobernar al partido más votado aunque esté lejos de la mayoría absoluta –algo poco viable en un sistema parlamentario– tiene ahora una visión un tanto distinta: “No se puede gobernar si no tienes mayoría”.

En cuanto al funcionamiento de una democracia parlamentaria, Rajoy parece haber vuelto a la lógica. En los temas de corrupción, le faltan algunas lecturas. Afortunadamente para él, en estos momentos goza de mucho tiempo libre.

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