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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Las ciudades europeas capitanean la prohibición de los vehículos diésel para luchar contra la contaminación

Anne Hidalgo junto a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena.

Raúl Rejón

Puede ser un punto de inflexión: los jueces alemanes, cuna de la industria automovilística europea, han decidido recientemente que las ciudades pueden prohibir los coches diésel para combatir la contaminación. Las grandes ciudades españolas y europeas están obligadas a lidiar con una realidad ambiental: su aire está contaminado, en ocasiones, por encima de lo legal. Madrid y Barcelona están en ese club.

Ante la acción ralentizada (o la reticencia) de los Gobiernos estatales, las urbes han tomado la iniciativa para atajar el problema. A veces, incluso, en contra de la oposición de sus ejecutivos: en Alemania, el tribunal federal que fallado sobre los vehículos de gasoil tras los recursos de sendos gobiernos regionales contra los planes de Stuttgart y Düseldorf.

En la Unión Europea son los ayuntamientos los que están marcando el paso para limitar el tráfico de coches especialmente sucios. A veces con poco apoyo estatal cuando no con declaraciones como las vertidas por la ministra de Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, contra las administraciones locales. Al fin y al cabo, casi el 18% de toda la población de la Unión Europea vive en el área metropolitana de solo 20 urbes (entre las que se encuentran Barcelona y Madrid), según Eurostat. 90 millones de personas expuestas.

Los vehículos que utilizan el gasoil suponen casi la mitad de todo el parque automovilístico de Europa occidental, según la patronal de fabricantes europeos ACEA. Después de Irlanda y Portugal, los estados con más porcentaje de automóviles diésel son Italia y España con un 57%. Francia tiene un 52% y Alemania el 45% de sus parques respectivamente.

Alcaldesas vs. ministra

En España, las alcaldesas de Madrid, Manuela Carmena, y Barcelona, Ada Colau, han puesto una fecha límite para que estos vehículos dejen de circular: entre 2020 y 2025. En contraposición, el Plan de Calidad de Aire diseñado por el Ministerio de Medio Ambiente solo tiene una referencia a los coches de gasoil: un plan de adquisición de vehículos de energías alternativas y eficientes –a cargo de los ministerios de Economía y Energía– que pretende “impulsar el mercado mediante la concesión directa de ayudas a la adquisición de vehículos” entre los que se admite los de “combustiones tradicionales más eficientes (de gasolina y gasoil)”.

“Las ciudades no tienen otra opción. No pueden hacer otra cosa que no sea prohibir los diésel si quieren escapar de las multas millonarias que puede imponer el Tribunal Europeo”, explica Julia Poliscanova, responsable de Transporte Limpio en la organización Transport&Enviroment.

Las megalópolis europeas

De estas urbes gigantes que acumulan población, destacan Londres y París cuyas “áreas funcionales”, bordean los 12 millones de habitantes cada una. En la ciudad francesa, la alcaldesa parisina, Anne Hidalgo, ha dado varios pasos para eliminar tráfico contaminante de la ciudad. En 2016 explicó en México D.F. que los diésel no podrían circular desde 2025, pero en octubre del año pasado fue un poco más allá al anunciar que su plan es que en 2030 no se permitan coches a base de cualquier combustible fósil: gasolina o gasoil. Hidalgo ha resumido así la situación: “Nadie tiene el derecho de contaminar el aire de los demás”.

A nivel estatal, Francia se ha planteado “el fin de los coches de gasolina o diésel” para 2040, según presentó el ministro de Transición Ecológica, Nicolas Hulot. Diez años después que la capital.

La otra gran megalópolis europea, Londres, ha tomado la vía del bolsillo para expulsar el tráfico sucio de ciertas partes de la ciudad. Está introduciendo una tasa de 10 libras (11,8 euros) que denomina Toxic-charge. Prevén que afecte a 10.000 de los vehículos más contaminantes. El alcalde, Sadiq Khan, ha pedido al Gobierno británico una acción más decidida para atajar la polución. El Ejecutivo nacional planea que se dejen de vender coches de gasolina y diésel en 2040.

Europa del sur

Atenas compartió el anuncio que hicieron Carmena e Hidalgo en la capital mexicana en 2016. El alcalde de la ciudad griega, Giorgos Kiaminis, también ha puesto fecha de caducidad a estos vehículos para 2025. Entre lo países meridionales europeos, Italia está incorporándose a esta tendencia. Roma se ha unido a una próxima prohibición de gasoil: la alcaldesa de la capital italiana, Virginia Raggi, pretende que estén fuera del centro en 2024. Milán también se ha sumado con la fecha límite de 2030.

Zona cero de la industria del coche

En Alemania, centro neurálgico de la industria automovilística, la idea de prohibir coches levanta ampollas. Stuttgart y Düsseldorf plantearon una exclusión que ha terminado en los tribunales. Una vez resuelto el asunto a favor de las ciudades, se espera que pongan en marcha la medida.

Nada más conocerse el fallo de la Corte de Leipzig, el Gobierno germano expresó su deseo de que la regulación sobre los diésel no significara “prohibiciones”. La Cámara de Comercio de Berlín ha salido rápidamente a asegurar que una medida así en la capital les costaría 240 millones de euros a las empresas berlinesas.

En la Europa nórdica, Oslo (Noruega) y Copenhague (Dinamarca) han diseñado su futuro eliminando el transporte privado especialmente contaminante. De hecho, el Gobierno noruego tiene planes para deshacerse de los coches con combustible en 2025. Incluso la capital de la Unión, Bruselas, ha puesto en marcha un plan por fases. Ya en este 2018 están prohibidos los diésel más antiguos. El año que viene les toca el turno a los vehículos de gasolina con más edad. En 2025 se completa el plan para dejar solo coches con etiqueta Euro 6, la más exigente desde el punto de vista ambiental.

Poliscanova advierte sobre este etiquetado que sus análisis indican que “alrededor del 20% de los diésel con etiqueta Euro 6 contaminan 1,5 veces más de lo permitido para los límites de emisiones en condiciones reales de conducción”. Según su criterio, las exenciones que permiten circular a cierto tipo de coches con emisiones (aunque teóricamente bajas) debilitan unas medidas que considera positivas en general. “Solo los vehículos que cumplan realmente los límites deberían poder entrar en las ciudades”.

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