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Qué hay detrás de las mentiras de los políticos para 'vender' en sus currículums una formación que no tienen

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Marta Borraz

5 de agosto de 2025 22:01 h

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La oleada de políticos pillados tras inflar su currículum o que lo han corregido tras el caso de Noelia Núñez parece no dejar de crecer. La dimisión de la ya exdirigente popular, que mantenía tres versiones falsas de su formación en diferentes webs, ha actuado como revulsivo y está salpicando el verano de casos de políticos que mienten, exageran o abultan sus perfiles profesionales. Y eso sin necesitarlo estrictamente: sus cargos son por designación directa o votación de la ciudadanía y no van asociados a requisitos académicos. Entonces, ¿por qué los falsean?

Detrás, late un contexto social, cultural y profesional que, en la práctica, sí acaba imponiendo este tipo exigencias académicas. “A priori en el caso de la clase política no sería necesario tener un título universitario, pero sí hay cada vez más este mandato de al menos un mínimo de formación para ejercer determinados cargos”, explica Óscar Prieto-Flores, sociólogo de la educación y profesor de la Universitat de Girona. El experto cree que lo que “no se ve mal” en algunos casos como el del fundador de Facebook Mark Zuckerberg, que abandonó sus estudios en Harvard, “en otros como en el ámbito político sí existe esa presión social”.

La cuestión es que quienes mienten acaban anteponiendo el interés de mostrar al resto lo que no son o tienen frente a la verdad. “Son personajes públicos y quieren presentarse como solventes y que son capaces de gestionar bien. Si a eso le sumas que van a estar expuestos, les van a mirar y a comparar, se produce este efecto. Podríamos decir que es el ego expuesto que intenta justificar que está preparado para lo que dice que va a hacer”, resume Guillermo Fauce, doctor en Psicología y docente de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Es el ego expuesto que intenta justificar que está preparado para lo que dice que va a hacer

Guillermo Fauce doctor en Psicología y docente de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)

Noelia Núñez, que dio el poco común paso de dimitir por esta razón el pasado 23 de julio, no era la primera ni la última en engordar su currículum, pero recientemente se sumaron a ella dos dimisiones más: las del socialista de la Comunitat Valenciana Jose María Ángel y la del consejero extremeño con PP y Vox Ignacio Higuero. La lista de políticos que incluyeron durante años méritos académicos que no poseían ha ido creciendo con el paso de los días y en ella están también el presidente del Senado, Pedro Rollán, o el del Partido Popular de Navarra, Javier García Jiménez.

Estos son los últimos ejemplos, pero los casos de políticos pillados se acumulan desde hace años. Uno de los primeros fue Luis Roldán, ex director general de la Guardia Civil con Felipe González, que presumía de una licenciatura y un máster que no tenía. La expresidenta madrileña Cristina Cifuentes obtuvo un máster falsificando notas, como desvelamos en elDiario.es, y el expresidente del PP Pablo Casado se sacó un máster sin cursarlo y alardeaba de un posgrado en Harvard que realmente era un curso de cuatro días. La exministra socialista Carmen Montón obtuvo otro máster plagiando parte de su trabajo final.

La “banalidad de la mentira”

“Hay un intento de proyectarse en un contexto competitivo en el que hay que mostrar cada vez más capacidad y experiencia y en el que al resto de ciudadanos se les exigen amplias titulaciones y muchísima experiencia” para acceder a cargos y empleos, recalca Fauce. Sin embargo, este marco es común y nadie es ajeno a él, pero no todos mienten. “Casi todo el mundo al menos intenta poner de forma bonita su currículum y presentarse de la mejor manera posible, pero eso es una cosa y otra es mentir y plantear, por ejemplo, una titulación que uno no tiene. Esta es una línea roja, no puede ser que nos mientan porque eso significa que el sistema se ha roto”, esgrime Fauces.

Quien socava estos valores va a poder hacerlo con otros en cualquier momento, porque siempre creerá que puede saltarse normas éticas mintiendo

Arash Arjomandi filósofo

El filósofo Arash Arjomandi también pone el foco en esta cuestión y, usando la popular expresión de Hannah Arendt, alude a la “banalidad de la mentira”. Arjomandi cree que el fenómeno de falsear perfiles profesionales siendo representante público “es consecuencia” de lo que llama “miopía antropológica” al no tener en cuenta que la veracidad y la transparencia “son valores supremos” que “fundamentan todos los demás”. “Quien socava estos valores va a poder hacerlo con otros en cualquier otro momento porque siempre creerá que puede saltarse normas éticas mintiendo”.

El filósofo menciona también otros factores, entre ellos, que “la profesión de la política está atrayendo y absorbiendo a profesionales que no tienen el nivel o la cualificación” pero que sí “sienten que deben” mostrarse así ante el resto y hace referencia a cómo “se ha agravado la búsqueda del reconocimiento público debido a las redes sociales”.

Exigir un título es una forma de mermar nuestra democracia, porque esta no solo se basa en que todo el mundo tiene derecho a votar sino a ser elegido

En este sentido, el profesor de la Universidad Pública de Navarra Sergio García Magariño remitía hace unos días al “postureo excesivo” que llega a “romper incluso los límites de la decencia y la veracidad” y que es consecuencia de “un tipo de sociedad en la que la verdad casi no importa, solo la imagen y la apariencia”.

El debate de los títulos

Tras la oleada de mentiras académicas emerge también otro debate: el de la pertinencia de exigir títulos universitarios o formación académica a quienes conforman los partidos políticos o las listas electorales para unas elecciones. En este sentido, la empresaria y fundadora de la asociación Sannas, María Álvarez, alude a ello en este artículo en la que se posicionaba en contra. “Se suponía que la política, a diferencia de las entrevistas de trabajo, era una forma de representación, no un concurso de méritos”, opina la columnista, que aporta datos como que solo el 41% de la población en España tiene formación superior (el 48% entre 18 y 25 años).

Prieto-Flores coincide y asegura que este filtro es, en la práctica, “una privación para ejercer un cargo político o de representación” a personas que “no tienen estudios”. “Aunque entiendo los dilemas que se presentan, es una forma de mermar nuestra democracia porque no solo se basa en que todo el mundo tiene derecho a votar sino a ser elegido”, remarca el sociólogo, que cree que menos políticos falsearían sus méritos si estos no se exigieran. Lo que sí defiende el profesor es la necesidad de que los representantes estén en equipos “con profesionales altamente cualificados que guíen a los políticos electos”.

Los políticos deben ser personas muy preparadas y de alto nivel, deben tener una formación académica muy sólida y experiencia, además de vocación. En la práctica, es lo que le pedimos a cualquier otro profesional en cualquier otro sector

Arash Arjomandi opina lo contrario. “Los políticos deben ser personas muy preparadas y de alto nivel, deben tener una formación académica muy sólida y experiencia, además de vocación. En la práctica, es lo que le pedimos a cualquier otro profesional en cualquier otro sector. Pero, además, la política es fundamental para el desarrollo de las sociedades y quienes la ejercen están gestionando y administrando asuntos vitales y que afectan a millones de personas”, cree el filósofo, que descarta verlo “como una élite”, sino como “el médico que tiene unos estudios diferentes a otros, pero que ha tenido que formarse para eso”.

En lo que todas las voces coinciden es en la necesidad de poner en marcha mecanismos de control y transparencia. “Sería básico y necesario como ocurre en otros procesos que hubiera formas de corroboración de los títulos que dicen tener”, esgrime Prieto-Flores. “El sistema debe ser más fiscalizador para que no se pueda mentir y, si se miente, se detecte a tiempo”, añade Arjomandi.

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