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Olas de calor “extremas” dejan temperaturas 40 grados más altas de lo normal en el Polo Norte y la Antártida

Un oso polar vaga sobre el hielo menguante.

Raúl Rejón

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El polo norte y el polo sur derritiéndose a toda velocidad, y a la vez. Dos olas de calor extraordinarias han subido este marzo las temperaturas en el Ártico y la Antártida muy por encima de lo normal: 30ºC más en el norte y 40ºC en el sur.

“Un nuevo récord de calor se ha batido en la estación Concordia, a más de 3.200 metros de altitud en el este del continente de la Antártida”, anunciaba el pasado fin de semana el Laboratorio J.L. Lagrange, que aúna al Centro Nacional de Investigación Científica de Francia y la Universiad Côte d'Azur. El termómetro marcó -11,8ºC el 18 de marzo. “Se trata de una temperatura extrema, que supera en más de 40 grados lo normal para esta época del año”, han informado los científicos franceses. Ha pulverizado el máximo anterior por 20 grados.

Literalmente en la otra punta del globo terráqueo, en el Ártico, también este marzo se han batido marcas de calor. El Instituto Meteorológico de Noruega ha medido una temperatura de 3,9ºC en la isla de Hopen y 5,5ºC en Ny-Alesund, en la isla de Spitsbergen. En Hopen, el pico anterior estaba en 3,6ºC y data de 1957. En Ny-Alesund, el récord estaba en 5ºC y se había medido en 1976, según los datos del Instituto.

Ambos registros se obtuvieron en el archipiélago Svalbard, un grupo de islas que se sitúa por encima del paralelo 74º. El círculo polar ártico comienza en el 66º. Mucho calor tan al norte.

Transporte de aire caliente y húmedo del centro a los extremos

“Los dos episodios están relacionados con lo que se denomina río atmosférico, que transporta aire cálido y muy húmedo desde latitudes medias hacia los polos”, explica Sergi González, experto en meteorología polar de la AEMET. Este fenómeno “es un foco principal de interés e investigación para comprender cómo se trasladan ese calor y humedad”, añade el meteorólogo.

La consecuencia directa y visible de estas olas de calor provocadas por los ríos atmosféricos es la pérdida de la capa helada del planeta en los polos. “La propia humedad hace que haya nubes muy compactas que no dejan salir la radiación y así se genera pérdida de hielo”, explica González. “Mucha pérdida de hielo”, remacha.

Menos hielo, más cambio climático

La interconexión entre un polo norte derretido y la crisis climática es cada vez más sólida. Con menos nieve y hielo, el mundo es más oscuro, absorbe más radiación solar, lo que exacerba el cambio climático. Se altera la corriente de chorro que regula el clima en el hemisferio norte y termina multiplicando las sequías, las precipitaciones torrenciales y las olas de calor.

Que el calentamiento global de la Tierra inducido por el efecto invernadero de los gases emitidos por las actividades humanas altera los casquetes es parte ya de la evidencia científica. “Las regiones polares están perdiendo hielo y sus océanos están cambiando rápidamente”, explica la evaluación sobre la criosfera del Panel Internacional de Expertos IPCC. “Las consecuencias de esta transición polar se extienden a todo el planeta y están afectando a las personas en múltiples formas”.

Sin embargo, lo que está estudiándose es si la propia crisis climática influye en los ríos atmosféricos que provocan los picos de calor como los registrados estos días en los polos. “Esta ola de calor, que sigue a la invernal [austral] que se registró en julio de 2021, parece indicar un aumento en la intensidad de estos episodios en las mesetas altas de la Antártida”, analiza el equipo del Laboratorio J.L. Lagrange.



El físico y científico principal de la organización Berkeley Earth, Robert Rohde, al conocer los datos, llamaba a la ola de calor en la Antártida “un evento extrañamente improbable”. Pero añadía que “todavía nadie sabe si es el síntoma de algo más que está por venir”.

Sergi González coincide en que “es difícil decirlo porque la Antártida presenta una gran variabilidad. Este caso es tan excepcional que, registrado una vez, no marca todavía una tendencia”. Con todo, la Antártida batió su récord de temperatura total dos veces en tres días durante febrero de 2020 al superar los 20ºC.

Mientras el sur aparece como una zona de grandes variaciones, en el norte, la relación entre calor inusual durante el invierno y crisis climática se afianza. Los episodios de calentamiento “se están volviendo más frecuentes y duraderos”, según concluyó un equipo de la NASA.

Las olas de calor ártico, cuando los termómetros suben más allá de los 10 grados negativos, son algo consustancial al clima polar sobre la capa de hielo, pero la investigación de la NASA halló que “ocurren seis picos extra de calor en invierno en la región del polo norte cada año desde 1980”. La duración de los episodios extremos ha pasado de poco más de dos días a más de dos días y medio.

Las intrusiones de calor en invierno se producen cuando se está formando la capa de hielo tanto en extensión como en grosor, así que estos picos impiden que crezca y se expanda ese hielo, “lo que acelera los efectos del calentamiento global”, avisaba esta investigación.

Es precisamente en marzo cuando el océano Ártico se aproxima a su máximo helado de cada año. Al arrancar este mes en 2022, la extensión de hielo estaba por debajo de la media en los mares de Barents y Ojotsk y cerca del promedio en el resto, según indicaba el Centro Nacional del Hielo y la Nieve de EEUU (el NSDIC) el 8 de marzo pasado. Está por ver cómo ha influido la ola térmica que llevó los registros de temperatura muy por encima del promedio.

“La extensión del hielo en el Ártico ha declinado significativamente desde que hay observaciones por satélite en 1979”, explica el centro de cambio global de la NASA. “El peor mes es septiembre, los últimos 15 han presentado los valores más bajos de hielo, con un descenso medio del 13% por década”.

En ese mismo momento, la capa de hielo en la Antártida ha marcado el mínimo de 2022, el más exiguo nunca medido. Cayó por primera vez desde que hay datos por debajo de los dos millones de kilómetros cuadrados. En la línea de picos y valles que describían más arriba los científicos, el continente ha vivido un declive muy rápido, ya que marcó su mayor extensión anual en septiembre de 2021.  

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