SELECTIVIDAD
El tapón en Medicina: cuando la falta de plazas públicas hace que ni con un 12,8 puedas entrar en la carrera que quieres
Nueva selectividad, misma realidad. El cambio del examen hacia un modelo competencial ha traído, como se auguraba, una ligera reducción de las calificaciones en la prueba. Pero esta no se ha trasladado a las notas de corte que dan acceso a las carreras porque el sistema encalla una y otra vez en la misma roca: la insuficiente oferta de plazas en las universidades públicas provoca que por mucho que las calificaciones caigan unas décimas, hasta 3.000 personas se disputen 127 plazas de Medicina en Alicante. Y la creciente competitividad entre el estudiantado garantiza que siempre habrá suficientes expedientes brillantes para que la nota de acceso no caiga. El ejemplo de Alicante quizá es algo extremo, pero que se repite en muchos grados y centros por todo el país, con mención especial para Medicina.
Lo está sufriendo este año María Fomina. Su 12,866 de nota final (sobre 14) es insuficiente para cumplir el sueño de ser cirujana, grado de Medicina en la universidad pública mediante, por el que ha trabajado desde hace años. “Decidí pedirla [la carrera] en casi toda España, excepto Catalunya porque no hablo catalán, aunque donde preferiría estudiar es en Madrid”, explica. Una centésima la separa de la Universidad de Alcalá, que ha cerrado con una nota de corte de 12,87. Si no es Madrid, lo más cerca posible de su Comunitat Valenciana natal. Pero sabía que justo ese grado está entre los que piden una nota más alta y ha rebajado sus exigencias. “Ahora diría que me valdría cualquiera. Con que sea pública...”.
La palabra mágica. “Pública”. La escasez de oferta pública empuja a muchas personas rechazadas en los centros estatales a matricularse en los campus privados en busca de cursar el grado de sus sueños, un trasvase de alumnado exacerbado en los últimos años y que ha provocado que el trozo del pastel de estas universidades haya pasado del 13% al 18% en una década. Dado que la población total universitaria ha subido en este periodo, los centros privados han casi duplicado su alumnado: de 176.047 a 322.529 estudiantes en diez años.
María Fomina se está pensando ser una de ellos. Los aproximadamente 20.000 euros que cuesta cada curso le hacen considerar esta opción como último recurso, cuenta, pero aun así ha realizado una prerreserva en un centro privado por la que ha pagado 3.500 euros que perderá si finalmente no se matricula en ella. Y si lo hace, augura que tendrá que trabajar para colaborar en el pago de una matrícula imposible. Es consciente de lo que supone, pero siempre ha querido ser cirujana y no le asusta el reto.
Es más barato salir del país
Antía está en una situación similar. En su caso el camino seguido ha sido algo más revirado porque estudió en el Liceo Italiano de Madrid y en vez de la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) pasó por la equivalente maturità italiana, equivalente a la Selectividad y que le convalidaron con un 11 de nota.
Como a Fomina, tampoco le daba para Medicina en la pública. Como Fomina, tanteó la posibilidad de la privada. Pero, a diferencia de su coetánea, la descartó. Por un lado, cuenta, “el nivel de la universidad pública es más alto que el nivel de la universidad privada”, una impresión que acabó de confirmar gracias al consejo de una familiar que es médica. Por otro, también influyó el alto precio de estudiar en una privada.
Porque, echó cuentas la familia, salía más barato estudiar la carrera en una universidad pública en Italia –unos 15.000 euros el primer año entre alojamiento y matrícula– que matricularse en una privada española (entre 20.000 y 25.000 euros). “Ahora mismo [marcharme] es mi opción más férrea”, sostiene.
Poca oferta, mucha demanda
El problema que empuja a Fomina o a Antía a una privada o a dejar el país tiene una causa clara: la oferta de plazas públicas es insuficiente para la demanda, lo que implica que de media dos personas soliciten cada sitio que se ofrece y haya grados –especialmente en las carreras relacionadas con las Matemáticas, las Ciencias de la Salud y algunas ingenierías– con hasta 40 aspirantes por plaza. En Medicina, son 11 solicitantes por sitio y la demanda desbocada provoca que, aunque las medias de Bachillerato más selectividad bajen, las notas de acceso se mantengan básicamente igual (de altas) pese a que la oferta se ha duplicado en década y media: en 2008 había 28 centros, en 2019 eran 42 y para el curso que viene serán 56, según las previsiones. El año académico que arranca en septiembre contará con 922 nuevas vacantes.
Quizá por este aumento de la oferta la nota de acceso se ha mantenido bastante estable en los últimos años. La ligera caída en las calificaciones en Selectividad de este curso tampoco ha conseguido variar en exceso el corte. La nota del último admitido para este grado ha caído este julio dos décimas en Andalucía, Murcia, Castilla-La Mancha, Baleares y Castilla y León, según Redacción Médica. El descenso ha sido todavía menor (imperceptible) en Madrid, Catalunya, Aragón, Extremadura y Comunitat Valenciana.
Pero el problema con este grado no es tan sencillo como abrir plazas sin más. En España faltan médicos, pero solo de algunas especialidades. Aumentar la oferta por aumentarla, advierten los decanos de Medicina, puede suponer una merma en la calidad de los estudios porque hay un problema de escasez de docentes y de escasez de plazas para hacer las prácticas, entre otras cuestiones.
“Piensas que te ha faltado algo”
María Fomina puso todo lo que tenía. Siempre tuvo claro que quería estudiar Medicina y, consciente de la exigencia y por su propio interés, se aplicó con los estudios desde que tiene recuerdo. “Siempre he sido muy trabajadora desde pequeña, al principio gracias a mis padres y luego por mí misma, por mi deseo de sacar buenas notas y ser una alumna excelente”, cuenta. “La constancia y el deseo de todos estos años es lo que me ha hecho llegar donde estoy”, se muestra orgullosa.
Se quedó un poco corta, sí, pero con la tranquilidad de conciencia de haberlo dado todo. “Siempre aparece el pensamiento intrusivo de que te ha faltado algo, echar más tiempo. A veces te puede pesar un poco, pero siendo realista entiendo que he puesto todo mi esfuerzo en cada asignatura para obtener esa nota y entrar a la carrera. Es bastante injusto que todo tu esfuerzo dependa de una nota para entrar en una carrera y en la PAU puede pasar cualquier cosa, los nervios te pueden jugar una mala pasada”, opina, consciente también de que “el número de plazas en cada universidad es muy bajo”.
Antía también opina que el sistema no acaba de ser justo. “He sentido mucha frustración, sobre todo por lo alta que está la nota. Considero que si a ti de verdad te interesa un campo, como por ejemplo a mí la Medicina, siempre se tendría que dar una posibilidad a la gente que quiere estudiar ese campo”, y pone como ejemplos los sistemas franceses o, desde este año, también italiano, donde las universidades hacen un examen filtro.
Porque justamente Medicina es un grado bastante vocacional que no tiene una alternativa clara. Un estudiante que no llegue a Matemáticas y Física, uno de los dobles grados con mayor nota de acceso, podrá hacer un remedo con algo similar, tipo Matemáticas e Informática o Matemáticas y Estadística. No sucede igual en el caso de los aspirantes a doctores: el único camino para serlo es pasar por la facultad de Medicina.
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