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Gol de Pedro Sánchez

Sánchez lleva a la reunión con Torra temas como financiación o infraestructuras

Neus Tomàs

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Emilio Lledó defendía que la ética es una praxis, una actividad. La teoría sobre ella, añadía el filósofo, solo es justificable si se une firme e inequívocamente a la práctica. En su elogiado 'Filosofía y lenguaje', de cuya primera edición se cumplen ya cuatro décadas, analiza y contrapone las concepciones aristotélica y platónica sobre el lenguaje. Se trata de una disquisición recomendable para quien tenga interés en aproximarse a lo que de manera coloquial podríamos resumir como un debate sobre los nombres de las cosas (disculpas a los filósofos que haya en la sala por un reduccionismo explicable por la voluntad de que alguien se lea este artículo). Si hoy hubiese que recurrir a ese ensayo para plantear un debate sobre la palabra de moda en la política española seguramente esa sería 'diálogo'.

Lejos de la ética, y también ya de la estética, estamos asistiendo a una tergiversación de lo que se entiende por diálogo de la que hay que responsabilizar a aquellos políticos dispuestos a distorsionar la realidad hasta límites inaceptables. Pero si se dejan de lado las manipulaciones partidistas, la realidad es que hay un documento en el que se especifica, aunque sea de manera poco precisa en algunos puntos, cómo será la mesa de negociación entre el Gobierno central y la Generalitat para explorar una alternativa que no sea la de perpetuar el actual conflicto. La realidad es que Pedro Sánchez y Quim Torra acordaron que el primer encuentro entre ambas partes se celebraría este mes de febrero. Y la realidad es que el tacticismo se impone al interés común en las filas independentistas. Otra vez.

Como bien diagnostica Paul Krugman, el Nobel que estos días está en España presentando su último libro, “todos somos vulnerables a las creencias que nos resultan convenientes”. Es eso a lo que juega una parte de los dirigentes independentistas, a demostrar que el PSOE no quiere que la negociación fructifique (es posible que en las filas socialistas haya también quien crea que es mejor que fracase), a reprochar a ERC que vendiese sus votos a Sánchez pronto y baratos, y a presentarse como los guardianes de las esencias del tarro secesionista. Otra vez.

Claro que antes de sentarse se han cometido errores. El primero es atribuible a ERC porque negoció una mesa entre gobiernos cuando una parte de su propio Govern no participaba en las conversaciones ni asumía como propio el acuerdo que después debería desarrollar. Pero, una vez que socialistas y republicanos han otorgado al presidente de la Generalitat el papel que el propio Torra exigía, ¿a qué viene poner palos y más palos a una negociación? La respuesta, de nuevo, hay que buscarla en las maniobras pensadas para arañar votos en las autonómicas. Esas que aún no tienen fecha porque en Catalunya se ha informado a sus ciudadanos de que la legislatura está agotada sin revelarles cuándo serán las elecciones. No hay fecha pero todos están ya en campaña. Otra vez.

Así que Pedro Sánchez, astuto, viendo el jaleo montado entre los partidos independentistas y las entidades y asesores a los que Torra siempre tiene presentes, ha decidido dar un golpe en la mesa. El presidente del Gobierno propone que la reunión entre ambos Ejecutivos se celebre el próximo lunes y con esta jugada nadie podrá reprocharle que esté frenando la celebración del encuentro que pactó con Torra. Además, si se acaba aceptando su ofrecimiento, la mesa se reuniría unos días antes de que Carles Puigdemont protagonice en Perpiñán un acto que promete ser un baño de multitudes puesto que se espera que hasta 100.000 catalanes asistan al mitin. En ERC saben que JxCat lo ha diseñado como una demostración de fuerza para combatir unos sondeos que hoy por hoy les son desfavorables. Otra vez.

Los republicanos asumen que la de Perpiñán será una foto espectacular, del mismo modo que reconocen que Puigdemont sigue siendo el referente para una parte importante del electorado independentista. De ahí que en la última bronca entre Torra y Sánchez los republicanos hayan decidido ponerse de perfil y esperar a que les salpique lo justo. Otra vez.

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