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Hacer dudar. Meter miedo. Matar al vecino

Vox logra ser el partido más votado en más de 60 municipios de la Comunidad de Madrid, sobre todo en el sur

Antonio Maestre

La construcción social de la realidad tiene poco que ver con los hechos y es la visión sobre la que basamos nuestro conocimiento del mundo, de nuestro país, de todas aquellas situaciones que nos afectan en la vida cotidiana. Una serie de noticias, propaganda, publicidad, artimañas, efectos y visiones que transmiten al ciudadano una visión parcial, sesgada y limitada de la realidad social sobre la que sustentar sus decisiones políticas y humanas. El sustrato sobre el que actuar para cultivar el miedo.

La duda. En política importa más la percepción que la realidad. Por eso los partidos posfascistas no tienen ninguna intención de ser rigurosos con la información y los datos. Su único objetivo es plantar la duda, copar los debates y conseguir alimentar los sesgos racistas, machistas y xenófobos para que aquellos pensamientos ocultos y vergonzantes sobre lo extraño prendan. Establecer un elemento de miedo y peligro en la percepción ciudadana para a partir de ahí dejar que los mecanismos de protección y de supervivencia empiecen a operar.

La victimización. El paso previo al odio es la aparición en el interfecto de la caracterización de víctima. No importa ser el que maneja un discurso agresor, violento e intolerante. Es necesario verse a sí mismo como una víctima de la alteridad, de aquellos elementos que conforman la propia situación de víctima. Esa victimización es promovida por los discursos posfascistas como paso ineludible para la deshumanización del adversario y posteriormente su represión.

Ese sentimiento de agravio y victimización, de minoría oprimida ante un poder superior, es constantemente vehiculado a través del discurso posfascista. Lo necesitan para construir la necesaria sensación de peligro que facilite la llegada del partido protector ante esas amenazas. Vale todo, y escudarse en la ignorancia para alimentar esos fantasmas es prioritario. La concejala de Vox en Fuenlabrada denunciaba que la utilización de los mapas electorales por distrito facilitados por la delegación del Gobierno y publicados por todos los medios de comunicación para ver la distribución del voto era señalar a los votantes de Vox. Esa victimización basada en la ignorancia tuvo un efecto concreto, amenazas e intentos de localización del domicilio exacto del periodista.

El salvador. La instauración de esa sensación de peligro y victimización tiene una consecuencia directa. La búsqueda de un protector, de un salvador que sea el que te libre de ese riesgo inminente. Un líder autoritario y carismático que se erige en el único capaz de enfrentarse al peligro después de haber sido el que conformara esa falsa sensación de riesgo. Cuando se crea un fantasma imaginario es sencillo eliminarlo y muy fácil acudir a él para enarbolarlo si el liderazgo está en cuestión. El fantasma hace lo que su hacedor le dicta.

La agresión. Hacer dudar para victimizar, instaurar una sensación de peligro inminente ante una amenaza interior o exterior para instaurar los elementos necesarios para la agresión al contrario. La deshumanización del adversario es el paso necesario, lento y paulatino que permite legitimar la agresión y la represión. “Primero son inmigrantes, luego enemigos, después parias, finalmente encarcelados”. Es una frase de Ferenc Gyurcsány, antiguo primer ministro de Hungría y miembro de una coalición opositora a Viktor Orban. Una vez legitimada esa actuación física contra el enemigo a través de un discurso de odio, se empieza a concretar en las calles. El lenguaje es performativo, tiene la capacidad de convertirse en una profecía autocumplida, de crear realidades y riesgos inexistentes que combatir.

El frío. Una vez instaurada una política del miedo y represiva, homogeneizada y de odio al diferente es imposible volver atrás sin que sea de una manera dramática y dolorosa. No estamos lejos de sentir esa sensación helada. La duda ya está plantada, el miedo ha empezado a operar, el salvador está ejerciendo, la agresión comienza a aparecer de forma subrepticia, concretándose en pequeños espacios. Si los atemorizados comienzan a mirar hacia ese protector posfascista, se nos colará hasta los huesos y no habrá hogar ni calor humano que nos lo arrebate sin que la represión y el enfrentamiento aparezcan de manera grotesca.

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