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La estupidez de la izquierda

El pacto de PSOE con Podemos, la opción preferida por los españoles si no hay mayoría absoluta

Neus Tomàs

“Antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda”

José Saramago

En su libro Política para perplejos, Daniel Innerarity explica muy bien que la democracia no es ni el reino de los votos ni el reino de los vetos. Algo que la izquierda española parece haber olvidado, enfrascada en un tacticismo que como mínimo puede tildarse de temerario. La noche del 28 de abril, los españoles -hubiesen votado lo que hubiesen votado ese día-, se acostaron convencidos de que el próximo gobierno sería de izquierdas. Si finalmente, tras una parálisis de casi medio año, abocan el país a unas nuevas elecciones, la responsabilidad será de dos personas: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias (el orden no altera el nivel de culpa).

Sería largo, tedioso y estéril repasar la hemeroteca del verano. Sirva a modo de resumen una frase de la vicepresidenta, Carmen Calvo, este martes en la Ser: “La gente no vota coaliciones, vota para que gobierne el partido al que vota”. No es cierto. Berta Barbet, politóloga de la Universitat Pompeu Fabra, explicaba a raíz de la repetición electoral del 2016, que existe un voto, el conocido popularmente como voto útil, en el que el ciudadano no opta por el partido que honestamente le gusta más (voto sincero), sino por otro. “El más típico es el voto por una segunda opción que tiene más opciones de ganar. Pero también existe -añadía esta politóloga en declaraciones a El Mundo- el voto útil de coalición en favor de un partido con el que se cree que se podrá formar Gobierno, para asegurar que entra; o el voto compensatorio, por un partido más extremo al favorito, para mover al partido favorito o a su Gobierno hacia un espacio más próximo. O sea que la gente sí puede votar coaliciones.

Si Sánchez e Iglesias estuviesen a la altura que sus electores merecen sabrían que en cualquier acuerdo de gobierno lo primero que se negocia son los desacuerdos. Es el principio para poder cimentar un proyecto. Pueden preguntar a sus colegas catalanes, sea a Miquel Iceta o a Ada Colau, y les explicaran cómo se hace. Pero eso es cuando hay voluntad sincera de pactar, cosa que en este caso es más que dudosa. Los partidos de derecha han entendido que para gobernar no le queda otra que aliarse, hasta el punto de que Ciudadanos ya no tiene empacho alguno en retratarse con la derecha extrema de la que sus socios europeos acertadamente abominan.

En Contra la izquierda, otro ensayo muy recomendable, Jordi Gracia señala que el agujero negro de las izquierdas sigue estando dentro de las mismas izquierdas, y no fuera. Podría añadirse que son ellas las que lo crean, con su egoísmo y la falta de respeto a sus votantes. Entre asaltar los cielos y un acuerdo bendecido por la CEOE hay campo de juego suficiente para que el pragmatismo se imponga. O debería haberlo a no ser que los cálculos electoralistas pasen por delante de la responsabilidad. El uso y abuso que dirigentes de ambos partidos han hecho de la propaganda en estas últimas semanas no conduce a pensar que estén por la labor de reconducir la situación.

Tuits prescindibles, filtraciones y entrevistas vergonzantes. En eso se resume el espectáculo veraniego que han protagonizado las izquierdas de este país. Han ido encendiendo mechas sin pensar que podrían acabar todos quemados. Mientras, la derecha va diseñando un paraíso fiscal en Madrid y asumiendo como medidas de gobierno las peticiones que Vox le plantea en Andalucía.

Sánchez se equivocó presentando su programa en un mitin electoral en vez de entregárselo a Podemos si es que de lo que se trata es de convencer a Iglesias de que se avenga a apoyarlo. Que los morados se enterasen de su contenido por la prensa tampoco parece una estrategia muy conciliadora. Además, su intervención no parecía destinada a abrir una negociación a contra reloj que permita reconducir la situación. Pero aún así, el líder de Podemos haría bien en escuchar a quienes desde dentro le aconsejan que antes de enviar la legislatura a la basura cuente hasta 10. Las consecuencias, para España y para su partido, de provocar unas nuevas elecciones serán también responsabilidad suya, por más argumentos y excusas que encuentre para aliviar su parte de culpa.

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