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Los refugiados del Open Arms y la política sucia

El Open Arms se abre a ir a Baleares

Rosa María Artal

“Las manos rotas a martillazos: así descubrí cómo empieza el drama del Open Arms”. Lo explicaba aquí Juan Cervera, médico del contingente de la ONU en Mogadiscio, Somalia. Una de tantas personas que se juegan la vida cada día por arreglar un trozo de este mundo cada día más inhóspito. Mientras, políticos sin escrúpulos juegan en los tableros de la ambigüedad o, directamente, se desentienden de las víctimas desde cómodos sillones.

El Dr. Cervera describía lo que vemos cada día en los informativos decentes. Las mujeres sistemáticamente violadas por sus captores, porque asaltar a la mujer, torturarla y humillarla, sigue siendo un preciado botín de guerra. Siempre lo fue, se diría que va a más. Incluso en las guerras de todos los días. Ofreciéndose una a cargar con todo para ver si salva de ese suplicio a sus hijas o a sus hermanas. Y toda la caterva de horrores que impelen a dejar la casa y el país para emprender la aventura incierta de llegar a un puerto civilizado. Los que huyen de ser extorsionados para inmolarse, de la tortura o el hambre, perseguidos hasta por ir al colegio. Y ello a resultas, en buena parte, de arbitrariedades consentidas por diferentes intereses desde el poder. Soluciones habría.

Ese puerto seguro en principio es Lampedusa. Y allí han pasado varios días un centenar de refugiados a bordo del barco español de la ONG Open Arms, hacinados y desesperados. Hemos podido verlos presos del abatimiento, la ira o la incredulidad. La tensión aumentó, se tiraron al agua. Tenían la costa a 800 metros y no les permitían bajar. El Gobierno español ha enviado, por fin, un buque de la Armada a Lampedusa, para hacerse cargo de ellos y “acompañar” al Open Arms a España. A Mallorca. Desde Rota son tres días hasta Italia y luego el trayecto a la isla balear. La urgencia no es la misma para las víctimas que para los gobiernos. Quizá el buque de la Armada nunca llegue. Finalmente, la Fiscalía italiana ha ordenado el desembarco de los migrantes en Lampedusa.

Cada una de esas personas -que tuvieron el coraje de afrontar grandes riesgos para buscar una vida mejor, una vida siquiera- valen lo que cien ratas del oscurantismo juntas. Las que prestan oídos a los propagadores de la insolidaridad. Y de la injusticia, de la injusticia también. Hemos descubierto o corroborado la calaña de algunos “compatriotas”. Esos seres que pasan por ser ciudadanos normales y no les importa dejar morir a personas en aras del más pernicioso nacionalismo. Esta tierra es suya porque la casualidad quiso que nacieran en ella, una tierra a la que degradan con su actitud. Luego les verás tragar con los rescates de poderosos banqueros a costa de todos, o con las peripecias de una sola persona atrapada en una coyuntura mediática. Española, eso sí.

Los cabecillas marcan las pautas. “Los bien alimentados pasajeros”, dijo el millonario De Quinto, alto diputado de Ciudadanos, muy bajo en la escala humana. Hay quien les ve musculados, ¿quizás de batirse en el sofá por teclear improperios como ellos Pablo Casado advierte de un “efecto llamada” en la oferta de Pedro Sánchez de un puerto. ¿Qué oferta real hasta el día 19 del calvario? Ah, pero Casado nos ha confirmado “el efecto llamada” a corruptos, desaprensivos y cínicos varios con el gobierno formado en la Comunidad de Madrid. El PP y sus aliados, piña de triple ultraderecha, saben de impunidades cuando se atreven a plantar semejante ejecutivo. Los piopios ultras de esto no dicen nada.

Carmen Calvo, vicepresidenta en funciones, actúa entretanto de portavoz de marrones del gobierno de Pedro Sánchez. Ya tiene un enemigo nuevo: Oscar Camps fundador de Open Arms. En sus rondas mediáticas asegura que “el 'Open Arms' pudo haber entrado perfectamente en Malta y no quiso”. Y es incierto. Malta denegó el acceso del #OpenArms a su puerto y advirtió que debían contactar con el país de su pabellón (España) para que se encargara de la situación, asegura Camps, aportando email.

Osan hablar de permisos para el rescate, cargarles de bulos, llamarles negreros y acusarles de practicar el tráfico de personas, igual que Salvini y su partido fascista a cuantos pretendan ejercer labores de salvamento. Es una cuestión de justicia. El Derecho internacional, el convenio internacional sobre salvamento marítimo (Londres, 1989) que España suscribió, el artículo 98 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 y otras legislaciones obligan a prestar auxilio “a toda persona que se encuentre en peligro de desaparecer en el mar”. Este comunicado lo explica en detalle. Es de Garrigues, un bufete que no pasa por ser precisamente “una organización de ultraizquierda”, como ven ahora todo desde los extremos del fascismo.

Con las vidas de los refugiados varados en el mar de moneda de cambio, ha habido un pulso entre el ultraderechista y desalmado ministro del Interior Matteo Salvini –que busca ser presidente de Italia- y Pedro Sánchez que no se sabe bien qué quiere. A tenor de algunas declaraciones de él mismo y de sus portavoces, sigue más interesado en lograr apoyos del partido de De Quinto y Rivera y del de Pablo Casado, Ayuso, Aznar o el juez condenado por conducir borracho, Enrique López, que de Unidas Podemos. Con diferencia. La permanente siembra de insidias, lo deja bien claro.

La UE no mueve un dedo. Sí, la inacción lo mueve en contra. Bruselas y los gobiernos europeos evitan activar los mecanismos existentes para sancionar a Salvini. A la Grecia de Tsipras la machacaron, pero su tibieza contra la ultraderecha, racista, cruel, injusta, la están dejando bien clara.

Cada mano rota, cada mujer violada, cada niño ahogado en una playa, cada llanto y desesperación que pudieron haber sido evitados, son agravios a los nuestros. Ajenos y hostiles, en cambio, los que nos han metido en esta deriva que lleva camino de sepultarnos a todos. A no ser por el valiente trabajo, por el tesón y la generosidad de muchas personas que lo dan todo por remendar siquiera un trozo de este mundo viciado.

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