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La historia del médico que levantó un castillo

N.C.

Néstor Cenizo

Hay pasiones que cristalizan en los resultados más insólitos. Si además resulta tan singular como para hacer de ella bandera de una causa casi perdida, algunos tendrán la tentación de confundir la pasión con la locura. El doctor Esteban Martín y dos albañiles levantaron con sus manos un extraño castillo en Benalmádena (Málaga). Martín quería reivindicar la hispanidad del descubrimiento de América. Dejó su carrera de cirujano en Estados Unidos, estudió, diseñó y levantó un abigarrado monumento que reproduce en piedra lo que tanto se ha contado en libros. Entregado a una causa inspirado por no se sabe qué, dedicó 15 años de su vida y todo su patrimonio a la tarea. Acabó casi arruinado y hoy en Benalmádena resiste algo que no es ni un castillo ni una escultura, sino algo a medias para recordar a Cristóbal Colón y su viaje a las Indias. El resultado es desconcertante y merece una visita.

Desde 1987 hasta 1994, cuando se quedó sin dinero para continuar, el doctor Martín y dos obreros levantaron un inclasificable monumento sobre una parcela con unas formidables vistas al mar. No hay que engañarse. El Castillo de Colomares, que así se llama, resulta algo con un punto kitsch. Mezcla lo mudéjar con el románico y el gótico flamígero y hasta el oriental. Sobre ladrillo, piedra y cemento, Martín y sus dos maestros canteros levantaron torres de 33 metros y perfilaron una reproducción de cada una de las tres carabelas. “No era un trabajo con un horario, si tenían que quedarse hasta la 1 de la mañana porque a esa hora fraguaba, se quedaban”, recuerda hoy Carlos, su hijo. Sobre la piedra hay inscripciones sobre los Reyes Católicos, la Hispanidad y Andalucía. La idea era hacer un libro en piedra: “Hay que tener la imaginación para tallar esto. ¿Cómo abres el edificio de forma que pueda ser leído? Esto parece anárquico pero si juegas con la historia empieza a tener sentido, fluye la obra”.

La idea del doctor Martín era que el castillo se convirtiera en un instrumento de divulgación histórica. El cirujano sufría cuando el 12 de octubre salía a las calles de Estados Unidos y observaba una celebración basada en una especie de fusión histórica. Los italianos utilizaban el supuesto origen genovés de Cristóbal Colón como pretexto para arrogar méritos a su país. Y él, educado en una historiografía clásica española, con trazas de exaltación patriótica propias del franquismo, decidió no tolerarlo. Iba más allá: según sus investigaciones, Cristóbal Colón no era genovés y en el castillo hay incluso alusiones a un supuesto origen judío del descubridor.

Cómo decidió expresar su desacuerdo construyendo un castillo es algo que ni su hijo explica muy bien. Otros escriben un libro, protestan ante una sede administrativa o escupen decenas de tuits. Él comenzó a planificar su obra a comienzos de los años 80, con vistas a la celebración del V Centenario. Pero las historias de pasiones incomprendidas necesitan de alguien sordo. En nuestro relato, el doctor Esteban Martín no solo chocó con el desdén de casi todos, sino con los recelos de la oficialidad, consagrada a una celebración que partía de tesis históricas opuestas a la suya. “Nunca recibió apoyo. Escribió cartas al Rey pidiendo ayuda. Le decía que quería aportar su granito de arena. Puedes tener la suerte de que te arropen o la mala suerte de que te tumben, pero no dejó de creer en su obra”.

En 1994, primero desconcertado y luego hastiado, colgó la paleta y se refugió en los libros para buscar, recuerda su hijo, palabras de castellano antiguo y los sinónimos más extravagantes, hasta el día en que falleció. El castillo se dedicó durante un tiempo a la cetrería y el significado de la obra quedó olvidado hasta que su hijo lo recuperó y lo dotó de contenido. No es un elemento de exaltación patriótica ni un instrumento para herir a nadie, sino un “libro de historia aséptico”, dice hoy Carlos.

Su visión está lejos de las aspiraciones de su padre, que soñó con “apoyos grandes”. Esteban Martín nunca acabó de comprender que lo que a él le supuso desvelos, callos y dinero en otros solo provocase encogimiento de hombros. “Cuando vio que no se estaba por la labor, o que en el día a día sobraba, le chocó mucho. ”Pero si esto es fundamental… ¡Es historia española!“, decía”, comenta hoy su hijo.  “No se entendió su pasión”. De esta historia tan repetida en la que alguien lucha contra molinos quedó, como otras veces, la obra. Un extraño y desconocido monumento que es un libro y un castillo. “Los diferentes son las que aportan las mejores sorpresas. Hay que dejar a las personas que ejecuten su locura, porque puede resultar algo extraordinario”.

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