Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Pertur, el último desaparecido de la democracia española

Eduardo Moreno Bergareche, Pertur, dirigente de ETA (pm).

Aitor Guenaga

Lurdes Auzmendi se desplazó el pasado jueves hasta una casa que se encuentra en la faldas del monte Jaizkibel, la de la familia Moreno-Bergareche. 40 años después de aquel fatídico 23 de julio de 1976, a la que fuera novia de Eduardo Moreno Bergareche, Pertur, su desaparición “a manos de sus compañeros de armas” todavía le afecta. Y mucho. “Se me pone todo…”, señala recorriendo con la mano derecha su brazo de arriba abajo. Aún se emociona cuando habla de él.

No hay nada forzado en esa memoria revivida. Recuerda a Pertur como una persona “irónica”, con sentido del humor y, ante todo, un clarividente político. Un adelantado al tiempo histórico que le tocó vivir como jefe del aparato político de ETA político militar, los ‘polimilis’: los estertores del franquismo y los primeros pasos hacia la recuperación de la “democracia burguesa”.

En la vivienda del Jaizkibel le esperaban Álvaro y Marta, los padres de Pertur. Ambos tienen más de 90 años, pero siguen (casi) con la misma fuerza del primer día con el objetivo de dar respuesta a la pregunta que les ha perseguido durante las cuatro últimas décadas: “¿Non dago gure Pertur? (¿Dónde está nuestro Pertur?)

Esa fuerza -“¿Sobre todo la de la ama, no?”, le pregunto a Lurdes; y contesta: “es Bergareche, Bergareche”, subraya Auzmendi- fue la que puso a trabajar en 2008 a los abogados Martín Auzmendi y José Luis Galán para presentar el 19 de mayo de ese año una querella para que la justicia investigara la desaparición de Pertur. Sin prejuicios. Con una doble hipótesis de trabajo: ¿fue asesinado por sus excompañeros del aparato militar de ETA (pm)? -los temidos Bereziak (especiales) dirigidos por Miguel Ángel Apalategui Ayerbe, Apala, y Francisco Múgica Garmendia, Pakito, que luego se integrarían en ETA militar- o, por el contrario, ¿fueron los servicios policiales españoles en una operación encubierta o, en su caso, con la ayuda de grupúsculos de la extrema derecha de la época o de mercenarios neofascistas italianos?

¿Qué ambiente se vivía internamente en la rama ‘polimili’ de ETA en 1976? ¿Cómo de convulsionada estaba la organización terrorista tras el cruel desenlace del secuestro del industrial nacionalista Ángel Berazadi, asesinado el 8 de abril de ese mismo año, tres meses antes de la desaparición de Pertur? ¿Había en esa ETA posibilidad de dirimir las diferencias, ya casi irreconciliables, sin poner los ‘hierros’ encima de la mesa?

“Esos bestias han creado un clima tal en la organización que ETA no es un colectivo revolucionario, sino un Estado-policía, donde cada uno sospecha del vecino y éste del otro. Este clima influye no a todos por igual (existen auténticos histéricos que no ven sino conspiraciones por todos lados). En ese sentido, te digo que no estoy bien, en el sentido de que no ha…, de zafarme de la mentira, etc. De esta dinámica que tiende a eliminar rivales políticos, no por medio del debate político, sino a través de sucias maniobras en nombre de la disciplina, la seguridad, etc”.

El texto está sacado de una carta de puño y letra del propio Pertur que envió, 13 días antes de su desaparición, a su novia, Lurdes Auzmendi. La descripción incluida en la misiva casa como un guante con la que una década después plasmó en su diario Dolores González Katarain, Yoyes, asesinada en Ordizia en 1986 por discrepar de la dirección de ETA justo diez años después de la desaparición de Pertur. “No quiero actuar en apoyo de una lucha que ha degenerado en algo terrible, dictatorial y mítico, contrario a mis valores y sentires más profundos y constantes en mi trayectoria”, escribió Yoyes. La dirección de ETA –formada tras la muerte en Argelia de Domingo Iturbe Abasolo, Txomin, por Francisco Mújica Garmendia, de nuevo Pakito; José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, y José María Arregi Erostarbe, Fitipaldi, ordenó el asesinato de Yoyes y, lejos de esconderlo, lo amplificó a los cuatro vientos: esto es lo que les pasa a los traidores. El objetivo: evitar futuras deserciones.

El papel de Antxon Etxebeste

No en vano, poco antes de su desaparición Pertur ya había sido retenido por sus compañeros en su domicilio acusado de poner en peligro a la organización por estar llevando adelante una “línea paralela a la que el aparato debía llevar con los presos de ETA”, según Eugenio Etxebeste, Antxon. Algunos ya le veían como un “liquidacionista” de la lucha armada. El ‘arresto’ finalizó al percatarse de ello los cuadros de la organización terrorista que estaban preparando la VII Asamblea de ETA y exigir la incorporación de Moreno Bergareche al encuentro.

“15 días antes de su desaparición estuve paseando cerca de hora y media por la playa de Hendaya con Pertur, me contó cómo veía el futuro de España sin Franco y la necesidad de crear un partido político para entrar en la pelea democrática. Sin armas. Lo que luego fue la ponencia ‘Otsagabia’ y que a la postre fue el germen de la negociación entre Juan María Bandrés, Mario Onaindia y el ministro del Interior, Juan José Rosón”, relata el periodista Ander Landaburu, que estuvo investigando sobre el terreno para Cambio 16 la desaparición del líder carismático etarra. Investigando hasta que alguien le llamó por teléfono para decirle que sabían que estaban husmeando y, en tono amenazante, le dijo: “Es mejor que lo paréis”. Landaburu pidió que se identificase y “mi interlocutor me dijo que era Antxon”. “Para mi” contó al juez Andreu, lo de Antxon no quería decir nada, pues es evidente que de ser Antxon Etxebeste, éste no se hubiera identificado de esa forma“.

El día que se perdió la pista de Pertur definitivamente, los que acabaron con su vida privaron a la sociedad vasca de una mente lúcida, según coinciden muchos correligionarios, observadores políticos y amigos, pero no lograron que una parte de la organización terrorista abrazara definitivamente las vías políticas y que su clarividencia se hiciera realidad en pocos años. Otros mantuvieron vigente la estrategia del terror hasta hace pocos años.

Pertur bromea con el refugiado Troski

Los fríos datos de aquella mañana del 23 de julio de 1976 son admitidos por todo el mundo, incluidas las dos últimas personas que lo vieron con vida y rivales dentro de la organización: Apala y Pakito. Pertur salió de su domicilio sobre las 9 horas. Tenía una cita, cerrada la víspera, en el Bar Consolación de San Juan de Luz para las 9:30. No llegó a entrar nunca en el local. Por el contrario, se encontró en el centro de San Juan de Luz con Apala y Pakito (9:40) que iban a bordo de un Renault 5 azul. Para entonces alguien de la entera confianza de Pertur le había cambiado la cita y éste les preguntó a los responsables de los comandos Bereziak si iban hacia Hendaya, municipio del País Vasco francés donde vivían entonces Pakito y Apala, y si le podían llevar. La nueva cita clandestina era en Behobia.

“El encuentro fue casual”, declaró Pakito en la Audiencia Nacional. Ellos habían ido a San Juan de Luz a comprar aceite en una armería para los ‘hierros’. “En el trayecto de San Juan de Luz a Behobia no paramos en ningún sitio y estuvimos hablando de la situación de los refugiados. Dejamos a Pertur antes de un cruce que da a mano derecha a Hendaya, a mano izquierda Biriatou y al frente a la frontera. Seguimos a Hendaya y antes de llegar paramos en un bar que está poco antes del Ayuntamiento, frente a la iglesia. Estuvimos bastante rato y de allí nos fuimos a casa a comer”, según el relato de Pakito, que declaró como imputado ante Andreu.

Fuentes judiciales consideran la versión del exjefe de ETA “sólida” y sin aristas. “Ha contado todo lo que sabía”, señalan las mismas fuentes. Una versión más creíble si cabe, apuntan, dado el alejamiento de Pakito, ahora un arrepentido, de sus antiguos compañeros de armas. ¿Para qué mentir?

Solo una persona pudo verles a los tres en el citado vehículo antes de que se perdiera definitivamente la pista de Pertur: Eleuterio Jauregui Beloqui, Troski, uno de los tantos refugiados en el país vecino. Fue en la calle principal de San Juan de Luz. Pertur iba en la parte de atrás: “Me saludé con Pertur, y me respondió con cierta ironía algo en broma, con humor, como siempre solía hacer; no observé nada anormal. Y después seguí mi camino”. Su ventanilla estaba bajada. Todo aparentaba normalidad. El testimonio forma parte de las Diligencias Previas (120/2008) abiertas en la Audiencia Nacional.

La pista italiana

Durante más de cuatro años, el magistrado Fernando Andreu, un perfeccionista alejado de los focos mediáticos, buscó la verdad, apoyado en todo momento en el fiscal y en los letrados de la familia. Confiesa que se lo tomó muy en serio. El caso fue a parar a su mesa del Juzgado Central de Instrucción número 4 de la Audiencia Nacional el 19 de mayo de 2008 y el 27 de junio ya había admitido a trámite la querella. Arrancaba así una instrucción que llevó al juez a liderar una comisión judicial en Italia para interrogar a los neofascistas italianos Pierluiggi Concutelli, Sergio Calore, ambos miembros de la organización terrorista Ordine Nuovo; Carlo Cicuttini, condenado a cadena perpetua por participar en la reorganzación del Partido Fascista y por diversos atentados mortales contra carabineros, y Angelo Izzo. La denominada pista italiana que reflejó el director de cine Ángel Amigo en su documental sobre la desaparición de Pertur titulado 'El año de todos los demonios', presentado en el Festival de Cine de San Sebastián en 2007.

Pero el magistrado solo encontró a unos penados de edad muy avanzada, muy violentos, aventados y con unos relatos inconexos y llenos de incoherencias. De los cuatro condenados a cadena perpetua, ninguno aportó dato alguno sobre la desaparición de Pertur, según se recoge en el auto de archivo de la causa, del 20 de septiembre de 2012. Y solo Angelo Izzo relató con profusión lo que sabía de los grupos anti-ETA que operaban en esa época con base en Madrid y Barcelona y con relaciones con la Guardia Civil o los servicios secretos españoles. “Concutelli me dijo que él y Augusto Cauchi iban a Francia para secuestrar personas, tanto dirigentes de ETA, como antifascistas. A estas personas les llevaban a ‘La Granja’ en Barcelona, en donde les torturaban, les asesinaban y les enterraban. Los ocupantes de ‘La Granja’ recibían órdenes de la Policía o de la Guardia Civil de Barcelona”. Pero de Pertur no sabía nada y solo recordó “haber oído hablar del secuestro y asesinato del empresario Berazadi”. La pista italiana se desmoronaba y la investigación volvía a la casilla de salida.

Había que volver a España y tirar del hilo de nuevo. ¿Quién quedaba por aportar su relato? Apala. Todo el mundo sabe extraoficialmente que Miguel Ángel Apalategui Ayerbe fue acogido en Nicaragua mientras los Sandinistas de Daniel Ortega estuvieron en el poder, y que con la caída del FSLN, en 1990, se trasladó a Cuba. Todo extraoficial. Nunca ha habido un reconocimiento por parte del gobierno cubano. Uno de los periodistas que mejor conoce ETA, Florencio Domínguez, y que ha escrito varios libros sobre el devenir de la organización terrorista, incluidas las andanzas de algunos de sus miembros en América Latina, aporta varios datos. “Hay papeles incautados a ETA que aluden a Apala, pero no con su nombre, sino con un alias. Y también hay declaraciones de un desertor cubano que lo confirman”. No son pocos los vascos que lo han visto en la isla caribeña.

Se da la circunstancia de que Lurdes Auzmendi, en su declaración ante el juez Andreu, relató que en una ocasión habló con un exmiembro de ETA que había coincidido con Apala en Nicaragua y que éste la había llegado a contar que a Pertur “le habían secuestrado ellos, le habían dado muerte y le habían tirado al mar”. Esta persona declaró durante la investigación por vídeoconferencia desde Bruselas, pero el juez no dio más validez a su testimonio porque no dejaba de ser una referencia sin prueba alguna que la sostuviera, dado que Apala seguía sin poder declarar. Lo mismo que el testimonio de Ángel Ugarte Fernández de Landa, que en julio de 1976 trabajaba para el CESED, el servicio de información del Gobierno de la época. Ugarte -que se entrevistó en diciembre de 1976 en Ginebra con los ‘polimilis’ Javier Garayalde, Erreka, íntimo de Pertur, y con Iñaki Martínez- subrayó su convicción de que “no tenía la menor dudad de que la responsabilidad de la desaparición de Pertur la tiene ETA”. Pero, de nuevo, no se aportó prueba alguna.

Para retomar la investigación, según han confirmado fuentes judiciales, Fernando Andreu, inasequible al desaliento, usó una vía extraoficial para intentar conseguir la declaración como imputado de Apala. “Se tiró de los servicios secretos españoles, que estaban en contacto con los espías cubanos, pero la vía no cuajó. Justo cuando pareció que había posibilidades se produjo un acontecimiento que lo enfangó todo”, explican fuentes conocedoras de la investigación. En concreto, fue la detención el 14 de febrero de 2009 de Conrado Hernández, delegado del Gobierno vasco en Cuba, cuando se disponía a viajar a España, lo que hizo que la vía extraoficial abierta con el espionaje cubano entrara en barrena, según las mismas fuentes. Conrado Hernández confesaría posteriormente que había colaborado con el espionaje español. Su trabajo al frente de la Sociedad para la Promoción y la Reconversión Industrial del País Vasco (SPRI) en La Habana habría servido en realidad, según su propio testimonio, que fue grabado y exhibido entre la élite cubana, de “tapadera” para colaborar con el Centro Nacional de Inteligencia (CNI).

El juez Andreu reconoce que tiene esa espina clavada aún en el cuerpo. De alguna manera, su prolijo y detallado auto de archivo pretendía mostrar a la familia Moreno Bergareche que se había intentado todo para dar con el paradero del dirigente etarra. Pertur era el gran olvidado de la democracia y, junto al caso del miembro de los Comandos Autónomos Anticapistalistas José Miguel Etxeberria, Naparra, de quien se perdió el rastro en 1980, su último desaparecido.

Aunque pueda parecer una paradoja, la investigación/encuesta interna abierta por la organización terrorista ETA para saber qué había pasado con Pertur y la del juez Andreu llegaron a la misma conclusión con distintas palabras. Para el magistrado, tras cuatro años y tres meses de trabajo judicial, no fue “posible establecer una línea argumental que se base en fundados indicios sobre qué sucedió” con Pertur. Para ETA, tras convocar a varios activistas en los días posteriores a la desaparición del dirigente etarra, “no se han podido reunir elementos de juicio ni prueba para formular una acusación concreta”, según difundió posteriormente la dirección de ETA (pm) de entonces.

Algunos aseguran que personas como Apala o el propio Eugenio Etxebeste, Antxon –entonces dirigente de ETA (pm) al mando del aparato político militar- pueden hacer aún mucha luz. Etxebeste declaró como testigo en la Audiencia Nacional y dejó claras dos cosas: que desconocía “cualquier circunstancia sobre la desaparición de Pertur, salvo lo que se ha publicado en los medios de comunicación” y que rechazaba “que miembros de ETA puedan tener nada que ver en la desaparición de Pertur”. Pero incluso los que removieron todo lo posible en el juzgado durante cuatro años para intentar descorrer esta cortina de la vergüenza tienen claro que Etxebeste, a diferencia de Pakito, “no contó todo lo que sabía”. Lo cual no deja de ser una mera intuición, otra especulación más de las muchas que han rodeado al último caso de desaparecido de la democracia española relacionado con ETA.

Etiquetas
stats